Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
Esta semana la tentación era muy fuerte. ETA, Batasuna y el PSOE no sólo se han lanzado a hablar, sino que parecen haberlo hecho hace mucho tiempo, porque emplean exactamente las mismas palabras. Entre «una nueva oportunidad», la «oportunidad histórica» y la «esperanza», no sólo considero ya verosímiles las chanzas de Federico Jiménez Losantos sobre Cándido Conde Pumpido y Arnaldo Otegi, sino que habría que extender triangularmente la cosa a José Luis Rodríguez Zapatero. Porque la cursilería es la misma en toda la izquierda, sea o no abertzale, y merecería un análisis detenido.
Otro día será. Nuestro inevitable tema de hoy es otro, porque el jueves tuvimos una señal clara del final de los tiempos, las tumbas se abrieron, los muertos empezaron a caminar y Antonio Hernández Mancha escribió un artículo.
Para los menores de 25 años: Antonio Hernández Mancha es un conocido abogado en ejercicio, colegiado en Madrid, abogado del Estado por oposición. Y fue presidente de Alianza Popular, a título de sucesor de Manuel Fraga Iribarne en la oposición contra Felipe González, en la segunda mitad de los años 80 del siglo XX. Fracaso absoluto. En realidad, nadie lo recuerda mucho, porque su paso por la primera fila de la política fue breve, y después llegó de Valladolid un chico con bigote a quien ustedes recordarán más, creo.
Pero Hernández Mancha vuelve a dar señales de vida y, oh sorpresa, ha empezado a escribir ¿Dónde? En El País. Oh. ¿Y con qué doctrina? La más conveniente para los intereses del medio que lo acoge. Claro. Es interesante, más de lo que parece.
Para Hernández Mancha, aquí no pasa nada. Es decir, no sólo es que España no se rompa, sino que es ridículo pensar que pueda romperse. Desfallezcan y ríndanse batasunos, republicanos, jelkides y convergentes: por fin sabemos la verdad, y es que nada que ellos hagan puede destruir la vertebración del país. Al nuestro autor no le gusta el Estatuto que Zapatero, Carod, Maragall y Mas han parido en corro; pero tampoco le parece tan terrible.
Conste que puedo hasta compartir la idea, es decir la ridícula impotencia de muchas de las cosas del nacionalismo; pero los argumentos que El País publica exhumando esta momia de la derecha son los más notables que veo en mucho tiempo: no hay peligro para España porque, atención, Hernández Mancha ha leído a Blaise Pascal y a Henri Bergson, y se ha dedicado a estudiar lógica desde don Manuel tuvo que volver de la primera jubilación para quitarlo de en medio.
Lógica. Ya. Y como hemos leído también a Hans Kelsen, y la portada del Estatuto dice eso, que es un Estatuto, damos por seguro que nunca podrá cambiar la Constitución y que, por tanto, el orden impera. La jerarquía normativa y el formalismo jurídico son el desahogo de las malas conciencias de la derecha que pudo ser y no es.
Veamos, don Antonio. Aplicando las cositas estas del pobre Kelsen, y por aplicarlas como usted dice, la democracia se enfrentó en los años 30 del siglo XX a su peor crisis en Europa. Ningún Apocalipsis, desde luego pero ¿sólo porque las leyes lo prohiben? ¿Y si decididamente las incumplimos y nadie puede o quiere actuar como guardián y defensor de la legalidad, de la Constitución y del orden? En su lógica, no pasaría nada; de hecho, todo habría pasado sin que reaccionásemos.
Esto no es inocente, ni es un arranque espontáneo. Si ustedes me apuran sólo hay una persona incapacitada para juzgar a José María Aznar, para intervenir activamente en los tumultos que pueda haber en el PP y desde luego para aconsejar a Mariano Rajoy. Y esa persona – intelectualmente muy capaz y humanamente de gran valía, me lo dicen y no lo dudo en absoluto- es Antonio Hernández Mancha. Porque si insiste en hacerlo, y en hacerlo así, corre el riesgo de convertirse en otro Miguel Herrero de Miñón, que también escribe en ese periódico, y en todos los del PNV, cuando es menester. Vale usted más, don Antonio, no se rebaje.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de junio de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.