Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de noviembre de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.
La derecha española está cambiando de cara juvenil, la que institucionalmente representan las Nuevas Generaciones del PP antes de Carmen Fúnez y ahora de Nacho Uriarte. Excepto en Navarra donde UPN tiene unas Juventudes Navarras en cuya presidencia sucederá a mi amigo Ramón Casado un joven lingüísta de Buñuel, Sergio Sayas, tras el congreso de mañana en Pamplona, Dios mediante. Este amplio relevo generacional ha merecido distintos análisis.
Para Federico Jiménez Losantos la derecha española «tiene un complejo de legitimidad desde Suárez» pero ahora «por primera vez en España la gente joven de la derecha no es fascista, y eso se lo debemos a Libertad Digital». Esto último es cierto sólo si lo entendemos como una moderación generalizada de representantes, formas y contenidos de la derecha juvenil. Comidas light, tonos pastel, personas suaves: lo que impera.
Un ilustre lector me escribe que «la renovación de las juventudes confirma lo que muchos tememos, una derecha muerta que baila al son de las izquierdas». Tampoco creo cierta esta premonición cadavérica, pero sí es verdad que los grupos juveniles políticos de derechas actúan de manera diferente a sus grandes rivales.
Razones para que un joven se meta en política
¿Sin pulso? No, por cierto. Giovanni Sartori dio contenido científico moderno a una intuición de Vilfredo Pareto, definiendo el partido político democrático como un grupo de personas que acude unido a las elecciones con la intención de colocar y sostener sus candidatos en cargos públicos. Y si analizamos lo que pasa en las juventudes de la derecha a la luz de este hecho científicamente demostrado no hay lugar para el escándalo: los jóvenes de la derecha política hacen lo que se espera de ellos, lo que se les ha enseñado a hacer y aquello para lo que se preparan. Poner en primer lugar principios, estilo, militancia o ideas es hablar de un tipo de política que corresponde a otras coordenadas cronológicas, geográficas o ideológicas. Un movimiento juvenil es hoy un aparato de poder (http://www.elsemanaldigital.com/arts/15557.asp?tt=).
Sólo un joven con otros horizontes vitales puede inquietarse por esta mecánica. Y quien diga que «se valora más al incompetente que a alguien que aunque con ideas y orientaciones diferentes al aparato, pueda aportar algo diferente» olvida que ya aprendió que éstos son «aparatos burocráticos de selección de cuadros dirigentes y de cargos públicos» (http://es.geocities.com/fundacionleyre/act001cursos03.html). No hay que pedir imposibles.
Otra cosa es que en determinadas circunstancias esos «imposibles» sean necesarios para defender la libertad, la patria o las convicciones profundas de un país. El problema es que a una juventud moderna, liberal, sartoriana sin complejos, se enfrenta una izquierda fanatizada que aúlla «fóllate a la derecha» y unos abertzales que ofrecen -ellos sí- una respuesta total que integra un estilo vital y una lucha sugestiva, aunque sea por un mal absoluto. Jarrai/Segi no se vence con la razón pura ni con marketing, como bien ha notado mi buen amigo José María Lasalle en ABC al recordar la «Emergencia totalitaria» que vivimos. Por eso tiene razón Miguel Sanz al decir a los jóvenes que «es necesario adecuarse a la sociedad, y el simbolismo de la imagen es tremendamente importante», pero necesitará más que eso quien quiera enfrentarse a tales enemigos. De momento, felicidades al bueno de Sayas por la elección (de mañana).
(Nota para lectores novatos: uso la palabra «derecha» como sinónimo de «oposición a la decadencia». No entro en debates nominalistas. Me refiero a personas y grupos muy diferentes a los que les tocaría marchar juntos (http://www.elsemanaldigital.com/arts/19193.asp?tt=) por España)
Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de noviembre de 2006.
Publicado en El Semanal Digital.