Navarra: Zapatero se estrella, Otegi seduce y hacen patinar a Rajoy

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de febrero de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

Dicen los que creen entender de esto que Arnaldo Otegi ha renunciado al «soberanismo» y ha asumido el hecho autonómico, dentro del «proceso de paz» que los etarras se traen y se llevan con Zapatero. Quien no se alegra es porque no quiere. Para los abertzales no hay innovador en el anuncio del Otegi del miércoles pasado, pero sí hay novedades en el bando que lamentablemente dieron en llamar anti-nacionalista o constitucionalista. Y esas novedades no son buenas.

Otegi no ha dicho absolutamente nada nuevo. Una autonomía vasco-navarra «en el seno del Estado español» no es para el batasuno el final del camino, sino una etapa a cambio de la cual ETA podría dejar cómodamente de matar. En realidad, una vez asumida en La Moncloa la idea de una autodeterminación vasca-y-navarra, ahora la llaman «proceso de decisión», el nacionalismo vasco habría logrado todos sus objetivos políticos y militares.

La propuesta de Otegi contiene los dos ingredientes básicos del programa nacionalista, es decir la territorialidad y la independencia. Las novedades están sólo en el formato institucional de la propuesta -en la táctica, digamos- y en la reacción de sus interlocutores y adversarios. Es decir, exactamente donde Otegi, Batasuna y ETA querían cambios.

Zapatero se pilla los dedos

El PSOE se escandaliza si se habla de una negociación con ETA ya en curso pero ¿qué debemos pensar si Otegi acaba de dar una respuesta precisamente al nudo en el que se atascó el «proceso» en 2006? Otegi acepta utilizar como instrumentos las instituciones existentes en España, las reglas de la Constitución hasta su límite y más allá de él. No es el primero en plantear algo así, ya que antes lo hizo a sueldo del PNV Miguel Herrero (y Rodríguez) de Miñón y el nacionalismo lleva treinta años construyendo una nación desde la legalidad española. Como con el plan de Ibarretxe, «de la Ley a la Ley», ironía del destino y cortesía de la genial Transitoria Cuarta.

Parece evidente que Zapatero no quería que Otegi hablase tan pronto; por otro lado el batasuno no ha sido desmentido, sino recibido casi con aplausos por PSE y PSN, como si hubiese descubierto un nuevo continente. Ahora bien, Zapatero está atrapado en su propia lógica. Al margen de lo lejos que en principio haya pretendido llevar sus «negociaciones» con ETA, está claro que sus consejeros le recomiendan que evite un atentado antes del 27 de mayo, así que tendrá que aceptar que Otegi chulee al Estado.

Arnaldo, el seductor

Si nos que quedásemos en la superficie de las declaraciones tendríamos una contradicción más que llamativa. Parecería a un ingenuo lector de «El País» que Batasuna se ha convertido al autonomismo, mientras que PNV y EA siguen siendo soberanistas. Y todo esto no son más que los seductores efectos del plan de Arnaldo Otegi. Imaginemos que la izquierda abertzale se hace, temporal y aparentemente, autonomista. Las consecuencias en la gobernabilidad del País Vasco y en el futuro de Navarra pueden ser muy notables.

Si los votos de ETA-Batasuna dejan de «quemar», en el País Vasco puede haber una mayoría de izquierdas, es decir que esa autonomía generosamente ampliada bien podría tener a todas las derechas (PP y PNV) en la oposición y a las izquierdas (PSE y ETA, igualmente autonomistas… de momento) en el poder. La pesadilla de Sabin Etxea, modelo Artur Mas corregido y aumentado.

Y si ETA deja de matar y, además, se crea un nuevo cauce autonómico para que la anexión no sea humillante para el PSN, Navarra será fruta madura. Fruta madura para las izquierdas abertzales, claro, no para las derechas. En el fondo, dirán, no puede ser mal chico, trae la «paz», acepta un Estatuto y se viste de Adolfo Domínguez. Un demócrata, en suma.

Navarra en la factura de Rajoy

En los últimos días varios periodistas han coincidido en la misma idea: Otegi pide Navarra como precio, Zapatero se la puede ofrecer pero los navarros se van a resistir, como siempre, con éxito. Así lo ha escrito Carlos Herrera en ABC y luego en Diario de Navarra, y así, cono no menor galanura, lo decía ayer Alfonso Ussía en La Razón. Me gustaría tener la misma confianza que ellos demuestran, pero tengo la suerte de vivir, precisamente, en Navarra.

Los navarros no somos extraterrestres. Los navarros del siglo XXI tienen las mismas aspiraciones que el resto de los españoles, es decir seguridad, paz, prosperidad y cuantos menos problemas mejor. Además, durante unas cuantas décadas, de modo culposo en unos casos o doloso en otros, se ha hurtado a los navarros un conocimiento exacto de su historia y de su naturaleza, de manera que, ante quienes niegan ambas, las respuestas pueden no ser las que algunos esperan.

Mi presidente Miguel Sanz dice que el plan de Otegi demuestra que ETA exige un precio a costa de Navarra. Y es verdad. No es menos cierto que ETA y el PSOE han dado en los últimos años un giro hacia un «navarrismo» sui generis, de exaltación localista con todos los sacramentos, verborrea foral, himno y bandera incluidos. Por un pudor incomprensible lo que se ha sembrado en los navarros ya desde el franquismo es básicamente eso mismo, rehuyendo casi cualquier mención a España, madre y origen de Navarra, cuna de todo fuero. Si ahora llega alguien y plantea la unión con el País Vasco con palabrería navarrista y navarrera, prometiendo paz y prosperidad, podríamos llegar a ver las consecuencias de tanto complejo pasado y presente. Y entonces Mariano Rajoy, lejos de tener la seguridad que por este lado le auguran Herrera y Ussía, tendría un frente abierto. Trataremos de evitarlo, pero es hora de enmendar los errores y cobardías que nos han traído aquí.

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de febrero de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.