Horteras como Calvo, suicidas como Espe

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de julio de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

El seis de julio es en Pamplona, estrictamente hablando, el día de los horteras. Dicho sea sin ningún matiz hiriente, pero las cosas son así. Un hortera era un mancebo de comercio antes de que las grandes superficies machacasen el sector y es hoy, por extensión, el tipo de persona que por una u otra razón desempeña una tarea menos humilde de aquellas que en otro tiempo le habrían correspondido. Con los naturales y muy excusables desajustes formales (Rafael, no te rías): nada que un par de generaciones no puedan curar, y además estamos en una sociedad básicamente hortera, todos juntos. Si M.K. Gandhi fuese de por aquí nos diría resignado que «ahora todos somos horteras», y no le faltaría razón.

El día de los horteras les decía, y la historia de esto de los Sanfermines es muy clara al respecto. Una fiesta de mercaderes, sin santo -lo que se celebra es la feria, porque el día del santo patrono de la diócesis es en otoño-, y además con su centro en la vieja plaza del mercado, bueno, de la Fruta, la que ahora llaman del Ayuntamiento. Ya saben ustedes, donde el cohete de inicio de las fiestas, esa milenaria tradición renovada con su ikurriña en tono menor y todo el pasado viernes. En la Pamplona castiza a los horteras se los ha llamado siempre macas, pero en cultura popular vamos a menos.

Lo que no va a menos es el drama de que supone sacar a alguien de su contexto y colocarlo en un nivel para el que, por alguna razón o de alguna manera, no está preparado. Hay personas de gran valía que rápidamente asumen el estilo, las formas y los modos de su nueva posición. Otras, por la razón que sea, permanecen para siempre acomplejadas, tratan de fingir lo que no son, lo pasan mal, hacen que los suyos lo pasen aún peor y proporcionan ocasión a los malvados para chanzas sin fin. En los lugares y en las épocas en los que se ha producido un gran cambio social y político abundan los horteras descolocados o, peor todavía, que fuerzan sin éxito su adaptación.

Por mucho que ocupemos las más elevadas funciones técnicas junto a un Gobierno, mencionar la finezza que faltaría en la política española no nos convierte automáticamente en portadores de la misma. Hay cosas que se aprenden sólo en un siglo o dos. Pero por Dios, Miguel, en estos días piénsatelo: si quieres asesores alrededor, incluso no jurídicos, asegúrate de que tengan bien curados sus problemas de origen. Si algo queda aún peor que abusar de latinajos en un artículo o en un discurso es usarlos sin saber latín o cometiendo errores de párvulo. Lo del latín no es cosa de broma, ¿no te acuerdas de la vergüenza ajena que hemos pasado todos con la difunta Carmen Calvo, Pixie y Dixie? Leí el jueves pasado una cosa singular y similar, y me da miedo por tu entorno. Hay chicos que están bien para lo que están, para el chupinazo y para la noche, pero ten cuidado porque si no los educas bien terminarán siendo un argumento contra ti. Argumento, claro, ad hominen.

Felices fiestas, a todo esto. Gracias a Puras seguimos un día más sin Gobierno, con los cargos de libre designación en un sin vivir y las comisiones de servicio sin firmar. Y mientras Yolanda Barcina invocando en público «el capotico de San Fermín» para que nos proteja, y Esperanza Aguirre pidiéndote un «suicidio patriótico» (http://www.elsemanaldigital.com/arts/70182.asp?tt=). Qué cuadrilla, Miguel, entre los hortericas y el harakiri.

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de julio de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.