Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de agosto de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
Desde que me topé con la ESO y sus secuelas he estado escribiendo sobre los alumnos, las víctimas, sus problemas y nuestro futuro en común. Al fin y al cabo sois lo importante. Supongo que he acertado en menos cosas de las que he fallado, pero el tiempo juzgará. De lo que estoy seguro es de haberme equivocado en algo más grave: en no fijarme en los «profesores de la ESO», y en algunos subtipos especialmente … ¿peculiares?
Porque claro, hay muchos tipos de docente, y la LOGSE-LOE progre lo único que ha hecho es favorecer la aparición de unas variedades y pretender la extinción de otras. Ya que llevamos un mes largo de vacaciones, y los rencores de junio se atenúan en el cuerpo discente a medida que sube el nivel de arena y de (siendo caritativos) alcohol en sangre, permitidme que me centre en un nuevo tipo humano, destinado a hacer nuestra existencia más divertida, pero nuestro trabajo algo más complicado: el profesor entregado al «buen rollo» con el público.
El profe buenrrollista, por definición, no tiene pasado. Es decir, sí lo tiene pero lo oculta y lo reinventa. Suprimirá e incluso negará todas aquellas partes, matices, vivencias y formas de su pasado personal y académico que no le hagan caer simpático (en su opinión) a su público adolescente actual. ¿Es insincero? Tal vez sí al principio, pero unas gotas de mitomanía obran milagros: diseña un personaje y termina creyendo en él, honestamente. ¿Y cómo pretende haber sido el profe buenrrollista? Malo, malote, malísimo; heterodoxo, rebelde, juerguista hasta el extremo, en el filo de la Ley pero siempre políticamente correcto: oveja negra, pero en el rebaño dominante. Poco importa que el pasado fuese muy otro. Lo único que puede ponerle nervioso es que alguien, colega, alumno, padre o paisano, rompa el encanto de la ficción trabajosamente conquistada. Una crueldad innecesaria, por lo demás.
Al profe buenrrollista le gusta caer bien a los alumnos; no como instrumento del oficio, cosa accesoria para él diga lo que diga, sino por pura autocomplacencia. Malote con los malotes, pero no para que dejen de serlo sino para ser considerado casi uno de ellos; y así sucesivamente. Todo se basa en una cierta confusión entre la necesaria cercanía y una esquizofrénica, imprevisible y potencialmente explosiva mixtura. Eso sí: por sus alumnos los conoceréis.
El profe buenrrollista puede conocer bien su materia, y puede saberla explicar bien; o no. Esto no es esencial y nada tiene que ver con el subtipo. Pero sí es claro que, en último extremo, le gustaría que así fuese sin por ello perder el característico desapego. Porque el buenrrollista tópico está enamorado de sí mismo, no de su tarea.
El profe buenrrollista tiene tres problemas fundamentales, aparte de una siempre posible revelación pública de su verdadera vida e identidad. El buenrrollista da en las calificaciones más peso a los resultados materiales (y en su caso, a la pura memoria bruta) que a la capacidad objetiva: póstumo y mínimo pero lógico tributo al calvinismo, que deja insatisfechos a los que no son ni los empollones ni los malísimos de clase, sino sencillamente los más inteligentes. El buenrrollista se esfuerza en ser popular al llegar a un centro educativo y lo consigue en principio, pero su problema es que en un ciclo de pocos años su aureola se difumina, ya que al fin y al cabo se basa en una ficción. Por último, y por la misma razón, el buenrrollista, que se caracteriza por establecer buenísimas relaciones superficiales con muchos colegas y alumnos, no puede mantenerlas ni hacerlas intensas y duraderas.
Este profe es una estafa, chicos. Hace tiempo que no cae uno entre mis manos, pero antes o después sucederá y, si tengo un mal día, nos vamos a reír. Si en cambio estoy en una temporada franciscana esperaré a que llegue solo/sola a su lógica conclusión. Mientras tanto, la verdad, no lo oculto: dadme media docena de maestros viejos y otra media de alumnos inteligentes, por vagos y rebeldes que sean, y os los cambio por una compañía entera de buenrrollistas titulados. Seremos ásperos y torpes pero al final llegaremos más lejos y construiremos sobre cimientos sólidos.
Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de agosto de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.