Tres hipótesis para que el centroderecha pierda las elecciones

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

Mariano Rajoy ya es formalmente candidato a la presidencia del Gobierno. Zapatero tiene una alternativa, y nos esperan seis meses de campaña electoral en la que cabe esperar todo tipo de sorpresas, incluyendo las mediáticas (hagamos apuestas). Espero sólo que entre las novedades inesperadas no esté otro 11-M. Pero una cosa es dada como segura por todos: UPN y el PP vencerán las elecciones en Navarra, quedando sólo la duda de quién será el segundo clasificado y a cuánta distancia.

Hay sin embargo algunas sombras en esa certeza, que no debemos ocultar por un muy mal sentido de la lealtad. Señalarlas no es invocarlas, sino el primer paso, imprescindible, para evitarlas.

Uno. Puede surgir una candidatura que reste votos al centro-derecha, sea secuela del invento catalán de Ciudadanos o de la idea de Rosa Díez, Fernando Savater y compañeros mártires. Ambas posibles candidaturas vienen lastradas por un programa y una ideología de izquierda, y en principio eso inmuniza a una UPN de raíces cristianas, conservadoras y de derechas. Personas favorables al aborto y a la eutanasia, a las que hace poco España «se la sudaba», no deberían tener muchas opciones para crear problemas a los de Miguel Sanz. Pero si esas raíces no quedasen tan claras, o si la hipotética candidatura «nacional-izquierdista» ofreciese un producto formalmente atractivo y ahora escasito para muchos votantes del PP-UPN (por ejemplo, exhibiendo sin complejos la bandera nacional), habría problemas.

Dos. El PSOE puede plantear una coalición «progresista» para intentar desbancar a UPN-PP de su primer puesto. No es probable, pero sí es posible, que el PSN busque su unidad, ahora en crisis, en un «frente amplio» que devuelva la ilusión de la victoria. Si se superasen las reticencias locales, PSN y los sedicentes progresistas abertzales podrían competir con UPN, aunque desde luego el PP lo tendría entonces muy fácil para señalar, tanto en Navarra como fuera de ella, la alianza entre Zapatero y los separatistas. Poco probable, como digo, aunque quienes no conocemos el contenido de las conversaciones discretas o secretas entrecruzadas en todos los sentidos desde el 27-M tenemos derecho a temerlo.

Tres. UPN ha vencido todas las elecciones en Navarra a las que ha concurrido en coalición con los populares o con el pacto vigente de colaboración con el PP; y ha perdido aquellas a las que ha ido sólo con sus siglas. No son más que hechos. Si de alguna manera alguien llegase a meter una cuña entre PP y UPN, tanto abertzales como socialistas tendrían su gran oportunidad. No es probable, pero se ha hablado y se ha escrito abundantemente sobre esto, incluyendo la autorizada y no desmentida opinión del senador Viñes, por ejemplo. El orgullo, por parte de quienes creyesen en un regionalismo con fin, ombligo y centro en sí mismo, sería una contribución a este riesgo. También lo sería la tentación, por otro lado, de ver renacer en Navarra una derecha española sin complejos -sin el síndrome de Estocolmo al que este domingo aludía el maestro Uranga-, minoritaria quizás pero alimentada por la evidencia de que partidos de centrito o de izquierda con el 3% o el 15% influyen más en las decisiones que los votantes que a veces resignadamente forman la actual mayoría.

Estos riesgos deben evitarse, más que por Mariano Rajoy (porque Navarra es una gota en el océano, muy importante para nosotros pero con sólo 5 diputados en el Congreso, ya que somos una provincia pequeña y poco poblada) por el futuro de Navarra y por el impacto simbólico de esta indeseable derrota. Entre todos, hagámosla imposible.

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.