Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
El Rey está desnudo. Al menos, tal y como lo ha explicado Luis Miguez con precisión de jurista, está solo. Los nacionalistas son enemigos por definición de cualquier jefe del Estado español, sea quien sea, salvo que disuelva el mismo Estado. La izquierda, sin matices ni excepciones, es contraria a la monarquía por sí misma, y más a una que, haciendo «memoria histórica», nadie ignora que fue querida e instaurada sólo por una persona: Francisco Franco. Y la derecha, ahora llamada centro, aceptó con alivio o con resignación la monarquía en la Transición, pero no era monárquica de origen más que en ínfima parte y, he ahí el problema, ha sido maltratada sin piedad en su conjunto desde el Trono.
Juan Carlos I, defendido por el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, está doblemente solo: no se puede fiar de quienes le rodean. No es, desde luego, un caso de mala suerte, sino un destino labrado con mucho esfuerzo a lo largo de décadas, y singularmente parecido al de su abuelo. Un ejemplo que me enorgullezco de repetir desde bastante antes de marzo de 2004 (vicios del oficio, quizás): sólo don Antonio Maura, como líder de la derecha nacional española, ha sido tan vejado por la Corona como su sucesor José María Aznar (sí, lo sé: es el hombre del error más lamentable en lo que llevamos de siglo; y no me refiero a Irak, sino al Escorial, pero eso es tema de otro día).
Vejado, quede claro, por la Corona, y no por Juan Carlos de Borbón y Borbón. El hombre es la institución, y la institución se encarna en el hombre. Yo no sé qué le explicaron a este hombre sus preceptores franquistas, pero está claro que no tuvo un medievalista cerca. Si hubiese podido escuchar (y entender) a Percy Schramm, a Carl Schmitt, a fray Justo Pérez de Urbel, a don José María Lacarra, a don Ramón Menéndez Pidal o por supuesto a don Claudio Sánchez Albornoz habría entendido que el destino de la monarquía está por encima del de los individuos, pero depende de la conducta de éstos. De las raíces de la monarquía española, anterior a cualquier Borbón, llega un mensaje muy duro en estas circunstancias: Rex eris si recte facies; si non facies, no eris.
Quizás el problema es que ya no está el general Fernández Campo, y han prevalecido los amigos, compadres, socios y patrocinadores. Que no saben latín.
Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.