Diez estupideces que hacen a su hijo más tonto, vago e infeliz

Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

Queridos padres, queridos compañeros, queridas víctimas de las leyes progres: el curso ha empezado, y es hora de hacer balance de cómo va la educación. De momento, me he limitado a tomar nota de unas cuantas bobadas e hipocresías que he oído o leído últimamente. No quiero dar una respuesta teórica, y no sé qué haría si fuese un adolescente atrapado entre el docente que ahora llaman «desmotivado» y que en otros tiempos se habría llamado vago o incapaz, y el profesor cursi que se ahoga en sus propios lugares comunes y en su propia baba, inundando de ésta a veces el aula. Lo que siguen son sólo ideas sueltas, a menudo copiadas del original en un postit.

Una. «Los sindicatos son los únicos que nos defienden». Falso: los sindicatos en la enseñanza defienden más a menudo la comodidad material a corto plazo de los sindicados que los intereses generales del sistema educativo. Y en algunas Administraciones autonómicas su capacidad de chantaje condiciona o impide el funcionamiento correcto de los Centros. ¿Excepciones? Muchas, pero eso, excepciones.

Dos. «Los alumnos son cada vez peores». Falso: los chicos y chicas son genéticamente iguales a sus padres y abuelos. No son peores, sino que han sido formados, seleccionados y orientados de manera diferente (y, a menudo, peor); lo cual cambia las cosas, y hace culpables -siquiera en mínima parte- a muchos de los acusadores.

Tres. «Todos los profesores son iguales, sueltan el rollo y se van». Falso: no te equivoques, que el clima sea de desguace no quiere decir que todos los docentes se dejen llevar siempre por ese clima. Allí donde alguien tiene ilusión, vocación, ganas y unas ciertas posibilidades ambientales se ven las diferencias. Compara y elige.

Cuatro. «No hay manera de dar clase». Falso: se puede dar clase como siempre, otra cosa es que realmente pongamos todos los medios para que imperen el orden y la pulcritud necesarios para poder dar clase. Cuesta más trabajo, eso sí, y en ciertos grupos de alumnos más aún.

Cinco. «Hace falta suspender más». Falso: no estamos aquí para suspender, ni para examinar, ni siquiera para poner notas. Esos son sólo medios para lograr un fin, que es enseñar, y en el mejor de los casos educar. Hará falta suspender cuanto sea necesario, pero no para satisfacer los complejos cerriles de algún mediocre para quien exigir la memorización de un libro de texto pueda ser el único aspecto gratificante de su existencia.

Seis. «Lo importante es que aprueben la selectividad». Falso: no estamos aquí para que aprueben o suspendan, sino para que aprendan. Lamentablemente la presión social hacia los resultados «propedéuticos» es enorme, pero precisamente para eso somos hombres y mujeres formados: para hacer lo que debemos hacer, es decir enseñar, sin dejarnos arrastrar por las salidas fáciles. Valorar la enseñanza de un centro por sus resultados de selectividad es de cretinos; subordinar la enseñanza a la necesaria preparación de ese examen, sencillamente, una cobardía.

Siete. «Damos demasiadas horas de clase como para darlas bien». Falso: la actual generación de profesores y maestros es la que menos horas pasa en el aula con los alumnos. Inacabable, hostil e innecesario papeleo aparte, lo cierto es que mejor no compararnos con quienes enseñaban hace unas décadas, cobrando menos y con el doble de alumnos. ¿Que los tiempos eran distintos? Entonces quejémonos de lo que ha cambiado, de la falta de orden y jerarquías, de la ruptura de la comunidad escolar, es decir de los verdaderos problemas. Pero seamos prudentes por lo demás, que en España hay mucha gente trabajando muchas más horas al día.

Ocho. «Lo importante es que se esfuercen». Falso: el esfuerzo es un medio y no un fin. La enseñanza no es un mecanismo para ganarse el cielo con el trabajo y el estudio (al modo de los puritanos y demás sectas afines), sino que, al revés, el esfuerzo es sólo un instrumento para lograr adquirir una formación, unos conocimientos y unos hábitos. Pero no se trata de premiar el esfuerzo sino de lograr de cada uno, según su capacidad, lo que debe alcanzarse. Y si alguno puede permitirse hacerlo con menos esfuerzo, queda felicitado.

Nueve. «Nos faltan medios para poder trabajar bien». Falso: nunca ha habido tantos medios materiales, instalaciones y equipos a disposición de alumnos y profesores. Jamás. Esta idea, necia y superficial, es seguramente la que llevó a Felipe González a vomitar aquella idea de la «generación mejor formada de la historia de España». La mejor no, pero sí la más cara de formar. Ahora bien, si alguien cree que un aula de ordenadores sustituye a un profesor o que un libro de colorines es mejor que un maestro, se equivoca. Eso sí, alivia el lento pasar de las horas, ¿verdad?

Diez. «No hay nada que hacer con la enseñanza». Falso: precisamente todo está por hacer. En 20 años (que en realidad son casi 40, porque esto empezó con Franco) se ha puesto patas arriba el sistema de enseñanza; tenemos ahora diecisiete elefantes reumáticos y un Ministerio impotente: todo está por hacer, y hemos de hacerlo, juntos, profesores, maestros, alumnos, familias y políticos. Y el que no quiera, ya sabe qué tiene que hacer.

Diez bobadas, diez problemas: vamos a hacerles frente, entre todos, para evitar que más alumnos capaces se nos pierdan y se unan por nuestra culpa o con nuestra culpa a «aquellos que nos han sido arrebatados no por la muerte, sino por la vida», como explicaba este viernes 28 Francisco José de Saralegui en la bodega de Jesús Santesteban.

Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.