Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
Son jóvenes, son mujeres y son valientes: Regina Otaola en Lizarza, Begoña Ganuza en Estella y Yolanda Barcina en Pamplona defienden la bandera nacional. ¿Un mérito excepcional? Nada más que un deber, pero otros no lo cumplen. Estamos en la Segunda Guerra de Banderas, con matices en Navarra porque la Ley provincial de Símbolos propuesta por UPN era más estricta que la que finalmente se aprobó, ya que CDN y PSN impusieron una rebaja light. Malos y cobardes socios, ciertamente, es cosa sabida. Aun así, el Gobierno foral actúa en el Tribunal Superior de Justicia contra los Ayuntamientos e instituciones que no despliegan la bandera de todos.
Tiene razón, sin duda, mi amigo Alberto Catalán: es una obra meritoria que debe ser recompensada cuando se lleva a cabo, y que merece un severo castigo político cuando no se cumple. Es más: merece que recordemos, desde el pasado y hacia el futuro, qué ha hecho cada uno con los símbolos de España.
Allá por 1987, después de dos legislaturas democráticas sin mayoría municipal, el Ayuntamiento de Pamplona fue presidido por Javier Chourraut, de UPN. ¿Derecha unida? Nada más lejos: allí había concejales de todos los palos, 7 de UPN, 3 del CDS, 1 de UDF y 1 de AP. Un gallinero, pues faltaban aún cuatro años hasta el Pacto UPN-PP que ha solucionado tantas cosas hasta ahora.
Pero recordemos las banderas. Ya sabemos que en la Transición se había impuesto la ikurriña abertzale en el Ayuntamiento de Pamplona, y que el difunto Tomás Caballero había sido protagonista de aquella rendición que tanto agradó a la misma ETA que mucho después habría de asesinarlo. El PSOE gobernó Pamplona con la ikurriña puesta, aunque la Ley nacional estaba ya en vigor; hasta que llegó la derecha.
1987 – 1991, alcalde de UPN y mayoría relativa de centroderecha, como ahora. A pesar de esto, ni en la fachada del Ayuntamiento de Pamplona ni en el despacho del alcalde estaba colocada la bandera de España. Sin banderas, como máximo logro: y la Ley de Banderas era la misma. Pero si uno hace memoria, o se entretiene hurgando en las actas de las sesiones del Pleno municipal se encuentra que desde mediados de 1988 hubo un goteo constante de ruegos al alcalde Chourraut en el mismo sentido que las peticiones que ahora el Gobierno dirige a los Ayuntamientos rebeldes.
Tenor del ruego: «La Ley 39/1981, de 28 de octubre, regula el uso de la bandera nacional (…). En el artículo 3.1. de dicha ley, se determina que la bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración (…). La bandera nacional -«signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la Patria»- debe ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de los edificios de la Administración Municipal del Estado. Pues bien, a pesar de la claridad de los preceptos legales vigentes, venimos observando que en este Ayuntamiento no se cumple dicha normativa y es por ello por lo que rogamos se den las órdenes oportunas para que la bandera de España ondee en el exterior -balcón principal- y ocupe el lugar preferente en el interior -despacho del señor alcalde- con carácter permanente.»
Protagonistas, por una parte, el alcalde Javier Chourraut y los concejales Alfredo Jaime (después alcalde y largo tiempo parlamentario), Miguel González Fontana, Santiago Cervera (futuro diputado, según parece), Maribel Beriain, José Javier Gortari y Primitivo Asenjo, que ignoraron el ruego. Frente a ellos, como solicitante frustrado, en nombre de la legalidad violada y de la bandera despreciada, el único concejal de AP, José Ignacio Palacios Zuasti (consejero saliente del Gobierno).
Años después la Ley se cumplió, la postura del popular Palacios -al unirse UPN al PP- pasó a ser la de todos, y lentamente se empezó a exigir a todos lo mismo; tan lentamente que aún no se ha conseguido. Muchos malintencionados criticaron en su momento a Barcina por «no ser de Pamplona»; una estupidez más, porque, aparte de que quiero que me expliquen los maledicentes qué es «ser de Pamplona», quizás no haber vivido en directo aquellos momentos le haga más fácil tener hoy una postura valiente y patriótica. Lo dicho: como creo que opina el consejero Catalán, hay que recompensar a quien actúa bien, lo que es de justicia.
Por Pascual Tamburri Bariain, 30 de septiembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.