Por Pascual Tamburri Bariain, 5 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
Este lunes a mediodía se renovó el pacto más antiguo y rentable de los que siguen en vigor entre nosotros. El presidente Miguel Sanz y el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Carlos Ocaña, presentaron en el Salón del Trono del Palacio de Navarra el acuerdo presupuestario entra la Hacienda del Estado y la de Navarra, que mantiene en el 1,6 por ciento la participación de la Comunidad foral en los gastos generales de la nación, con los descuentos que se han negociado para esta renovación.
Miguel Sanz no podía por menos que hacer público su agradecimiento al Gobierno de Zapatero por la «voluntad e interés» puestos en el acuerdo. «Le ruego señor secretario que transmita al presidente del Gobierno y al vicepresidente económico este agradecimiento pues para Navarra este acuerdo es un acto de reconocimiento de nuestros derechos históricos y de nuestra participación en el conjunto de la nación española». Sanz confía en que «alcancemos nuevos e importantes acuerdos que redunden en el progreso y en el bienestar de Navarra y de España» .
El Convenio Económico no es un regalo de Zapatero; es un legado de la historia, un vestigio de nuestro turbulento siglo XIX y de nuestra problemática transformación de monarquía tradicional en Estado liberal moderno, pasando por monarquía ilustrada masónica en el XVIII. En 1841 se llegó a esta fórmula transaccional, que respetó de hecho la autonomía fiscal de la provincia y que salvó una importante crisis nacional.
Aquella generación de políticos, que por cierto jamás llamaron en negro sobre blanco «paccionada» a la Ley de modificación de fueros, tenía como meta común superior el bien de la nación y del Estado. Fuesen de izquierdas o de derechas actuaban animados por esa voluntad común. En efecto, su legado ha de ser salvado para los navarros de hoy y de mañana, pero debe conservarse igualmente su sentido nacional.
Navarra no es una sociedad anónima marcada por los intereses de quienes hoy la habitamos. Si fuese eso en nada se distinguiría de las dieciséis autonomías creadas de la nada por la Constitución de 1978. Navarra es algo más no porque nos convenga ser más o menos autónomos, sino porque hemos heredado un bagaje de demostrada solidaridad nacional, especialmente en los momentos de peligro. Si nuestra autonomía valiese sólo un uno coma seis de la nación hace tiempo que seríamos como los demás. Lo que legitima la diferencia es el uso nacional que de esa diferencia han hecho los navarros de otros tiempos.
Moraleja, para que haya futuras renovaciones: hagamos el mejor uso de lo que el Convenio nos da. No sólo ni esencialmente para construir una sociedad próspera, sino antes que eso para participar con voz propia y firme en la vida de España. Porque otros lo hicieron antes hoy estamos así; no seguirlo haciendo a cambio de unas migajas sería negar a nuestra autonomía una razón de ser y un futuro. Algo que, afortunadamente, a palabras hoy nadie quiere hacer.
Por Pascual Tamburri Bariain, 5 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.