Miguel Sanz tiene razón: «Nadie nos puede dar lecciones»

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.

El presidente de UPN, Miguel Sanz, clausuró el pasado sábado en Pamplona la Asamblea General anual de Juventudes Navarras. JJNN es la rama juvenil del partido mayoritario en Navarra y puede presumir incontestadamente desde hace muchos años de ser la organización juvenil política con más afiliados de la provincia. Un acontecimiento, pues, feliz y familiar, en el que Sanz dijo algunas grandes verdades. Por ejemplo, que UPN es el partido «que más aceptación tiene entre los mayores, los casados, los solteros, los homosexuales y los más jóvenes»; por otro ejemplo, y en consecuencia, que los jóvenes de UPN pueden actuar sin complejos porque «nadie nos puede dar lecciones de nada» .

Es verdad, las cosas son así. UPN (con JJNN a su rebufo) no es un grupito marginal, sino un frente político transversal, que va más allá de clases sociales y de muchas otras consideraciones. ¿Cómo se ha logrado ese éxito? Porque UPN defiende un mensaje que llega a una inmensa mayoría, que podrá tener mil opiniones y convicciones divergentes en lo accesorio pero que asume que la Navarra foral y española está en peligro, que debe ser defendida y que UPN es el camino para lograrlo. Unidad en la diversidad, variedad sin sombra en los principios.

El mejor ejemplo de esos hechos, que acertadamente ha resumido el presidente de la Diputación Foral, no lo tenemos en la vida cotidiana de UPN y sus organizaciones afiliadas, ni tampoco en la gestión de las instituciones. Ahí, inevitablemente, los intereses y debilidades personales tienen su peso. Ahora bien, cuando UPN convoca a su gente en nombre de lo que «hace» UPN, de lo que explica el éxito y la existencia del partido, Sanz tiene razón.

Sanz tuvo razón el pasado 17 de marzo, cuando UPN, por sus principios, congregó la mayor manifestación de la historia de Navarra. De manera espontánea, esa masa que dio la razón a Sanz y se la quitó a toda una serie de impresentables acomplejaditos, se reunió en torno a lo que debe ser defendido y hace la verdadera fuerza de UPN: el nombre de España y la bandera de la nación. Fijáos hasta qué punto tendrá razón Miguel que, a pesar de que los oficiosos y oficiosistas timoratos regalaron banderas provinciales las que se vieron fueron las nacionales (que había que pagar, pero que se agotaron); y a pesar de que los lemas insulsos de diseño hablaban precisamente de lo que los abertzales dicen no atacar (Navarra, los fueros y esas cosas) la gente tuvo el buen sentido de pensar por su cuenta y de unirse en nombre de España.

Sanz tiene razón cuando habla y actúa en contacto con la veta popular de UPN, que es el mayor partido político de la historia reciente de Navarra. Eso sí, corre el riesgo de equivocarse cuando presta oídos a empresarios para los que el mejor adjetivo posible es horteras (imaginemos los peores), a profesionales de la política con el bolsillo bien lleno pero las convicciones vacías, y a jovencitos (que además son poquitos aunque se paguen las cenas, festejos y copas) anhelantes por llegar a ser una cosa u otra, o las dos. Esos tres frentes no han hecho la grandeza de UPN ni sustentan las verdaderas razones de Sanz.

Decía hace dos generaciones Enrique Jardiel Poncela que «en política, las juventudes pasadas se lanzaron briosamente a la lucha por la libertad. Las de ahora corren a combatir por la igualdad y la fraternidad». Dichoso él que podía quejarse de eso: el verdadero problema llega cuando un partido maduro tiene que sobrellevar el lastre de unas juventudes ricas en ambiciones, escasas en vigor y ajenas a toda lucha por los principios que dieron su ser al partido. Es, sin duda, otra lección de la realidad.

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.