Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
Pamplona ha vuelto a ser noticia por lo que menos nos gusta a los navarros que lo sea: por el terrorismo.
¿Terrorismo? Sí, terrorismo, porque eso que piadosamente llaman «violencia callejera», y traducen «kale borroka», no es más que una forma de terrorismo, y en este caso no pasa de ser un instrumento de lucha de los nacionalistas de ETA contra la Navarra foral y española. ETA quiere imponer por la fuerza algo que los navarros no quieren y jamás han querido; tampoco pueden quererlo, por cierto, ya que es libre diseñar un futuro pero no lo es inventar un pasado para justificarlo. En cualquier caso, incluso quienes crean las entrañables leyendas abertzales sobre nuestra historia e identidad coincidirán en que no se puede matar, herir, secuestrar, mutilar, chantajear, amenazar, quemar y destruir por ellas.
O quizás sí. Es políticamente correcto hablar hoy de la culpabilidad de los menores delincuentes de estos días, y también de la responsabilidad de los padres y tutores. Pero no debe detenerse ahí la responsabilidad, porque los hechos apuntan en otra dirección. Un menor puede delinquir, y debe responder de sus actos conforma a su madurez, seguramente con leyes más rigurosas que las vigentes -de las que por cierto tan responsable es el PP como el PSOE-; sus padres deben responder también de los daños causados, y además comparten la responsabilidad de haber maleducado a su hijo hasta el punto de permitir sus delitos. Pero hoy en día un menor no se forma sólo en casa, y ni siquiera en casa.
Un joven se forma en sus horas de ocio, y en Navarra hay múltiples opciones proterroristas para esa parte esencial de la educación de los jóvenes. Algunas autoridades las toleran, las autorizan y ocasionalmente las subvencionan y hasta las promocionan. Un joven se forma también en el sistema de enseñanza, y todo él está sometido al control de las autoridades, de manera que en ellas recae una parte de la responsabilidad. No es lo más importante el libro de texto -pese al excelente análisis del tema en El Mundo de la pasada semana-, como ya demostró en el siglo XIX la polémica de los textos vivos, sino e ambiente, y éste ha generado una nueva generación de terroristas callejeros.
El tema merece un análisis más detenido, pero mi primera impresión es ésta: que Miguel Sanz, representante de todos los navarros, no debe quedarse solo frente a esta nueva ofensiva. Necesita sentirse arropado por todos los navarros, lo que es mucho más que esa «Gran Coalición» que algunos desean, y nunca tendrán, después de haber recibido unos cursillos y algunas subvenciones alemanas, donde estas cosas se inventaron. Necesita ser respaldado por todos los navarros, lo que es mucho más que el respaldo de unas decenas de cargos digitales y de unos cuantos partidos de plexiglás. Se acercan tiempos difíciles, una nueva generación llega a la lucha (callejera) y Sanz necesita más apoyos. Quizás haya que buscarlos sin prejuicios.
Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.