Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.
Se celebró hace poco en Pamplona el IX Foro Tomás Caballero, algo disminuido en extensión si lo comparamos con anteriores ediciones pero encomiable como siempre en su intención: dar una respuesta a ETA y recordar a una de sus víctimas. A dos en realidad, porque la invitada de los jóvenes de UPN fue Mari Mar Blanco. Los asesinatos de Miguel Ángel Blanco en el conjunto de España y de Tomás Caballero en Navarra cambiaron la reacción de la clase política contra los terroristas.
Dos concejales asesinados que marcaron un antes y un después; y desde luego nadie decente dirá que las víctimas de ETA no lo merezcan todo. Es, además, una manera de unirse y de identificarse, y no es casual que de todos los actos que UPN va a celebrar el día 2 en Milagro la prensa nacional se quede ante todo con el «homenaje a las víctimas del terrorismo, representadas en las viudas de los concejales regionalistas Tomás Caballero y José Javier Múgica, asesinados ambos por ETA» (http://www.abc.es/20071128/nacional-politica/homenajeara-victimas-terrorismo-proximo_200711280246.html). Sin embargo, el culto a Blanco y Caballero -personalmente muy distintos, y de muy distinta calidad humana y merecimientos- tiene algunas consecuencias más sombrías.
Y es que los políticos tienden a olvidar que ETA es una organización asesina desde hace muchas décadas, mucho antes de matar a Blanco, Caballero y Múgica. En los políticos más timoratos, peor asesorados o más cercanos a las elecciones se tiene a olvidar que todas las víctimas de ETA deben ser honradas, y que relagar a una sola es colaborar con la banda.
ETA ha matado, chantajeado y herido mucho en Navarra. Pero aún no he visto una placa en recuerdo de Jesús Alcocer, quizás porque era militar y eso es para algunos políticamente incorrecto. Aún no hay un monumento a Juan Atarés, pero quizás sea incómoda su condición de general de la Guardia Civil. Aún no hay una calle dedicada al inspector Imaz, quizás porque además de policía era militar, y dudo que fuese de izquierdas. Aún no hay una plaza para el jefe de la Policía Foral, Prieto, asesinado a la puerta de su parroquia, quizás porque era molestamente católico y molestamente militar. Estas víctimas, como todas desde el cabo Pardines y el inspector Manzanas, deben ser recordadas y honradas, y hacer una selección políticamente correcta o cronológicamente sesgada sería dar una victoria moral a los verdugos (como lo es conformarnos con el feo, genérico y cobarrón monumento colectivo y mudo en el helipuerto del Baluarte) .
Es más: si nos ponemos a calificar moralmente a los asesinados no nos vamos a poner de acuerdo, porque algunos, que no somos pocos, nos sentiríamos mucho más cómodos si se eligiese como símbolo de las víctimas navarras a alguien que no fuese, precisamente, Tomás Caballero. A los navarros se nos da muy pero que muy mal la hipocresía, se nos nota enseguida y nos compensa más ser directamente sinceros (lo acabamos de ver con ocasión de la ratificación del Convenio económico con el Estado, donde muchas ampulosas declaraciones han quedado ahogadas por las cifras del BBVA) (http://www.elsemanaldigital.com/articulos.asp?idarticulo=76450). Así que mejor vamos de frente, tratemos a todos los etarras como enemigos y a todas sus víctimas como hermanos españoles asesinados. Y si ven ustedes algo distinto de esto durante la campaña electora, mala señal. Parafraseando a aquellos canelos de la UCD, condenemos la hipocresía «venga de donde venga».
Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de noviembre de 2007.
Publicado en El Semanal Digital.