Estrella política española muere en soledad tras 33 años de enfermedad

Por Pascual Tamburri, 12 de mayo de 2008.

Mientras que la generación del Chikilicuatre no sabe quién fue Noé –y seguramente por eso necesita Cocacola para beber vino-, ha agonizado y seguramente muerto el personaje al que todos ellos sí han aprendido a rezar. La Santa Transición, contribución española a la cultura política mundial, hizo posible una España realmente moderna a partir de 1975. Ahora José Luis Rodríguez Zapatero está dispuesto a certificar el fin de su vida.

Nada humano es eterno…

¿Ha muerto la Transición? Por lo que podemos ver en la vida pública española, y en Navarra en especial, sí: faltan o peligran algunos elementos básicos que hicieron posible la concepción y el nacimiento de aquel notable experimento exitoso. El consenso entre una izquierda y una derecha democráticos en los asuntos esenciales del estado no se da. Las fuerzas políticas radicales, que niegan la misma existencia del Estado, no sólo son legales sino que condicionan las grandes decisiones más que una derecha perpleja a la que el Gobierno niega la legitimidad. La herida de la Guerra Civil se agita y se reabre, y sólo en una dirección, con lo cual no sólo se acaba con la reconciliación, sino que se agita el espectro de la venganza. Un presidente del Gobierno, de indudable legitimidad democrática de origen, quiere una nueva democracia: una distinta de la que nació a partir del referéndum de 1976.

Un personaje histórico como éste, si se confirma su fallecimiento, merecerá una autopsia, y ciertamente no podrá ser un articulillo de trescientas palabras. Pero les adelanto una idea: Zapatero no es el asesino. Quería su muerte, sí, y ciertamente no la impide porque sus planes van en otra dirección –también para Navarra, por cierto-, pero la Transición –la Santa e Inmaculada Transición- tenía enfermedades de nacimiento, que explican su actual gangrena tanto o más que la voluntad revolucionaria de una izquierda sin complejos.

… ni siquiera la Transición

Treinta y tres años de Transición, un éxito colectivo sin duda; pero no tres décadas de perfección, porque hubo errores iniciales y concesiones innecesarias que hoy explican los tumores más evidentes. Adolfo Suárez creyó en la identidad democrática del nacionalismo vasco, y permitió su inclusión en el nuevo régimen sin que tuviese que hacer, como todas las demás fuerzas políticas, su autocrítica, su democratización y su transición. Treinta y tres años después el PNV e Ibarretxe no son culpa de Zapatero, sino de decisiones tomadas entre 1975 y 1979.

Podríamos seguir con la lista de problemas que la Transición tuvo desde el principio. Lo haremos, a la espera de que se confirme –o quizás no, ojalá- la luctuosa noticia. Pero tengamos presente una cosa: la primera prueba de la imperfección de la Transición y de su régimen es que hoy nadie está dedicando ninguna atención a la agonía. La izquierda la aplaude, los nacionalistas esperan la herencia y el PP está con sus cositas, renqueante en la lucha de las ideas también como consecuencia de aquella época.

Eso sí, los navarros nos jugamos un poquito más que el resto de los españoles, si la Transición muere y hay que diseñar un nuevo régimen, o si Zapatero lo está haciendo ya.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 12 de mayo de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/estrella-politica-espanola-muere-soledad-tras-anos-enfermedad-82974.html