Por Pascual Tamburri, 4 de enero de 2008.
Este sábado se celebra el cumpleaños del Rey. Setenta años no son demasiados con la esperanza de vida actual, pero están dando pie a una reflexión, y a algunas polémicas, sobre qué significa hoy la monarquía y qué función histórica ha tenido el Rey. No todo lo que se está escuchando es cierto, ni es desinteresadamente falso.
Juan Carlos de Borbón y Borbón es rey constitucional de España. Pero no totalmente constitucional, ni en su origen, ni por las legitimidades que en él confluyen, ni por el ejercicio que en estas décadas ha hecho de su regia majestad. No creo que ningún demócrata tenga intención de reprochárselo porque, a pesar de que Zapatero ha dicho lo contrario en su polémica con la Iglesia, hay principios anteriores y superiores a la Constitución, en los que incluso ésta se sustenta según ella misma dice. Sin esos principios y sin este Rey hoy no tendríamos esta democracia.
Un origen a prueba de cortesanos
El Rey es Jefe del Estado en virtud de la legalidad vigente en 1975. Desde su proclamación el 22 de noviembre de aquel año don Juan Carlos ha estado al frente de los españoles, antes y después de la Constitución. El Rey no lo es porque la Constitución lo diga, sino que cronológicamente (y en la práctica) la Constitución existe porque el Rey estaba ya antes. ¿No se acuerdan ustedes de Torcuato Fernández Miranda y lo de «de la Ley a la Ley»? Pues eso hay.
Como la causa no puede ser posterior a la consecuencia, el Rey no es consecuencia de la Constitución. No llamen a Santo Tomás, que no hace falta discutir algo evidente en sí mismo. Del mismo modo, si algo no existe no puede tener consecuencias; y por eso cualquier intento pelotillero de remontarnos a la anterior (y fracasada) monarquía constitucional de 1876 es pura elucubración. Don Juan Carlos pertenece a la Casa de Borbón, pero dinásticamente no es el mayor de los Borbones, y de todo esto no surge su condición real. Se puede decir lo contrario, pero también se puede rebatir con toda facilidad.
Un ejercicio pragmático y nada literal de sus funciones
Desde diciembre de 1978 los poderes y funciones del Rey son, porque el Rey así lo quiso y el pueblo lo refrendó, los recogidos en el Título II de la Constitución. Pero que nadie piense en don Juan Carlos como en un burócrata puntilloso y comedido: él sabe cuánto ha costado llegar aquí, y qué fácil ha sido perderlo todo en ciertos momentos. Pensemos fríamente en el momento más delicado de la primera parte del reinado, cuando en la noche del 23 de febrero de 1981 el Rey tuvo que decidir finalmente sobre algo que se había visto venir: ¿qué había que defender y frente a quién, con todo el Ejército acuartelado, varias unidades pesadas en las calles, y el Congreso y el Gobierno encerrados?
La aparición del Rey en televisión a la una y cuarto de la noche, vestido con uniforme de capitán general, y diciendo «confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional, dentro de la legalidad vigente» ha sido justamente aplaudida como un acto de defensa de la democracia. Pero difícilmente puede creerse que se trataba de un acto según la letra de la Constitución, que priva al Rey del mando militar efectivo y cuyo artículo 64 dice que «los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes». Ahora bien, en una situación excepcional el Rey aplicó medidas excepcionales. ¿Es reprochable?
Lo permanente y lo accesorio
Estos 70 años de don Juan Carlos permiten recordar que España es una monarquía, pero que no siempre lo ha sido, y que la democracia es nuestro sistema de gobierno, pero no desde siempre. No es una blasfemia laica recordarlo, sino una advertencia para el futuro. La Constitución, y por ende ahora la monarquía, «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Esa realidad es anterior y superior a la Constitución y a la monarquía, y el funcionamiento de la Jefatura del Estado y de todas las demás instituciones constitucionales no puede sino tender a preservar unos cimientos sin los que nada más tendría sentido. Si algo ha demostrado el Rey es que ha entendido esto perfectamente.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 4 de enero de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/juan-carlos-anos-felizmente-solo-constitucional-77824.html