Por Pascual Tamburri, 15 de enero de 2008.
Aznar no se corta el flequillo ni la coleta. Desata pasiones en Navarra, presenta un libro polémico con los abertzales y se mete de lleno en las rencillas de una UPN que aún no tiene listas.
Este lunes, 14 de enero, José María Aznar se ha atrevido a hacer algo casi tan raro como un partido de la selección española en el País Vasco: ha acudido a Pamplona a un acto público, a presentar el libro Vascos y navarros en la historia de España, que se acaba de publicar con un prólogo del mismo ex presidente. No es normal en los últimos tiempos que los líderes nacionales del centroderecha se acerquen por aquí, donde a veces no se sabe quién se siente más incómodo con sus visitas. Suena a reproche esto de «que conste que si no vengo más a Navarra es porque no me llaman».
Aznar habló como puede hacerlo alguien que no tiene ya nada que ganar ni que perder diciendo qué piensa. Así que lo dice; y sobre el libro patrocinado por Jaime Ignacio Del Burgo dejó claro que es oportuno recordar que Navarra es una comunidad con identidad propia, que esa identidad es substantivamente española desde su origen, y que está sometida a una amenaza basada en el falseamiento del pasado por parte de secesionismo ligado al terrorismo y a la mentira identitaria. Aznar cree que hay que dejar la Historia a los profesionales, «con la objetividad propia de los auténticos historiadores», que la verdad está con España y que los políticos deben servir a la nación en su propio campo de acción.
El expresidente habló sin echar cuanta de ausencias y presencias, pero obviamente hubo ausentes y ausentes. Estaba el diputado Carlos Salvador, los senadores Iribas y Pérez Lapazarán, el ex senador Jesús Laguna, no estaba en Pamplona Santiago Cervera pero sí estuvo en el aula su cuñada Cristina; estuvo Alberto Catalán en representación de Gobierno, el ex consejero José Ignacio Palacios, el ex director general Juan Frommknecht, el parlamentario Pedro Eza en una fila del fondo, fondo al que llegó discretamente en el curso del acto la alcaldesa Yolanda Barcina; había viejos amigos como Nieves Ciprés y Silvestre Zubitur con Beatriz, jóvenes promesas como Jaime Zuza o flamantes realidades como Íñigo Elizalde. Y por supuesto amigos entrañables como José Javier Nagore y su hija Blanca, Guillermo Lorea, Javier Octavio de Toledo, Jesús Tanco y Conchita Zuza, José Manuel Magaña y suma y sigue. Son solo algunos nombres, la sala estaba llena, y cuando Aznar se fue el ambiente se llenó, cómo no, de comentarios electorales, especialmente de listas. Era una representación del centroderecha navarro, no todo él pero sí un ambiente simpático, y ciertamente compenetrado con lo que Aznar representa. Se fue entre gritos de «presidente, presidente», y hasta hubo alguna bandera española, cosa no habitual en otros actos de la derecha local, como los bloggeros habituales han recordado a propósito de la manifestación de enero de 2006 y la de marzo de 2007. Pero es que era un libro muy poco habitual.
La Historia, campo de batalla
En realidad, el libro de Laocoonte –la editorial vinculada a la familia del diputado Del Burgo, de la que ya hemos reseñado aquí otros textos – es resultado de unas jornadas que organizó la Sociedad de Estudios Navarros –que preside Del Burgo- nada menos que a finales de 2003, con colaboración de FAES. Lo recuerdo perfectamente porque un poco colaboré en aquella organización, y en reunir en un mismo foro a investigadores tan distintos en estilo, carácter y calidad (que no calificaré, por evidente) como don Ángel Martín Duque, felizmente presente en al acto de Aznar, el general Miguel Alonso Baquer, José Andrés-Gallego, Javier Navarro, Luis Javier Fortún, Alfredo Floristán, Juan Bosco Amores, Agustín González Enciso, Joaquín Salcedo, Rafael Torres, José Manuel Azcona y Carlos Mata.
Parecerá imposible, pero la verdad es que nadie había hecho nada parecido a lo que Del Burgo hizo en 2003: una reflexión de alto nivel académico sobre los vasco y lo navarro –a través de sus protagonistas- en la definición y vida de lo español. Claro, la Institución Príncipe de Viana ha financiado y patrocinado muchas iniciativas, y sin duda nuestras Universidades han aportado investigaciones valiosas en la misma dirección. Pero un intento formal de llevar esas conclusiones científicas a una alta divulgación, es decir a la opinión pública, no se había hecho. Padecemos las consecuencias de ese temor a la acción. Durante décadas, salvo destellos pasajeros, las instituciones públicas y privadas de Navarra han dejado que el mensaje efectivamente recibido por la sociedad haya sido el de la erudición localista, rancia y decimonónica o el de la propaganda vasquista, últimamente con sus cipayos relativistas, falsamente distantes (y no pocas veces, además, con fondos públicos dados por gobernantes de centroderecha). Merece un aplauso Del Burgo por lo que hizo en 2003, lo merece ahora Laocoonte por relanzar la cosa y lo merece sobre todo Aznar por venir a Pamplona con la que está cayendo.
Tanto las jornadas de 2003 como la edición de 2007 y su presentación de 2008 son una muestra de que no es imposible poner en negro sobre blanco nuestro pasado. Efectivamente, no cualquier pasado, porque no hace falta mucho valor, ni tampoco tiene especiales consecuencias científicas ni políticas un discursete erudito sobre el ilustre boticario Pedro de Viñaburu –por poner un ejemplo que no es inocente-. Lo que está en discusión, lo que se ha hecho mal durante décadas, lo que incluso algunos de los asistentes a la charla de Aznar no han hecho cuando han podido, es contar a los navarros por qué son españoles incluso antes de ser navarros, por qué la identidad de quienes nos precedieron fue la que fue.
A quien no le guste lo que Ángel Martín Duque ha elaborado durante décadas, concretando en la hispanidad primero y sólo después en el pactismo y la foralidad la identidad de Navarra, no tiene más que intentar rebatirle. Sin concesiones ni al nacionalismo vasco ni a un españolismo casposo de zarzuela y sacristía, con sólidas bases en la investigación pero sin incurrir en el academicismo formalista al que son tan propios de las Universidades de provincias y del clero, es momento para la divulgación, la lucha cultural y la agitación, porque ya hace mucho que en esos terrenos la verdad de España ha estado callada frente al avance del vasquismo. Algún día la posteridad nos juzgará por lo que cada uno ha hecho y ha dejado de hacer. En ese camino, contar con la presencia de Aznar ha sido, indudablemente, un revulsivo y un estímulo, a falta de otros. Si es para esto, que venga más a menudo, aunque no guste a todos, y dejémonos de «procuramos molestar lo menos posible». Al que le moleste que se … fastidie.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 15 de enero de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/lleno-total-para-aznar-sorprende-rompe-moldes-pamplona-78225.html