Por Pascual Tamburri, 11 de febrero de 2008.
El serio Mariano Rajoy, en palabras de Manuel Ortega, se nos ha caído felizmente del guindo. Se ha dado cuenta de una serie de problemas que los españoles normales tienen en la España de ZP con la inmigración y la delincuencia y ha propuesto unas primeras soluciones. Ante esto, hay quien ha entendido y aplaudido, contento de ver reflejadas sus cuitas y algunas soluciones; hay quien ha puesto cara de dignidad ofendida y se ha dedicado a reprochar al PP lo hecho y no hecho en esta materia cuando tuvo el poder; y hay quien, con el Gobierno al frente, se ha lanzado a llamar a Rajoy racista, al PP xenófobo y a todos ellos fascistas. Hermosa estampa y, sobre todo, divertida.
Divertida, para empezar, porque la gente de la calle está con Rajoy, y la mejor prueba de esa identidad está en el desconcierto del Gobierno. Divertida, para continuar, porque ha obligado a los políticos, y en especial a las ministras de cuota y allegadas, a responder muchas preguntas embarazosas.
Si se critica a los obispos españoles por orientar la opinión de los católicos ante las elecciones, ¿por qué se acepta en cambio que los dirigentes islamistas en España pidan sin más el voto para el PSOE? Tiene su gracia ver María Teresa Fernández de la Vega indignarse por el inexistente confesionalismo del PP y, unos minutos después, escucharla aceptar el voto de quienes, como ha dicho Antonio Martín Beaumont, imponen el velo, las ablaciones de clítoris y los matrimonios forzados de menores. ¿Queremos un Estado laico o se trataba más bien de construir uno específicamente anticatólico? Creo que la pregunta merece una respuesta desde el Gobierno, ya que la incoherencia salta a la vista.
En el fondo hay un problema que el PSOE niega, después de haberlo creado, y el PP empieza a reconocer, después de haberse limitado a temerlo. España tiene una identidad histórica y comunitaria, que es la que es y no otra. Defender la libertad religiosa como libertad individual no implica que la Nación y el Estado sean indiferentes a la práctica religiosa de los ciudadanos. El problema no es el velo libremente llevado de una ciudadana extranjera en España, que debe tener plena libertad; el problema es más bien que en España se están consolidando situaciones en las que el velo, y otras prácticas propias de otros países, se imponen. Y al imponerse se violan las libertades individuales de las personas al mismo tiempo que se rompen más de dos milenios de identidad y convivencia europeas, occidentales y cristianas.
Porque España ha crecido así la vicepresidenta lo es, mientras que en otras realidades muy respetables pero ajenas a nosotros –en Níger o Mali, por ejemplo- no sería vicepresidenta de nada. Porque hay un «nosotros» español, desde el desembarco de Escipión y la predicación de Santiago, Sonsoles puede irse por esos mundos a cantar a costa de nuestros impuestos sin llevar velo. Y precisamente porque Maritere puede ser vicepresidenta y porque hemos visto el pelo de la señora de Zapatero, porque queremos que España siga siendo lo que es y no derive hacia una nueva realidad sin libertad y sin identidad, Rajoy tiene razón.
¿Han visto cómo están de nerviosos? Se han dado cuenta, los de la izquierda caviar, de que hay más inmigrantes que su criada y su jardinero, y más trabajadores que los de las películas que nadie ve.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 11 de febrero de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cargo-maria-teresa-fernandez-vega-velo-79416.html