Por Pascual Tamburri, 24 de marzo de 2008.
Magdi Allam se convirtió al catolicismo y fue bautizado por Benedicto XVI en la Vigilia de Pascua. Este periodista de origen egipcio, cuyo nombre es ahora Magdi Cristiano Allam, viajará a Madrid el próximo 9 de abril para presentar un libro con sus experiencias y opiniones (Vencer el miedo. Mi vida contra el terrorismo islámico y la inconsciencia de Occidente, de Encuentro). Viajará con escolta y previsiblemente tendrá que vivir siempre con una condena a muerte sobre su cabeza, por un delito imperdonable: abandonar el Islam.
El caso de Allam no es parecido a otros, que desde Salman Rushdie plantean su enfrentamiento con el integrismo islámico como un problema de libertad de expresión. Al fin y al cabo, esos otros casos son cuestión de matiz, y puede haber un país islámico tolerante en la expresión, respetuosos con las opiniones ajenas incluso si éstas son irreverentes o blasfemas. Allam, en cambio, jamás podrá ser perdonado, y no precisamente por los radicales.
Para el Islam sólo hay una religión plenamente verdadera, y eso, en general, es compartido por todas las grandes religiones. Pero la diferencia es poco sutil: para el Islam –cualquier Islam- los paganos que rechazan la conversión son enemigos de la Umma, la comunidad islámica, y deben ser combatidos. Una sola excepción: los «pueblos del Libro» (dhimmíes, es decir judíos y cristianos), que reconozcan el predominio político del Islam y renuncien al culto externo de su fe podrán conservar ésta, siempre que se mantengan en una neta posición de inferioridad. Ningún culto exterior, ninguna relevancia política, inferioridad jurídica, diferentes impuestos y, por supuesto, ningún proselitismo. Todo esto, además, enteramente graciable y revocable por parte de cualquier gobernante islámico.
¿Les parece lamentable? Aún hay más: el abandono del Islam, aunque sea para convertirse a ese «tolerado» cristianismo, es un delito capital imprescriptible en toda la tradición islámica. Por eso alguien como Sallam, que se ha bautizado tras haber recibido la fe y que considera que el Islam «es fisiológicamente violento e históricamente, conflictivo», no tiene perdón. De Dios, o de Alá.
Sallam es un hombre valiente, ahora cristiano pero no por ello callado ante el error de la Iglesia, a la que reprocha ser «demasiado prudente en la conversión de musulmanes, absteniéndose de hacer proselitismo en los países de mayoría islámica y silenciando la realidad de los conversos en los países cristianos». Y además, «por miedo». Miedo que tiene su fundamento en la realidad, puesto que el destino del enemigo de la fe es el del arzobispo caldeo Boulos Faray Raho, secuestrado y hallado muerto el pasado día 13 en Irak.
Cientos de miles de musulmanes convertidos al cristianismo se ven obligados a ocultar su nueva fe por miedo. La libertad religiosa es mentira, o sólo es verdad cuando se concreta en términos anticatólicos, porque nadie vela por la seguridad de quien abandona el Islam. Nadie les garantiza en España seguridad y libertad de expresión, que no es incompatible con el respeto a los musulmanes. Nadie condiciona a esa libertad la ayuda a los países musulmanes, demasiado a menudo enemigos de la libertad. El Islam, incluso el más radical, se predica libremente entre nosotros. Hoy, cuando Cristo ha resucitado, anunciarlo en Marruecos o en Argelia es delito. ¿Por qué esa diferencia? Quizás porque no todas las religiones sean iguales.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de marzo de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/pena-muerte-para-cristianos-81121.html