Por Pascual Tamburri, 24 de julio de 2008.
El pasado domingo Alfonso Ussía defendía en su artículo titulado «Un general» el nombramiento del teniente general Fulgencio Coll como Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. El Estado Mayor de la Defensa, hasta ahora dirigido por el General del Ejército Félix Sanz Roldán, queda bajo el mando del recién ascendido Teniente General del Aire Julio Rodríguez Fernández.
Ussía, en la más digna tradición de la derecha española, rompe gratis una lanza por los militares, afirmando que «no es el general Coll, como se ha escrito y dicho, el general de Zapatero«, y que «escribir o decir que el antiguo JEMAD, Félix Sanz Roldán, es un general de Zapatero resulta tan necio y contraproducente como afirmar que el general Alejandre lo fue de Aznar. Ellos lo son de España, y con eso basta y sobra«. Conozco muchas y magníficas personas que comparten la idea de Ussía, que sólo tiene un defecto grave: que no es seguro que valga en la España de 2008.
España ha tenido durante mucho tiempo –al menos desde Carlos IV– un instrumento militar inadecuado y ensimismado. Inadecuado porque no era capaz de cumplir, con sus medios, sus deberes hacia la comunidad. Ensimismado porque vivía mirándose a sí mismo, dedicado a los problemas de su interior, a veces a los intereses de algunos de sus miembros y demasiado a menudo a las cuestiones internas del país. Pero eran unos Ejércitos con grandes valores, el servicio, el sacrificio, el honor, la honestidad y el patriotismo llevados a sus últimas consecuencias. Y con esa sangre se compensaban las otras debilidades. No era una situación ideal, pero seguramente sí eran muchas excelentes personas.
Esas personas no han desaparecido ni de España ni de las Fuerzas Armadas. Están ahí, quizás el ambiente lleve a que acudan pese a todo, quizás el ambiente los forme. Lo cierto –con perdón de Ussía y de muchos que creen lo que él- es que esas personas excelentes no marcan siempre el tono de los Ejércitos, otro ambiente se extiende y, sin entrar a valorar si es bueno o malo, convengamos en que es distinto.
Los hombres de los Ejércitos aguantan mucho, pero no todos habrían aguantado con una sonrisa la vergonzosa huída de Irak, por mucho que la opinión pública estuviese dividida. Los militares tienen las espaldas anchas, pero no todos se habrían prestado sin al menos hacer una serie de consideraciones técnicas al montaje de la Unidad Militar de Emergencias, que aleja las Fuerzas Armadas de su prioridad organizativa y drena recursos escasos a una operación de propaganda política.
No, no: no es que Fulgencio Coll, Félix Sanz Roldán o Julio Rodríguez Fernández sean «hombres de Zapatero«. Se trata de que las Fuerzas Armadas tienen funciones constitucionales que cumplir, mande quien mande. Y de que cuando la política o la realeza ha fijado otras prioridades operativas a los Ejércitos hemos tenido cosas como Annual. Donde por cierto –dicho sea en la España del nieto de Alfonso XIII– pagaron el pato los que obedecieron, y nunca se juzgó a quienes mandaban. Algo que debemos recordar, sobre todo porque ni el Jefe de las Fuerzas Armadas, ni los presidentes del Gobierno, ni Trillo, ni Bono, ni Alonso, ni Chacón, ni sus sucesivos Jefes de Estado Mayor, han dado la cara por los oficiales médicos de Trebisonda que van a ir a la cárcel por culpa de todo este sistema.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 24 de julio de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/politizar-ejercito-enganarse-sobre-generales-trebisonda-85761.html