Si Arzalluz acierta, Rey, Transición y democracia son ilegítimos

Por Pascual Tamburri, 27 de agosto de 2008.

La Transición no fue perfecta. Arzalluz señala con precisión los errores de 1978 que los abertzales quieren aprovechar contra España. Nuevas tareas para PP y PSOE.

Xabier Arzalluz no aguanta callado, como ya explicó El Semanal Digital. Desde 1980 a 2004 gobernó el PNV a base de exabruptos dominicales y el que tuvo retuvo. En una entrevista, polémica como todas las suyas, ha dejado claro qué piensa sobre el pasado inmediato, sobre el presente y sobre las instituciones. Se le pueden reprochar muchas cosas pero no la falta de claridad o de sinceridad.

¿La Transición se hizo mal?

Arzalluz cree, y como él muchos nacionalistas, que la Transición fue un engaño. Que la continuidad del Estado, pasando «de la Ley a la Ley» a través del ejercicio de la soberanía nacional en democracia, era indeseable. Que había que romper con la legalidad del Estado. Claro que entonces no habría sido una Transición, sino una revolución. En la que habría cabido lo que el PNV quería, quizás, pero no lo que quería el pueblo español, seguramente.

De todos modos tampoco hay que ser muy críticos con Arzalluz, porque aunque no tenga razón más de media España cree que el autor jurídico del invento fue el pobrecito Adolfo Suárez, ya ven ustedes, cuando en realidad no fue ni siquiera el a su vez postergado Torcuato Fernández Miranda, sino el absolutamente olvidado Rodrigo Fernández-Carvajal. En la España de la ESO terminamos enseñando peores bobadas en clase, así que digamos, sin más, que Arzalluz puede tener sus razones aunque no tenga razón.

¿La Constitución es inaceptable?

«Nosotros poníamos como condición ´sine qua non´ el derecho de autodeterminación, que hubiera vías democráticas para que este pueblo exprese lo que quiere y tenga la posibilidad de conseguirlo». Y por supuesto, ni les gusta el entonces sólo posible «café para todos» del Título VIII ni las garantías del orden constitucional, ya que «el hecho de que las Fuerzas Armadas aparezcan en la Constitución como garantes de la integridad del territorio y del orden constitucional es intolerable». En plena coherencia con esa posición, ni el PNV votó la Constitución de 1978, ni la acepta, ni Arzalluz cree en ella. Sospecho de todos modos que la edad le hace confundir el artículo octavo (sobre los Ejércitos) con el Título VIII (sobre las autonomías regionales).

Claro es que hay otras razones de inaceptabilidad. Otras personas, con iguales derechos que Arzalluz y con mucho mayor respaldo popular, pueden decir casi lo contrario: que la negociación rastrera e innecesariamente ansiosa de los chicos de Adolfo Suárez implicó el reconocimiento por el Estado de unos supuestos derechos históricos de naturaleza no ya preconstitucional, sino supraconstitucional. Que la soberanía nacional, única e indivisible, no puede ser objeto de negociación o de matices («por eso el Parlamento vasco quiere blindar el concierto para que no quede al albur de que cualquiera lo pueda llevar al Constitucional y que a cuento de la igualdad de todos los españoles un día alguien lo quite»). Y que esos matices llevan a confusiones jurídicas como las sostenidas antes por Ernest Lluch y aún hoy por Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, sobre autodeterminaciones, confederaciones y demás. Por no hablar de la idea de la Corona como único vínculo entre los vascos y el resto de españoles.

Ah, ni olvidemos lo mejor: que después de todas esas rendiciones ucederas el PNV no votó la Constitución, sin que por eso se extirpasen los tumores ya insertados. Maravilloso resultado: «si en esta Constitución se hubiera aceptado el derecho de autodeterminación, ETA hubiera dejado de existir, estoy convencido de ello».

¿La monarquía es ilegítima?

Miñón, y no sólo él, ha vivido bien a cuenta del PNV y del desarrollo actual de viejas ideas del Antiguo Régimen. Mucha tinta y mucho dinero derramados para explicar que los vascos tienen una soberanía originaria. Pero Arzalluz disiente de la conclusión monárquica sobre don Juan Carlos, ya que cree que «le hicieron Rey con un decreto franquista, y eso no se ha subsanado. Simplemente, lo metieron por la puerta de atrás en la Constitución, y para un demócrata eso es inaceptable». Así que para él nada de vínculos borbónicos, ya que es evidente que el Rey lo es desde que Francisco Franco lo decidió y no en virtud de sus antepasados y menos de la Constitución. ¿Escándalo? Curiosamente todo lo anterior a 1978 y mucho de lo posterior le parece ilegítimo al líder nacionalista, excepto los eternos y perfectos derechos colectivos de su pueblo vasco.

Arzalluz ha descubierto un Mediterráneo: que el Estado español no nació ex nihilo en 1978, sino que es heredero directo de la legalidad nacida en 1936, y de la de 1975. En consecuencia la Constitución asume las instituciones preexistentes, todas, aunque modifique algunas y dé al conjunto un fundamento democrático. El Estado nace en el siglo XV, se hace liberal imperfectamente en el XIX, autoritario en el XX y democrático en 1978, pero es, siempre, el Estado, cuya continuidad no puede ponerse en duda sin violar la paz.

Es sorprendente pretender para un pequeño proyecto de nación inexistente una legitimidad histórica milenaria y, a la vez, negar la legitimidad del Estado secular de una nación más que milenaria y más que contrastada. El padre Arzalluz aprendió bien lo de los dos pesos y las dos medidas, pero deberíamos tomar nota de las grietas que él señala en la legitimidad de nuestra convivencia: llegará el momento de repararlas, no para darle la razón sino para impedir que jamás pueda tenerla.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 27 de agosto de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/arzalluz-acierta-transicion-democracia-ilegitimos-86710.html