Por Pascual Tamburri, 31 de agosto de 2008.
Una ofensiva proetarra no se combate con talante. La Guardia Civil da a los ciudadanos más seguridad que las policías autonómicas. Un hecho que los políticos deben aceptar con humildad.
En Navarra y en el País Vasco, pero también en otras partes del territorio nacional, el verano es un momento de tensión para las Fuerzas de Seguridad. Al incremento de las intervenciones ordinarias se suman los desafíos violentos de los independentistas de distintos tipos, incluyendo etarras y sus aprendices. La Guardia Civil tiene una capacidad contrastada de gestionar situaciones muy difíciles y de garantizar en ellas el orden y la paz públicos con los medios necesarios.
Además, tiene una estructura organizativa capaz de superar críticas políticas de cabotaje. El hecho es que otros cuerpos policiales, sean cuales sean los deseos de sus actuales gestores, no tienen esa misma capacidad, no tienen el mismo respaldo popular –derivado del servicio prestado- y sobre todo han elegido modelos de desarrollo que van en otra dirección.
Berriozar: un desafío al orden público y al sentido común
El anterior fin de semana se celebró en Berriozar (Navarra) un concierto prefestivo. No entraré aquí y ahora en qué debe ser incluido y qué no en un programa de fiestas. Digamos sólo que el concierto terminó como el rosario de la aurora. Gritos favorables al terrorismo, lanzamiento de objetos y conato de violencia callejera. Ante el nuevo despliegue de la Policía Foral, la Unidad Móvil de Intervención (UMI) del cuerpo regional intervino en vez de la Guardia Civil. Sus responsables se vieron obligados –muy a su pesar y tras larga espera- a realizar una carga policial que restableció el orden con sólo cinco heridos leves.
Son hechos. Hechos son también las respuestas políticas. ANV y Nafarroa Bai recuperaron su unidad en torno al alcalde abertzale del lugar, Xabier Lasa, y desde el Ayuntamiento mostraron su «repulsa a la actuación del grupo antidisturbios de la Policía Foral» y exigieron, en nombre del Consistorio, «una investigación interna de la Policía Foral que determine las responsabilidades de los mandos que la ordenaron». CDN, UPN y PSN, en minoría, pidieron la «presunción de inocencia», y ni siquiera con tan modesta petición consiguieron nada: no existe el «buen rollo» anhelado con talante por quienes piden y promocionan el despliegue integral de la Policía Foral. Al final, las vacilaciones se pagan.
Es de sentido común pensar que si la Guardia Civil hace las cosas de cierta manera tendrá sus razones, y que si uno aspira a complementarla o incluso a sustituirla tendrá que saber cómo hacerlo. Porque aquí lo novedoso no es que los abertzales insulten desde las instituciones a las Fuerzas de Seguridad, ni que en esas mismas instituciones las fuerzas democráticas no acierten a defender con total contundencia a sus defensores uniformados. La novedad es que empezamos a ver las consecuencias del nuevo modelo policial navarro, y el debate que se avecina.
¿Cómo se va a gestionar la seguridad de Navarra?
La comisión de personal de la Policía Foral, o al menos su presidente, apoya ahora que se realice la investigación solicitada por el alcalde de Berriozar. El sindicalista Alfonso Martínez (representante de la Agrupación Profesional de la Policía Foral), da así la razón a ANV y a NaBai. «¿Qué debe hacer la Policía Foral? Investigar, evidentemente, y comprobar si hubo extralimitación y si de eso se han de derivar responsabilidades». Martínez lleva así la contraria al portavoz del Gobierno, Alberto Catalán, que habló de una actuación «ordinaria»: «Esta actuación no es ordinaria, simplemente porque no pasa todos los días», y «decir que esto es ordinario es casi una falta de respeto, una muestra del desconocimiento de lo que es la Policía Foral».
Querer una policía «simpática» y buscar sistemáticamente diferenciarse de los cuerpos nacionales no es, como se ve, garantía para conseguir el amor de los abertzales. Y encima los sindicatos del cuerpo de la boina se dividen, matizan y critican ante cada actuación, y dejan al Gobierno, que ha invertido en todo esto mucho dinero y muchos planes, bastante mal. En el fondo, pero en otro sentido, tiene razón el sindicalista Martínez, que opina que «si queremos ser una policía integral y de referencia, tendremos que ser la mejor policía y para ello hace falta una formación permanente y una cualificación altísima».
Eso es especialmente sensible en una Navarra con factores de ilegalidad evidentemente más graves y urgentes. No sólo hacen falta más policías (van para 1000 y a corto plazo 1200 los forales) que están muy bien pagados y con alta calidad de vida: hace falta saber qué van a hacer y prepararlos para eso, tanto en su formación como en su disciplina interna. Si no tendremos que pedir, además, más Guardia Civil.
Este debate está planteado hace unos años y ahora simplemente ha aflorado. A comienzos de 2005 el jefe de la Policía Foral, teniente coronel José Ignacio Sánchez Trueba, presentó su dimisión tras casi ocho años en el cargo. El consejero de Interior, Javier Caballero, lo sustituyó por el comisario Alfonso Fernández Díez, pero dejó sin solucionar las cuestiones entonces planteadas. Hay excelentes personas en la Policía Foral, y otras no tanto, pero el problema no está ahí: está en la precipitación voluntarista e indisciplinada con la que se ha querido inflar un Cuerpo policial. Llevar un uniforme y unas armas en nombre de la seguridad de todos no es un puesto como cualquier otro, conlleva unas obligaciones personales y políticas evidentes y no puede gestionarse a toque de presupuesto. Berriozar ahora y más asuntos anteriores en la Ribera anuncian que Sánchez Trueba tenía muy buenas razones.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 31 de agosto de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/guardia-civil-menos-buen-rollo-izquierda-abertzale-86850.html