Las preguntas sin responder de una derecha en crisis total

Por Pascual Tamburri, 18 de noviembre de 2008.

El centroderecha navarro está dividido en tres partidos. PP, UPN y CDN ofrecen respuestas diferentes a problemas que no se han querido resolver en 20 años. ¿Son las respuestas que esperamos?

Hay veces que cuesta reconocerlo, pero alguien hace las cosas mejor de lo que nosotros las haríamos. ¿Por qué no alegrarnos? En este caso, si de lo que se trata es de abrir la herida de la derecha navarra para después limpiarla, hay que reconocer que Fernando Vaquero ha puesto todos los problemas sobre la mesa. Queda solucionarlos, pero la crisis navarra (que no es sólo de la derecha local, sino que implica un problema nacional y refleja los errores y dejaciones de toda una generación) necesita ante todo ser analizada.

No cabe duda de que «la fractura UPN-PPN ha desconcertado a propios y extraños». Ahora tienen posibilidades impensables, y divergentes, socialistas y nacionalistas. Que sin duda están «encantados y muy divertidos con tan sorprendente como gratuito espectáculo».

Una derecha dividida y a la defensiva

Una vez más, como en los años 80, «son tres los partidos situados en el arco del navarrismo centroderechista: Unión del Pueblo Navarro, Convergencia de Demócratas de Navarra y el recién llegado Partido Popular de Navarra. Mucha oferta –y confusa- para un espacio social desconcertado y a la defensiva».

¿Defensiva? Sí, porque «en la crisis apenas han emergido razonamientos ideológicos. Existen, no obstante, ciertas cuestiones para analizar en profundidad y de no poca relevancia. Sin embargo, no se ha producido … un debate de calado sobre la supuesta deriva napartarra y/o cortoplacista de UPN y sus implicaciones prácticas; por poner un ejemplo». Y es que el interés a corto plazo se ha impuesto sobre la reflexión y la inversión en asuntos de fondo.Y «salvo grandiosas y habituales declaraciones de intenciones encaminadas a la salvaguardia de la identidad navarra (que ya aburren…), no se ha hablado nada de política social y cultural a medio y largo plazo. Entonces, ¿acaso el centroderecha ha renunciado al imprescindible combate cultural y a una política social concreta que pugnen por dibujar y teñir de colores propios, frente a las acciones decididas de sus adversarios, la futura sociedad navarra?»

¿Alejamiento de las bases?

El temor es que así sea. «Se ha privado al centroderecha social navarro de un debate necesario. De hecho, apenas ha existido tal, limitándose el mismo a las declaraciones y escritos de unos pocos de sus notables e históricos. ¡Como si el asunto únicamente concerniera a unos pocos iniciados! Así, la militancia de UPN no ha debatido en profundidad los elementos de la crisis, ni se le ha proporcionado instrumentos para el debate y la toma de decisiones, ni ha disfrutado del tiempo necesario para ello, ni de los espacios adecuados. Desconcertada e ignorada, en consecuencia, ha permanecido en su inmensa mayoría totalmente enmudecida: de hecho, no se han producido significativos o visibles movimientos de opinión dentro del partido, ya fuera en uno o en otro sentido. Pero esa falta de músculo democrático también se ha sentido entre los agentes sociales tradicionalmente avalistas de UPN; acaso como una prueba más del alejamiento de sus prácticas partidarias de los objetivos y sentimientos de su base electoral». Es duro de leer, pero ahí está dicho.

«Lo personal ha prevalecido sobre lo colectivo. Y de diverso modo: transformando denuncias políticas en agravios personales; confundiendo posicionamientos tácticos con meras expectativas individuales; invocándose fidelidades o favores para acallar críticas. En definitiva, el centroderecha ha demostrado carecer de una verdadera cultura política». Curiosamente, la falta de debate de ideas estaría favoreciendo una exasperación formal de los supuestos puntos de discrepancia, y «las actuaciones ulteriores de los dos partidos protagonistas de la crisis parecen orientarse hacia una afirmación fundamentalista de las esencias y expectativas respectivas; de modo que, en lugar de tenderse puentes, se han sucedido las decisiones rupturistas y autoafirmativas. Un divorcio contencioso, pues, ante el que el electorado, ajeno a las disputas conyugales, tendrá que definirse sin remedio. Y sin ganas».

«El centroderecha sociológico navarro ha demostrado una notable creatividad social, por su parte, durante décadas. Pero sus sucesivos instrumentos políticos no han correspondido a sus expectativas y necesidades. Acaso radique ahí la causa última de su silencio y general retraimiento ante la crisis», para lo cual la única solución profunda sería la «recuperación de vías de diálogo y representación real de su base social, prácticas democráticas alejadas de caudillismos acríticos y servilismos infantilizantes, transparencia informativa y responsabilidad personal, políticas coherentes con los principios ideológicos propios del centroderecha, firmeza en las convicciones por encima de cortos intereses individuales en juego… Unas pocas sugerencias para los partidos políticos del centroderecha navarro. Que hagan política. Sí, pero de verdad».

¿Desactivación?

Esto último es algo que Fernando Vaquero ya había advertido, válido para los casi 800.000 afiliados del PP y tanto más para los escasos cinco mil de la UPN antes del trauma en curso. «Un partido de verdad no se hace sólo con cotizantes, ni con listados interminables de «socios». Ni únicamente con marketing… un militante no es un simple afiliado. Ni un afiliado es un adherido sin más. Un militante no se limita a pagar una cuota; ni mucho menos a figurar en un listado como posible interventor en procesos electorales… Un partido que ignora sus afiliados. Una estructura muda e inoperante al servicio de los «líderes». Sean quienes sean. Una macro oficina electoral, en resumen…Un partido debe sumar esfuerzos, no neutralizarlos. Debe suscitar vocaciones a la política, no espantarlas. Debe dialogar e interactuar con los agentes sociales, no despreciarlos. Debe escuchar a la sociedad, no suplantarla. Debe fomentar y facilitar iniciativas, no ahogarlas; tampoco controlarlas».

«Y no sirve afirmar que las políticas de valores sean percibidas temerosamente por la sociedad como actitudes ultra». Es más, desde una identidad definida y sin complejos existe menos miedo, al diálogo y al encuentro con el otro, que desde la indefinición. Por ello, una política de valores, enraizada en el pueblo, o en sectores significativos del mismo, funciona mejor cuanta más democracia interna, más participación, y mayor transparencia caracterizan a un partido político. El que sea». Para Vaquero, «la derecha social, plural por naturaleza, activista por vocación y necesidad, popular por origen y pertenencia, quiere un partido popular de verdad». Que se gane el derecho al adjetivo o al sustantivo en mayúscula haciendo lo que hasta ahora no se ha hecho, en suma.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 18 de noviembre de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/preguntas-responder-derecha-crisis-total-89842.html