Por Pascual Tamburri, 2 de diciembre de 2008.
El Gobierno de Navarra entrega este miércoles la Medalla de Oro de la Comunidad a UGT, CCOO y la confederación regional de empresarios. Un premio póstumo a la ineficiencia.
Sólo he estado una vez en la ceremonia de entrega de la Medalla de Oro de Navarra. Fue en 1991, muchos de mis actuales alumnos no habían nacido y en medio de aquel curso por tantas razones accidentado quien me invitó fue el premiado, don Ángel Martín Duque. De quien yo era alumno, bueno, para qué engañarnos, sigo siéndolo. Una medalla de esas indiscutibles, de valor evidente y permanente. Una medalla cuyo primer ejemplar se ofreció en 1982 a Juan Pablo II, cuando visitó Navarra.
Me van ustedes a perdonar, pero me niego a creer que UGT, Comisiones Obreras y los empresarios del alicorto capitalismo aborigen merezcan el vigésimo cuarto premio de una serie que empezó así. Un premio al menos discutible este año. Mi Gobierno dice que «valora los logros económicos y sociales que han traído a Navarra» y que se quiere premiar «la capacidad de diálogo y de llegar a acuerdos que han dotado a Navarra de notable estabilidad». Ya. Es decir que esta medalla es la continuación por otros medios de la medalla de 2004 a Volkswagen, automedalla al no tan casto connubio entre política, sociedad, empresa y sindicato.
Un modelo de crecimiento que ya no merece ningún premio
Sé que es pecado decirlo, pero el modelo navarro de «concertación social» se tambalea. Nadie cree más que yo en la necesidad de integrar trabajo y capital al servicio de la comunidad. Pero en Navarra se han consolidado a lo largo de los años una serie de vicios que han hecho creer a empresarios y trabajadores en el eterno progreso arrimados a la ubre pública; y esos vicios van a ser difícilmente sostenibles en tiempos de crisis, cuando habrá que elegir entre sacrificarnos todos –todos- al servicio de una empresa común o caernos todos juntos –todos- del guindo foral.
José María Fidalgo acaba de pedir ayudas públicas directas y mediante avales al sector de la automoción (casualmente), para «apoyar directamente a sectores con futuro y que ayuden a tener una plataforma industrial, porque es la única manera de no tener una economía dependiente exclusivamente del endeudamiento de las familias». Polémicas aparte, y teniendo en cuenta que la Hacienda española y la navarra ya no acuñan moneda, ¿quién cree Fidalgo que pagará esas «ayudas públicas»? Las familias, con sus impuestos, como siempre. ¿Damos una medalla a un modelo consistente en regalar a grandes empresas el dinero de los trabajadores, de los ahorradores y de la clase media? Muy bien, pero digamos a cada contribuyente cuánto dinero paga de su bolsillo a las ideas de UGT y CCOO.
Pagaremos su agonía
No creo que los sindicalistas de UGT y CCOO sean malas personas. Ni mucho menos. Creo simplemente que han vivido muy bien, con grandes prebendas públicas, manteniendo un clima de privilegio en torno a las grandes empresas –especialmente extranjeras- y despreciando bastante nuestras propias fuentes de riqueza. Riqueza modesta, trabajada y no tan reluciente como un dorado Phaeton, pero riqueza que depende de nuestro ingenio, de nuestro suelo y de nuestros brazos, no de cuentas de resultados lejanas en el espacio y volátiles. Demasiado volátiles.
Esta medalla de oro póstuma –felicidades, de todos modos: ya tienen ustedes algo en común con personas realmente grandes- será recordada como símbolo de una crisis del modelo navarro de desarrollo. Una crisis que sufriremos y pagaremos todos, y que se llevará por delante muchas cosas que hasta ahora, y durante demasiado tiempo, creíamos seguras. Ya no lo son, y muchos trabajadores van a pedir explicaciones antes o después. Quizás tengan que pedir su parte de medalla y tengamos que acordarnos de la diferencia entre los méritos permanentes y las amistades interesadas.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de diciembre de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/ccoo-premiados-modelo-economia-resquebraja-90361.html