España: cada vez más avestruces y menos profesores

Por Pascual Tamburri, 23 de diciembre de 2008.

Nadie niega la crisis del sistema educativo. Pero causa vergüenza ajena ver cómo quienes más se quejan son algunos culpables y los que rechazan las soluciones. Con la cabeza bajo el ala.

Se atribuye al avestruz la costumbre de meter la cabeza debajo del ala. No es por desgracia uso exclusivo de estas aves: cada vez más hay políticos, padres, alumnos y, ay, profesores, que se quejan de nuestra educación, pero que se niegan a ver las causas y las soluciones donde realmente están. A menudo, porque ellos mismos son responsables de que estemos como estamos.

En el último informe del Consejo Escolar de Navarra sobre nuestro sistema Educativo, Teresa Úcar ha subrayado que durante el pasado curso el 71% de los nombramientos directores de escuelas e Institutos fueron forzosos: los profesores no quieren dirigir los centros en los que trabajan y al final la Administración tiene que renunciar al proceso electoral establecido por la Ley y designar un director.

El presidente de la Asociación de Directores de Instituto y director del IES «Navarro Villoslada» de Pamplona, Alberto Arriazu, explica que ser director es poco atractivo porque no hay suficiente capacidad de gestión ni autonomía de los equipos directivos para desarrollar su plan.

Según las normas vigentes, un director tiene que ser votado por los representantes de profesores, alumnos, padres y personal auxiliar, y olé. Para ser elegido tiene que presentar un plan de gestión, a modo de programa electoral. Pero después carecen de libertad para cumplir lo prometido. Por un lado están hipotecados por el profesorado del Centro (y otros miembros de la comunidad educativa). Por otro el Departamento de educación autonómico dicta normas que prevalecen sobre la autonomía del Centro hasta en lo más nimio, a menudo sin orden ni concierto, y además debe proporcionar los medios materiales, económicos y humanos, sobre los que el centro no es autónomo.

Si a esto añadimos la baja estima social de las tareas de dirección y la escasa compensación económica que se da a una tarea que llena mucho más que una jornada laboral normal, es lógico que muchos centros naveguen sin rumbo, con capitanes que no quieren serlo y con una tripulación amotinada.

¿Hay orden sin autoridad?

El sindicato APS, de mis compañeros de Secundaria, rechaza que los directores tengan más autonomía. Según este sindicato, la Asociación de Directores quiere cargos con una «autoridad incuestionable», mientras que lo deseable es que la labor del director esté condicionada desde el claustro del Centro. Está por venir una reforma del Reglamento de Funcionamiento de los centros públicos, y se debate ahora qué orientación darle. Para unos, si hacen falta orden, eficiencia y rumbo es preciso respaldar la autonomía del centro con la autoridad de quien lo gobierna. Para otros, hablar de autoridad es «una afrenta hacia la enseñanza pública y sus docentes», y es preferible una especie de gobierno asambleario desde el claustro, con el director como mero ejecutor.

¿La propuesta de la ADI es incompatible con la misión de formar «ciudadanos libres y con espíritu crítico»? Personalmente creo (y esto es casi una cita: prometo un sugus a todo alumno que sepa encontrar la fuente) que estamos en las aulas para enseñar y defender la democracia (y otras muchas cosas), pero no para practicarla. Dar más autonomía a los centros sin dar más autoridad a los directores, o dar más medios a los centros y más dinero a los directores, pero impidiendo que los usen conforme al proyecto de gestión a la misión específica de la institución es un derroche innecesario de tiempo y de dinero.

Hay dos modelos de centro educativo que funcionan. Un modelo centralizado, francés a la vieja usanza, donde las órdenes, programas, reglamentos, medios y profesores vienen jerárquicamente impuestos desde la Administración, de manera que directores y docentes (sometidos los segundos a los primeros) son fieles ejecutores de un proyecto decidido por quien tenga autoridad. El otro modelo, el anglosajón basado en al autonomía y diversidad de los Centros, implica darles autonomía para contratar y despedir profesorado, para organizarse, para obtener medios y para ofrecer a la sociedad un perfil diferenciado.

Elegir rasgos de los dos modelos y combinarlos a la española ha dado el resultado que conocemos. Queremos autonomía pero no responsabilidad; queremos orden pero no jerarquía; queremos alumnos respetuosos pero elegimos no serlo nosotros; queremos enseñar pero damos a todo el mundo igual voz y voto, como si ya supiesen. Es el modelo progre del 68, que ya padecemos. Muy bien, es lo que tenemos: pero que nadie se queje de «cómo estamos» delante de mí después de haber rechazado la «autoridad incuestionable». Si no quieres autoridad no te quejes de que no puedes dar clase, compañero avestruz.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de diciembre de 2008, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/espana-cada-avestruces-menos-profesores-91086.html