Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de enero de 2009.
Los estudios científicos sobre el cáliz de la catedral de Valencia son concluyentes sobre la verosimilitud de la tradición que considera que de él bebió Jesucristo en la Última Cena.
El Santo Grial, permanente objeto de especulaciones con escasa base histórica, protagonizó la tercera entrega de la serie de Indiana Jones.
Janice Bennett. San Lorenzo y el Santo Grial. La historia del Santo Cáliz de Valencia. Ciudadela. Madrid, 2008. 334 pp. 19,50 €
Desde la llamada Reforma protestante, y más aún desde la afirmación científica de la filología en el siglo XIX, ha sido de buen tono en los ambientes progresistas considerar los Evangelios carentes de fundamento histórico y material. La veneración de Jesucristo y de los santos a través de las evidencias materiales ligadas a ellos era, y para muchos es, simple devoción primitiva en el mejor de los casos y pura superstición en el peor. El problema es que el cristianismo no es una fe cualquiera, sino una que, precisamente, se coloca en el centro de la historia y desarrolla sobre esta tierra una parte esencial de sí misma.
Por esa naturaleza histórica de Cristo y del cristianismo la Iglesia veneró desde sus inicios los restos dejados en la tierra por quienes –para quien comparten la fe- reinan ya en el cielo. Las reliquias, esos restos considerados signo y camino a la salvación, han sido durante dos milenios objeto de veneración. También de falsificación, sirviendo después las más burdas de éstas para desacreditar la idea misma de reliquia. Y naturalmente las reliquias más codiciadas han sido las ligadas al mismo Cristo, que ya dieron lugar en el siglo IV a la peregrinación y búsqueda de Santa Elena.
Un libro necesario
Janice Bennett es una profesora universitaria norteamericana y en este libro trata de hacer luz sobre una de las reliquias más singulares de la Cristiandad: el Santo Grial de la catedral de Valencia. La tarea no es fácil porque topa con prejuicios bien arraigados incluso entre los católicos acerca de la veracidad y, aún peor, de la fiabilidad de las reliquias. Quizás por no ser europea Bennett afronta el desafío sin complejos ni prejuicios y ofrece, finalmente, una conclusión que a muchos sorprenderá.
El libro de Bennet no es una investigación científica, sino un relato ameno que pone al alcance de todos los públicos las conclusiones científicas actualmente disponibles. Obviamente no entra, ni debe entrar, en consideraciones técnicas, pero se remite a los hallazgos de los investigadores que se han ocupado a lo largo de las últimas décadas del cáliz valenciano, y convierte la historia del Grial en una apasionante aventura que tiene la singularidad de haber sido realidad y no ficción.
A lo largo de los siglos la Europa cristiana se ha acostumbrado a incluir el Grial (unas veces como Cáliz de la Cena y otras veces como otro objeto mistérico) en sus propias obras de ficción. Esta tradición, que desde el ciclo artúrico llega hasta Indiana Jones, ha supuesto un lastre adicional para el reconocimiento real del Cáliz, más aún que otras reliquias. Precisamente su importancia central en la fe le ha dado una relevancia que hoy llamaríamos mediática y que no ha hecho especialmente fácil la vida de la pieza valenciana y de quienes la han custodiado.
Un objeto y una tradición
Es un gran bien que sea una americana la autora de este magnífico libro, porque a ella no pueden reprochársele prejuicios localistas (ha habido otros pretendidos Cálices en Europa) ni falsos pudores a la hora de señalar los puntos fuertes y las debilidades del relato griálico. Porque junto al objeto, y sin posible separación de él, hay que considerar hoy la historia de su custodia, de lugar a lugar a lugar, incluyendo las persecuciones imperiales romanas, la invasión musulmana y, en el siglo XX, la persecución anticatólica en la llamada zona republicana.
En cuanto al objeto en sí mismo, Bennett parte del análisis realizado hace cincuenta años por el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza Antonio Beltrán (hijo de Pío Beltrán, en una notable saga académica), que concluyó que la copa superior del actual Santo Cáliz, de ágata, pudo estar en la mesa de la Santa Cena porque fue labrada en Oriente en el siglo I ó antes. El soporte material no es contradictorio con la pretensión de la tradición y de la devoción, y esto en sí mismo es un acontecimiento digno de mención. Pocos otros objetos bimilenarios siguen en uso, y la arqueología no puede ir más allá de las posibilidades. Bennett tiene el mérito de contarlo, eso sí, de manera sencilla, comprensible y nada erudita.
La segunda parte del complejo griálico es su tradición en sentido literal, es decir, el conjunto de documentos escritos y de tradiciones orales que explican su custodia desde Tierra Santa hasta España, y en ésta durante diecisiete siglos. La hagiografía, la iconografía tanto valenciana como pirenaica, las propias historias de Valencia y de San Juan de la Peña coinciden de manera constante y consistente en aceptar que el Cáliz hoy depositado en Valencia es el Santo Grial.
La razón no da certezas, pero en este caso no descarta las sólidas probabilidades de veracidad. Otros candidatos, como el Cáliz de Antioquia, el Sacro Catino de Génova, el Santo Cáliz de Cebreiro (Pontevedra) y una patena conservada en el Palacio Imperial de Viena carecen de la tradición y de la probabilidad material que sí se dan en Valencia. Con certeza este objeto es el mismo entregado en el siglo XV por Alfonso V de Aragón a la catedral que lo custodia, y antes había estado en iglesias pirenaicas desde el siglo III. La tradición quiere que fuese San Lorenzo quien lo trajo de Roma a Hispania en ese momento, y Bennett explica cómo nada hay contra una tradición por lo demás ampliamente seguida y suficientemente explicable, cuyo primer paso sería su llegada a Roma desde Palestina en época apostólica.
Bennett, sin embargo, hace más que todo esto. Como norteamericana se sorprende de la fe con la que el Grial ha sido custodiado y reverenciado durante generaciones, y muy especialmente cómo durante las persecuciones (musulmana, brevemente francesa y desde luego frentepopulista) siempre ha habido fieles dispuestos a morir por salvar este Cáliz. Es, muy probablemente, el Santo Grial, pero al terminar el libro de Bennett se siente el orgullo de ser español y se admira la fe de quienes nos precedieron.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 9 de enero de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/busqueda-santo-grial-concluyo-hace-mucho-tiempo-tuvo-exito-91621.htm