Por Pascual Tamburri, 20 de enero de 2009.
Mariano Rajoy entrega en Pamplona los primeros carnés del renacido PP foral. Navarra fue el primer signo de descomposición en el centroderecha, y allí debe empezar la cura.
Este martes Mariano Rajoy se ha desplazado a Pamplona para repartir, junto al coordinador del PP de Navarra José Ignacio Palacios, los carnés de los primeros militantes populares en la Comunidad Foral tras la ruptura del pacto entre PP y UPN. Aquella decisión de Miguel Sanz forzó la reaparición del PP en Navarra el pasado otoño tras 17 años de fructífero acuerdo, y fue en sí misma una señal de los problemas a los que se enfrenta Rajoy.
Mientras el PP fue grande y poderoso con José María Aznar nadie osaba levantar la voz en provincias, y no por miedo sino por interés o por convicción. Sí hubo un amago gallináceo de sumisión a los dogmas progres con la crisis del Prestige, y otro aún más grave con la guerra de Irak, pero todo pareció sosegarse. La imagen de los líderes de UPN junto a los cabecillas de la izquierda y acompañados de ikurriñas, banderas rojas y preconstitucionales republicanas, a las puertas del Parlamento navarro en 2003, pareció un mal sueño cuando en 2004 todas las encuestas daban como vencedor a Mariano Rajoy. Pero luego llegó el 11-M y la derecha quedó en la oposición.
UPN –cuya historia aún no ha sido escrita, y sólo puede escribirse cuando todos los documentos de la derecha españolista navarra sean publicables- no era hace cuatro años o hace uno muy diferente de algunas ramas regionales del PP. El PSOE tiene capacidad de coacción nacional, porque de Madrid dependen obras, favores, dineros y benevolencias; el PSOE tiene capacidad de chantaje local, porque si la derecha no tiene mayoría absoluta puede coaligarse con los independentistas o amagar hacerlo. Allí donde la derecha antepone su interés local, que a menudo es el de sus representantes locales, a ciertos principios permanentes y a cierto proyecto nacional, la tentación es evidente: el compadreo con la izquierda para mantener en pie la barraca.
¿Que eso da al PSOE un poder que los votantes de la derecha no querían? Eso importa sólo si uno tiene realmente un proyecto nacional. ¿Que todo esto consolida a Zapatero en La Moncloa? Hay quien ve más cómodo vivir «contra» Zapatero que lo que fue hacerlo con Aznar. Como macabra burla de un libro reciente, «Navarra fue la primera», pero esta vez para huir del peligro y no para combatirlo.
No quiero ni imaginar qué diría de todo esto Javier de Lizarza, aunque sí sé qué pensaría de la vertiente madrileña de esta nueva Navarra oficial, la representada por Salvador Estébanez, tres años de delegación y de loas periodísticas. Con embajada en Madrid y con partido regionalista identitario, desligado de su natural vertiente nacional, una parte de Navarra ha avanzado hacia el camino que mucho antes recorrieron PNV y CiU y que quizás alguien más quiera seguir en el PP. Un camino más cómodo a corto plazo, con negocietes identitarios como el que ahora mismo Eroski y Mondragón están montando a costa de sus cooperativistas, con desarreglos sonrojantes como contratar a una compañía privada la vigilancia de seguridad de las comisarías una policía autonómica, y con mentiras históricas carísimas e impresentables como la de Iruña-Veleia, que no es ni la única ni la más patética. Y esto sin hablar de urbanismos y demás pecadillos, claro. Un camino malo para España y para el centroderecha nacional, aunque cómodo y bien nutrido.
Por eso, para que no se extienda el ejemplo, para que el PP sea con rotundidad el baluarte de la Navarra foral y española y de una España respetada dentro y fuera de sus fronteras, es bueno que Rajoy venga a Pamplona. Su camino aquí no será fácil, pero es, sencillamente, necesario. Bienvenido al futuro.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 20 de enero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/rajoy-visita-lugar-donde-empezaron-todos-problemas-92056.html