El año de Obama es 1968, 2009 es el año de La Ola

Por Pascual Tamburri, 22 de enero de 2009.

Obama representa los valores progres de mayo del 68, aunque en su versión americana suavizada. Esta crisis es menos económica que de principios, y una película ha retratado los riesgos.

Barack Hussein Obama ya es presidente de los Estados Unidos. En su toma de posesión y en sus primeros pasos ha respetado las formas tradicionales del poder menos tradicional del mundo, que es el norteamericano. Pero su fiabilidad conservadora viene empañada por lo que representa, que no es exactamente lo que ha dicho: en él vive y triunfa la revolución cultural progre del 68.

Obama es un epígono del 68, el último coletazo de algo que en Europa es mucho más fuerte que en Norteamérica, los valores de la izquierda postmarxista, progre: más derechos que deberes, más comodidad que sacrificio, más egoísmo que libertad, más rebaño que comunidad, más inmanentismo que trascendencia, más comodidad que Patria, y todo ello en nombre de una felicidad a la que sólo se conoce con el nombre de bienestar, con la apariencia de riqueza. Es notable que Obama haya tenido que suavizar todo esto hasta hacerlo aceptable para una América esencialmente conservadora, y que en cambio la Europa progre (sea de izquierdas sea de centro sumisillo) ande más preocupada por las apariencias tradicionales que por la sustancia sesentayochista que, esa sí, enamora a nuestra casta política y cultural.

La historia de un fracaso que no es tal

Periódicamente se reabre el debate sobre el 68, en el que normalmente algún liberal (en España, digo) proclama la necesidad de «superar el 68». El problema es que el 68 ya ha tenido lugar, y que ha sembrado en campos propios y ajenos (una semilla en buena medida individualista y materialista, por cierto). Lo progre ya no es sólo de la izquierda oficialmente etiquetada como tal, ni se atiene a las formas progres clásicas, ahí está Obama para definirlo. Naturalmente que ya son conocidas las consecuencias desastrosas de la progresía rampante, porque hoy todos vivimos en el 68 y sus consecuencias de un modo u otro. El fracaso económico de algunas de sus fórmulas y la evolución aparente de la política no debe ocultar que su dominio cultural no tiene otra alternativa aún que el mero rechazo sin salida. Obama es un síntoma de ese viejo tumor aún no extirpado; que no crece, pero que no lo hace porque ya ha llegado a su plenitud. Sólo un cirujano que tenga algo mejor que poner en su lugar podrá sanar el mal, porque el 68 –que es el año de Obama– vertebra la vida de nuestros pueblos.

La tentación totalitaria

No hace falta ser Margherita Sarfatti ni Hannah Arendt para saber que sin un individualismo materialista llevado a lo patológico no hay posible reacción totalitaria. El totalitarismo no es una ideología sino un vehículo, entre otras cosas, para responder la soledad y el vacío de sentido inherente antes al liberalismo y hoy a la nueva iglesia progre del 68. Treinta años después de que el 68 triunfase como aparente reacción frente a un liberalismo que en realidad se limitaba a exacerbar en algunos puntos, Dennis Gansel ha presentado en España su película La ola. Los hechos reales que inspiran la película se deben al experimento de 1967 del profesor Ron Jones. No es una cuestión de libertad o de dictadura, sino de vacío existencial y de cómo la naturaleza humana demanda unidad, grandeza, solidez, sentido: algo que un régimen totalitario ya dio mejor que un liberalismo en decadencia, y que aún podría tentar a muchos ante un 68 obámico que fracasase.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 22 de enero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/obama-1968-2009–92160.html