Objeción, división, desilusión, corrupción: lo que ZP debe a Navarra

Por Pascual Tamburri, 31 de enero de 2009.

La izquierda española sólo admite la objeción de conciencia cuando la plantean los progres. La derecha, mientras, se suicida siguiendo el ejemplo navarro. ¿Sobreviviremos a 12 años de ZP?

Estos días se ha conmemorado el treinta aniversario de la revolución iraní, el día mundial del exterminio judío, el día internacional de la paz y unas cuantas cosas más. Pero febrero empieza con tres noticias mucho más recientes – relativas a objeción, división y corrupción- que pueden cambiar decisivamente las reglas del juego político. Se está acelerando un proceso de descomposición de consecuencias imprevisibles. ¿Hay que alegrarse? Incluso si hubiese una solución a la vista el camino sería duro e incierto; sin una respuesta es insensato o necio, más que temerario, pensar que de esta situación abismal va a salir milagrosamente una España mejor.

Vivimos en la España de Zapatero. Una España donde la izquierda ha definido las conciencias de la gente mucho más de lo que temían los que recurrieron la anecdótica Educación para la Ciudadanía. Una España donde la derecha ha decidido una vez más ahogarse en su propia miseria, dividirse en taifas y dejar que cada cacicato busque el bienestar de su hueste renunciando a una visión unitaria y sólida de España. Todo ello mientras a las risas de la izquierda se une el escarnio de los nacionalistas, al fin y al cabo meros precursores en la idea de llevar a su extremo el atavismo tribal de la derecha. Entre vasquistas y catalanistas por un lado y lo que estamos viendo en Navarra y en Madrid por otro la única diferencia es un siglo de retraso.

¿Insumisos contra objetores?

El Tribunal Supremo ha decidido por mayoría que no se puede objetar a Educación para la Ciudadanía. Según los magistrados no se lesionan derechos fundamentales de los padres, aunque sí lo habría hecho una imposición de valores que ateniéndose a la sentencia no se da en la vigente Ley de Educación. La izquierda lo ha celebrado, pero la derecha social activa contra esa asignatura aún no se ha dado cuenta de que la izquierda estaba festejando el asunto desde mucho antes de vencer en los tribunales. Y eso si es que ha vencido, como bien ha puesto en duda en las páginas del El Semanal Digital el profesor Luis Miguez.

El problema no es y nunca ha sido la Educación para la Ciudadanía, sino cómo se deben repartir los papeles las familias y el Estado en la educación de los jóvenes. Incluso yendo más lejos lo que está en debate son los deberes que el Estado puede imponer a los españoles y los que no puede. La sentencia deja las espadas en alto, pero el proceso en su conjunto debería haber sacado los colores a la izquierda y sin embargo la parte más pacata del centroderecha se las ha arreglado para quedar mal ella misma.

Al fin y al cabo, ¿no es la misma izquierda antiobjetora hoy la que negó en la práctica el derecho y deber de defender a España, artículo 30 de la Constitución, fomentando los delitos de objetores e insumisos? ¿Es posible negar a las familias el derecho prioritario a educar a sus hijos y a la vez haber fomentado la deserción en los Ejércitos? La derecha puede aún olvidar sus dudas existenciales y dedicarse a lo que su base social quiere: a explicar por qué este Gobierno, lleno de incoherencias, no tiene derecho a hacer lo que hace, y a asegurar que estas leyes serán cambiadas sin complejos cuando el PP pueda hacerlo. El resto es metafísica y en política sobra.

División, desilusión, escepticismo, resignación

La derecha navega sin rumbo, y de los buques en peligro las ratas saltan antes que los marineros. Así nacieron los nacionalismos de derechas hace un siglo: huyendo caciquilmente de la descomposición en vez de luchar contra ella. Madrid (Ayuntamiento y Comunidad juntos y por igual) ha sido un ejemplo de todo lo que no se debe hacer en política. Ante una situación difícil para la gente hay que dar respuestas y no dedicarse a las peleas de pasillo con la vista puesta en el día después de las derrotas que pueden venir pero también se pueden evitar.

No hay un culpable individual, sino una culpabilidad colectiva: el sainete vergonzoso de Madrid y sus espías no ha hecho más que destapar el alma sumisa, perdedora, localista, egoísta y resignada de una parte de los dirigentes de la derecha. Hay personas que ya no piensan en servir a España y en derrotar a la izquierda, sino en adaptarse a un aún más largo gobierno de Zapatero, en congraciarse con él, en ganarse incluso su displicente benevolencia.

La derecha española redescubrió esta vertiente suicida en Navarra. La ruptura del pacto entre UPN y PP tuvo como causa estructural el predominio (en determinados círculos de poder) de lo local sobe lo nacional, de lo egoísta sobre lo patriótico, de lo cercano e inmediato sobre los amplios horizontes españoles y europeos. Las querellas internas del PP no han hecho más que llevar a otras regiones la misma peste. Para unos hay urbanismo egüesino, cajas A, B y C cirboneras y rechazo a las comisiones de investigación de la mano del PSOE sin preocuparse de dejar la razón en manos de los abertzales. Para otros hay policías privadas, manipulación de los medios y cálculos sucesorios.

En todas partes el resultado es el mismo, la desesperanza y la perplejidad en la derecha social. Eso sí, que nadie se equivoque: esta derecha está movilizada, a diferencia de la de los años 80 y de la de tiempos de Cánovas, y se hará oír pasando por encima de todo y de todos. Ahí estaremos, y ahí estará quien represente la voz nacional del centroderecha español. En esa batalla de ideas y de futuro no se admitirán objetores.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 31 de enero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/objecion-division-desilusion-corrupcion-debe-navarra-92514.html