Por Pascual Tamburri Bariain, 2 de febrero de 2009.
Muchos quisieron matar a Hitler, pero sólo uno se atrevió a intentarlo: el conde Claus Schenk von Stauffenberg, un militar profesional, católico practicante, poco demócrata y nada nazi.
Tobias Kniebe. Operación Valkyria. Un día que conmocionó al mundo. Militaria Planeta. Barcelona. 2009. 219 páginas. ISBN: 978-84-08-08264-4. 18,27 €
Adolf Hitler es, más de setenta años después de su muerte, el personaje más odiado en el mundo. En su propio tiempo fue el hombre más amado y reverenciado de Alemania y el más polémico del resto de países. A nadie dejó indiferente. Su fama, indisolublemente ligada al sangriento resultado de la Segunda Guerra Mundial y asociada para muchos al mal absoluto, no decae con el paso de las décadas. Prueba de esa vitalidad mítica es el éxito de la película Valkiria, protagonizada por Tom Cruise; y prueba del odio aún vivo, insólito para un personaje muerto, es que el actor norteamericano haya insistido una y otra vez –el pasado 27 de enero en Madrid, por ejemplo- en su deseo de «matar a Hitler» .
Tom Cruise no puede matar al líder nazi porque éste murió en 1945, por su propia mano y sin que nadie lograse lo que fue sueño de muchos: asesinarlo. Hasta su suicidio en Berlín Hitler gobernó Alemania, y durante doce años ningún movimiento de resistencia interior se hizo popular ni alcanzó una envergadura masiva. Puede discutirse si ese control se debió al fervor que lo elevó democráticamente al poder en 1933 y lo sostuvo en él después, si más bien fue consecuencia de la organización totalitaria del gobierno o si ambos elementos –consenso activo de las masas y vertebración totalitaria de Partido y Estado- fueron inseparables. Es indiscutible que la resistencia alemana contra el régimen de Hitler, incluso en los momentos de mayor debilidad de éste como consecuencia de las derrotas militares, fue cuestión de minorías, y no precisamente siempre de minorías democráticas.
El libro de Tobias Kniebe que nos propone Militaria – Planeta ha sido tan criticado como la película de Bryan Singer y el guión de Christopher McQuarrie, a los que sirve ampliamente de inspiración. Pero las críticas no han tenido en cuenta la naturaleza del libro ni de la película: no es un libro de investigación histórica ni se trata de un documental, sino de una narración dinámica y de una película de acción, a los que no se puede pedir precisiones de erudito sino que describan un momento histórico y que sitúen en él una aventura verosímil y no incompatible con lo que la ciencia nos permite saber. En esta empresa el libro de Kniebe es insuperable y combina el rigor del dato con la pasión de una aventura portentosa.
El protagonista de una aventura única en la historia
A pesar de que el personaje más citado en el libro y el más importante en la historia es el Führer y canciller del Reich, el protagonista de la aventura es el coronel conde Claus Philipp Maria Schenk von Stauffenberg, un militar profesional, de muy rancia nobleza, mutilado y héroe de guerra, universitario, católico practicante, nacionalista alemán, admirador de Stefan George y de convicciones tan románticas como poco democráticas. Tom Cruise ha aceptado llevar a la pantalla, y lo ha hecho con éxito, a un hombre enormemente contradictorio y atractivo, cuya vida se saldó con una larga serie de equívocos y de frustraciones y un aparente fracaso, pero que se ha convertido en uno de los héroes nacionales de la actual Alemania.
Kniebe no oculta que en Alemania los enemigos de Hitler, al menos los capaces de actuar eficazmente contra el dictador, eran una minoría exigua, incluso en 1943 y 1944. Esa minoría no defendía en general –excepto los comunistas exiliados en la URSS, al servicio activo de aquel otro totalitarismo aún más completo y sanguinario- la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, sino que trataba de separar el destino de su Patria del de su régimen. Los conspiradores contra Hitler se concentraron en unos cuantos cenáculos militares, intelectuales y aristocráticos, y se caracterizaron más bien por largos años de latencia inoperante, y por una torpeza decisiva a la hora de actuar. No querían una Alemania democrática, sino una Alemania libre de Hitler y de la derrota. El propio Stauffenberg es en su biografía una prueba de que la capacidad de seducción de Hitler y el entusiasmo desatado por sus éxitos interiores y exteriores tardaron mucho en desaparecer… allí donde desaparecieron.
¿Cuándo es legítimo dar un golpe de Estado?
No nos encontramos ante la biografía completa de un héroe, sino ante el relato minucioso y brillante de un acto terrorista fracasado. El caso de Stauffenberg plantea una cuestión moral, la del tiranicidio, que ha preocupado a los pensadores occidentales de todos los siglos. ¿Es lícito matar al tirano? ¿Es posible tener la certeza moral de que el que consideramos mal gobernante es en realidad un tirano? ¿Son el asesinato, el terrorismo y el golpe de Estado legítimos en algún caso? Stauffenberg y unos pocos más como él resolvieron contra Hitler una cuestión que el mismo santo Tomás consideró más que espinosa. Lastrados seguramente por su propia formación superior y por su visión del mundo no fueron capaces de articular un plan que fuese más allá de la liquidación física de Hitler: fueron en eso víctimas de la propaganda nazi, para la que todo tenía su respuesta y su razón en el Führer.
Si el problema podía ser solucionado sólo eliminando al tirano, era necesario un hombre capaz de afrontar un riesgo personal enorme con grandes probabilidades de fracasar. El hombre fue Stauffenberg, de quien su viuda recordó siempre que «él era consciente, con toda modestia, de ser alguien fuera de lo común». El coronel no fue siempre un antinazi militante, puesto que su propio nacionalismo alemán y el ansia por cancelar la vergüenza de Versalles lo hicieron colaborar en la maquinaria de guerra nazi, para él más un acto de deber patriótico que una adhesión ideológica. Participo en la campaña de Francia en las fuerzas panzer, y antes aún en la de Polonia, donde dejó escrito que «la población es una chusma increíble, muchos judíos y mucha gente mezclada. Un pueblo que seguramente sólo se encuentra bien bajo el látigo. Los miles de prisioneros harán mucho bien a nuestra agricultura». Sólo la deriva de la guerra hacia la derrota y hacia la innecesaria crueldad convirtieron a Stauffenberg primero en un conspirador activo y después en un terrorista frustrado.
Muchas casualidades, incluyendo un cambio de horario debido a la visita de Benito Mussolini el mismo día, salvaron a Hitler el 20 de julio de 1944 como lo habían salvado antes. Nunca sabremos qué habría sucedido si los conspiradores hubiesen triunfado, y en qué medida la guerra de los Aliados era contra una ideología o contra un pueblo. Kniebe nos permite conocer en cambio a un hombre de otro siglo, para quien la comunidad popular nacionalsocialista no tenía sentido ya que había nacido en un contexto rural en el que las relaciones entre nobleza y campesinado padecían muy poco aún los problemas modernos que llevaron a Hitler al poder. Un caballero como Stauffenberg no pudo triunfar en la Alemania moderna, mecánica y materialista del siglo XX. Él murió dignamente creyendo que así contribuía a que Alemania viviese, y verle actuar en las páginas del libro de Kniebe permite una reflexión sobre las contradicciones de nuestro tiempo, en el que el conde pertenece al mundo de los vencidos tanto como su frustrada víctima el dictador. Raramente nos es posible disfrutar de un libro de aventuras que a la vez deje espacio a la reflexión. Este es el caso, y el libro de Kniebe completa la película de Cruise en lo que ésta tiene de inevitablemente imprecisa.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de febrero de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/cruise-cometeria-asesinato-digno-aristocrata-92551.htm