Por Pascual Tamburri, 2 de febrero de 2009.
‘Queremos saber’ por qué la derecha se avergüenza de sus principios. Aceptar los programas de la izquierda y de los nacionalistas sólo garantiza que éstos gobernarán siempre.
Benigno Pendás acaba de arengar desde ABC a nuestros políticos explicando que «es preciso disputar y ganar el debate ideológico y cultural por parte de una derecha indolente en exceso». Algo que la izquierda tiene muy claro hace dos siglos y que la derecha olvida o teme casi siempre. No vale, nunca ha valido, mirar atrás o limitarse a rechazar lo que aparentemente propone la izquierda, porque «fuera del mundo moderno sólo hay sitio para el rincón de la nostalgia» y porque «gritar a la defensiva con tono de Apocalipsis es una fórmula infalible para perder la batalla». Tampoco vale dar por buenas las ideas de la izquierda, identificarlas con la modernidad y limitarse a la «gestión eficiente». Menos aún, en tercer lugar, unir los dos vicios de la derecha y aunar nostalgia, complejos, griterío, vaciedad y sumisión ideológica.
Ninguno de esos tres caminos nos vale: la derecha española no puede renunciar a la batalla de las ideas sin renunciar a hacer verdadera política. La derecha, sí, llámenla ustedes como quieran, es y siempre será esa parte plural, diversa y variopinta de España que rechaza los dogmas progres y que quiere defender la identidad nacional, el orden, la libertad, la autoridad, la moral pública, las tradiciones milenarias, la dignidad del Estado sin deificarlo y la propiedad privada sin absolutizar sus bondades. De nada valdrá que el centroderecha conquiste o recupere el poder si después no está dispuesto a usarlo al servicio de sus principios.
El equívoco del poder aturde a la derecha acomplejada
En El Semanal Digital siempre se ha dado amplio espacio al realismo político: desde Saavedra Fajardo y Hobbes hasta Carl Schmitt sabemos que la política es el arte de conquistar, mantener y ejercer el poder. Ahora bien, de ahí al relativismo hay un abismo. Una cosa es colocar el poder en el centro de la acción política. Otra bien distinta es olvidar para qué se quiere el poder. La derecha, nuestro centroderecha en general y algunos de sus dirigentes en particular, olvidan a veces que los ciudadanos los colocaron en determinada posición para defender unos principios y aplicar un programa. Tener principios y programa, lejos de ser un lastre para la conquista del poder, es un requisito para que sea verdadero poder. Es verdad, como dice Ángel Collado, que la propaganda es el punto débil del PP, hasta la anorexia. No es menos cierto que la propaganda es un vehículo para comunicar con los españoles, y si no se comunica nada, si no se comunica lo que nuestros votantes viven como propio o si se comunica básicamente lo mismo que la izquierda el vehículo estará vacío.
Zapatero es la prueba de que sin principios no hay poder. ZP tiene principios, y no los oculta: se limita a presentarlos de una manera grata a una mayoría de españoles. El error sería confundir el éxito propagandístico del PSOE con la validez universal de sus ideas. No se vence dando por buenas las ideas de la izquierda, sino comunicando bien las ideas propias como la izquierda hace con las suyas. Comunicándolas antes de las urnas y aplicándolas después de ellas, claro. Si no se acepta eso es preferible estar en la oposición, porque al menos nuestra gente no perderá la esperanza.
«Queremos saber»
Yo entiendo y aprecio a mi presidente Miguel Sanz, que ha recorrido con UPN un camino que no pocos proponen para el resto de la derecha: para evitar perder la apariencia del poder aceptar el programa de la izquierda, y en ocasiones el de los abertzales. El prejuicio, en Pamplona y en Madrid, es que la derecha no puede vencer (como si no hubiese existido un José María Aznar y como si en Europa la mayoría fuese izquierdista). ¿Ha de renunciar a ser ella misma para gobernar? Entonces ¿por qué no renuncia sencillamente a existir? Nuestra gente –que es «nuestra», sí, y que nos hace «condenados a entendernos» como predica la propaganda oral de UPN y recordaba este domingo Ollarra– no quiere políticas de izquierdas, ni abertzales: quiere políticas conformes a nuestros principios, sea desde el poder sea desde la oposición.
Si hay razones para no creer lo que nuestra gente cree y para no hacer lo que nuestra gente quiere, en Pamplona y en Madrid, «queremos saberlo». Todo el centroderecha, incluyendo al CDN, comparte unos principios sin cuya defensa el poder es mera apariencia, es camino de la derrota electoral y es anticipo de un gobierno radical de izquierdas como el que padecemos desde 2004. Aunque parezca más difícil no nos resignamos, y yo sé que al final nos daremos la razón unos a otros si encontramos el camino que nuestra gente quiere que busquemos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de febrero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/basta-espias-pactos-luchar-ideas-derecha-92549.html