Un diplomático del PP da por terminada la «Alianza de Civilizaciones»

Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de febrero de 2009.

La experiencia de Javier Rupérez le permite analizar la posición internacional de España y de la ONU. Frente a los nuevos retos vuelve el realismo: ignorarlo sería suicida.

La experiencia de Javier Rupérez le permite analizar la posición internacional de España y de la ONU. Frente a los nuevos retos vuelve el realismo: ignorarlo sería suicida.


Javier Rupérez, El Espejismo multilateral. La geopolítica entre el idealismo y la realidad.. Almuzara, Córdoba, 2009. 216 pp. 22 €

Javier Rupérez lo ha sido todo en la vida internacional y en la vida política española. Cuando presenta su libro más reciente ejerce como cónsul general en Chicago, pero encabeza el escalafón de funcionarios de la carrera diplomática, y ha servido a España en destinos más que delicados. Fue nuestro primer embajador en la OTAN tras haber participado en la Conferencia de Helsinki en 1975. Pero su vida profesional se entrelaza sin solución de continuidad con su intervención en la política interior, siempre como militante del centroderecha democrático. Afiliado al PP fue diputado hasta 2000, cuando José María Aznar lo convirtió en una pieza decisiva de su política exterior al confiarla la embajada ante los Estados Unidos de América, que desempeñó hasta la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero.

Las convicciones democristianas de Rupérez y su larga participación en las grandes organizaciones internacionales de las que España es miembro podrían llevarnos a suponer que Rupérez es un decidido partidario de la solución de los conflictos a través de fórmulas idealistas. Lo cierto es que la cordobesa Almuzara ha publicado un libro atrevido que abrirá muchas heridas, ya que no se trata precisamente de unas memorias edulcoradas de anécdotas de una vida al servicio de España, sino de una toma de postura explícita ante las decisiones que España tiene ante sí en el seno de la comunidad internacional. Una postura polémica y dura que Rupérez explica en su propia experiencia.

En teoría desde la Segunda Guerra Mundial vivimos en un contexto internacional en el que los Estados ven limitada su soberanía por el Derecho internacional y por las Organizaciones en las que todos están igualitariamente representados. España ha vivido dos décadas de idealismo internacional casi ilimitado, y la corrección político ha hecho decir a unos y pensar a otros que la defensa de los intereses nacionales quedaba ya definitivamente subordinada a unas normas universales y universalmente respetadas. El gran problema es que entre la teoría y la realidad había un salto en el vacío.

Rupérez asume y explica que la igualdad entre los Estados es una mera ficción, apenas sostenible al crearse la ONU en 1946 y ciertamente irreal en 2009 con casi 200 Estados acreditados en Nueva York. La ONU no sirve ningún idealismo sino que se limita a seguir el rumbo que le marcan quienes en ella tienen vara alta; y del mismo modo, aunque con un nuevo lenguaje onusino, las relaciones entre los estados están marcadas hoy como siempre por las distintas relaciones de fuerza y de interés.

Para el embajador Rupérez todos estos no son males, sino hechos que conviene asumir para defender mejor los intereses de España y de los españoles. Sólo se convierten en un problema para los países que, a diferencia de casi todos los demás, renuncia a defender sus intereses y creen realmente en una paz universal siguiendo las incumplidas teorías de la ONU y de su predecesor Wilson. Quien se coloque en esa posición corre el riesgo de ser como Abisinia en 1936, que confió en las buenas palabras de la Sociedad de Naciones y por hacerlo ser vio arrollada por la invasión italiana.

La alternativa que Rupérez pone al idealismo ciego y al multilateralismo que anuncian interesadamente algunos es bastante sencilla: una aceptación realista de que Estados Unidos va a seguir siendo durante al menos una generación más la primera potencia militar, económica y diplomática del mundo, sin adversarios de su talla; y una defensa de los intereses de España en las relaciones bilaterales y en la participación en los organismos internacionales teniendo en cuenta que nadie nos va a regalar nada porque los países han vuelto al puro y duro realismo si es que alguna vez lo abandonaron.

Rupérez fue embajador en Washington de 2000 a 2004, y comprobó cómo nuestros teóricos amigos de la Unión Europea se lavaban las manos en 2002 ante la agresión marroquí de Perejil. No eran pocos los que habían soñado con un decadencia americana tras los atentados de septiembre de 2001, y tampoco fueron pocos los que acogieron con alivio la victoria de Zapatero en 2004. Porque el PSOE, en su afán de romper con el pasado, deshizo las buenas relaciones con Estados Unidos y renunció a la política propia de fuerza y prestigio. Ciertamente la «Alianza de Civilizaciones», de la que nadie habla ya, estaba dentro de la ortodoxia onusina y multilateral, pero no respondía a los intereses de España ni ha mejorado en nada nuestra posición en el mundo. Es, sencillamente, motivo de burla discreta y de manipulación por parte de otros países más conscientes de que sólo la fuerza y los buenos acuerdos bilaterales garantizan el desarrollo de una política exterior digna de tal nombre.

Entre 2004 y 2007 Rupérez desempeñó el puesto de director ejecutivo del servicio antiterrorista de las Naciones Unidas, en en este libro cuenta con detalles a veces sonrojantes su experiencia, con el rango de subsecretario general de la ONU. La ONU es opara el que se la trabaja, sencillamente, y España, que oficialmente aún cree que el Derecho internacional es verdadero Derecho y que los países son todos iguales, no consigue lo que quiere. A menudo porque sus actuales gobernantes no saben qué quieren, y tropiezan con rivales que sí lo tienen muy claro. La mayor parte de nuestros interlocutores ni siquiera entienden los Derechos Humanos como nosotros lo hacemos.

Habrá sin duda un Nuevo Orden Mundial, pero en él, como siempre, la fuerza y el realismo prevalecerán sobre los razonamientos infantiles. Incluso en el seno de la UE Alemania busca su propio interés, y ciertamente España nada gana apoyándolo gratis. La lucha antiterrorista es por ejemplo una prioridad de España, pero difícilmente puede lograrse sólo en el seno de una ONU tan inoperante como la que Rupérez describe. Ya se ha pasado el tiempo de los experimentos, y España necesita la constancia y el sano egoísmo nacional que muchos de sus amigos y aliados no ocultan. Leer este libro siembra desazón en quienes quieren una España mejor y más respetada, porque deja muy claro que no vamos por buen camino. Quizás por eso convenga leer a Rupérez.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 20 de febrero de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/diplomatico-terminada-alianza-civilizaciones-93263.htm