Los extraños complejos de una derecha que se deprime sin razón

Por Pascual Tamburri, 22 de febrero de 2009.

No sólo Baltasar Garzón sufre crisis de ansiedad mediáticas. La derecha frente a Zapatero oscila entre la depresión y los complejos mal curados: como la izquierda italiana frente Berlusconi.

Juan Manuel de Prada lo dice a menudo con claridad en ABC. Para él «la derecha desempeña en las sociedades democráticas, y muy concretamente en la española, un papel ridículo, cual es el de jugar una partida en la que el adversario elige campo y determina las reglas del juego. (…) cada día vemos a los políticos de derechas … adoptando posturas tibias en asuntos medulares en los que su adversario ha sentado cátedra, aceptando compungidamente la superioridad cultural de la izquierda, etcétera. De este modo, la derecha sólo puede aspirar a las migajillas de ganar unas elecciones de vez en cuando, un ´de vez en cuando´ que a medida que pase el tiempo exigirá el concurso de circunstancias más excepcionales (caos administrativo, corrupción generalizada, crisis económicas feroces, etcétera). Si la derecha no se conformase con estas migajillas, propondría una revisión a fondo del orden en el que las ideas de la izquierda han encontrado arraigo; pero esta revisión radical —que exigiría una refutación de las mentiras sobre las que se ha ido sedimentando la roña progre a lo largo de las décadas— no parece al alcance de la derecha que hoy padecemos» .

Según de Prada (y será difícil quitarle la razón), esta sumisión acomplejada de la derecha a la corrección política de la izquierda es causa de todos sus males, pero tendría su solución «si la derecha hubiese propuesto un orden propio; pero se conformó con conservar la libertad del liberalismo y el orden revolucionario, dando por buenos e inatacables los principios que los alentaban. Aceptar tales principios fue su pecado original; y de aquellos polvos vinieron estos lodos». Lógicamente, «cuando aceptas unos principios que no son los tuyos como premisas del funcionamiento político, es natural que las consecuencias de tales principios siempre actúen en tu contra. Y así le ocurrió a la derecha, que a cambio de unas pocas transacciones en el orden económico (respeto a la propiedad privada, etcétera), hubo de transigir con el orden social y cultural que propugnaba la izquierda. Y, desenvolviéndose en un orden social y cultural adverso, no tuvo otro remedio que ir aceptando las sucesivas ´conquistas´ de dicho orden, para evitar que se la calificase de enemiga del progreso. Así, cada vez que la derecha conseguía acceder al poder, se limitaba a ´conservar´ las ´conquistas´ que previamente la izquierda había logrado; y, poco a poco, la derecha fue convirtiéndose en una especie de lacayo».

«Fue entonces cuando la derecha, abochornada de su papel lacayuno, se inventó esa paparrucha del ´centro´; centro que, por supuesto, es movible, y cuya localización es inevitablemente determinada por la acción de la izquierda. Y puesto que la izquierda no renuncia jamás a sus «conquistas», tal centro se sitúa cada vez más lejos de los principios originarios de la derecha». Razonablemente, el pueblo «sólo vota a la derecha cuando le ve las orejas al lobo. Y, pasado el peligro, vuelve a votar a quien encarna con mayor autenticidad los principios que se presentan como buenos e inatacables. A fin de cuentas, ¿por qué habría de votar a esa panda de fracasados que los encarnan en su versión descafeinada?». Un análisis feroz que sólo admite una respuesta: unir en la derecha eficacia política y fidelidad a sus principios, sin confundir la primera con la renuncia a los segundos, ni la defensa de los segundos con una incurable sumisión. No es momento de rendirse, sino de abandonar todo complejo de inferioridad o de renunciar a la política. Y en Europa la situación de nuestra derecha no es para nada excepcional.

La paradoja Veltroni…

Palabras como las de de Prada se pueden leer estos días en casi todos los medios de comunicación italianos. Las sucesivas derrotas electorales del Partido Democrático han llevado a la a la dimisión de Walter Veltroni y, como en España, uno de los bandos es admirado por su dominio de la comunicación política, por su control de las instituciones, por su capacidad de imponer al adversario su propia agenda política y por su gran apoyo popular incluso en regiones teóricamente hostiles y en un momento de crisis económica. Sólo que allí las lamentelas provienen de la izquierda y es el centroderecha de Berlusconi quien domina la escena pública. No es sólo un fenómeno electoral, sino que es ya toda una cultura política. ¿Por qué quienes aquí son víctimas ansiosas son allí verdugos dominantes?

Italia tiene un centroderecha plural, moderno, eficaz y democrático, profundamente arraigado en el pueblo y capaz de proponer sus principios de manera atractiva. No se avergüenzan de ser quienes son, y tampoco se dejan arrastrar a los debates bizantinos de la izquierda. Como la izquierda española, la derecha puede lograr que sus adversarios tengan que definirse a la defensiva. Son un centroderecha a la ofensiva, desde luego muy mejorable y para nada perfecto, pero con una posición (no sólo parlamentaria) que entre nosotros ni siquiera José María Aznar llegó a soñar siquiera en su mejor momento.

… y la paradoja liberal española

Sería lógico que la derecha española, o el centro, o como se quiera llamar, tomase nota de la situación italiana. Pues bien, nada más lejos de algunas mentes preclaras: la derecha española se siente profundamente inferior a la izquierda de Zapatero en los términos explicados por de Prada, pero a la vez se sigue sintiendo enormemente superior, quién sabe por qué, al centroderecha italiano. Este error ya lo cometió Aznar en su momento, y ni siquiera ahora hay mucho propósito de la enmienda. Sin duda los análisis de Dario Migliucci son muy respetables, pero quizás a un centroderecha que aspire a no ser sólo liberal dogmático y por tanto eternamente oposición le convenga vencer sus aires de superioridad hacia el Este para no anclarse en la sumisión.

Porque si damos por buena y eterna la superioridad moral y cultural de la izquierda y no queremos arrebatársela la única respuesta razonable es la de mi presidente navarro Miguel Sanz: llegar a un pacto desigual con el PSOE y a vivir que son dos días. Eso ha convenido a nuestra Fantástica Fauna Foral pero es bastante menos de lo que deseamos para la derecha española en cualquiera de sus formulaciones modernas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 22 de febrero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/extranos-complejos-derecha-deprime-razon-93330.html