Zapatero pasa de Marta del Castillo y del peor delito posible

Por Pascual Tamburri, 28 de febrero de 2009.

El progre no se aclara con el castigo del crimen. La cadena perpetua es políticamente incorrecta, pero no lo es abortar fetos de ocho meses. La crisis de España no es sólo económica.

Ya Alfonso Guerra prometió que a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Guerra y González literalmente cumplieron, porque gracias a ellos las españolas empezaron a ver cómo sus hijos morían antes de nacer. Pero el PSOE de los 80 dejó una asignatura pendiente: el aborto sigue siendo delito, aunque en tres supuestos no sea penado atendiendo a razones más que discutibles. Una generación después, y con más de un millón de españoles que no han nacido con la excusa de una de esas tres razones –muchos más que los muertos en la Guerra Civil-, Zapatero quiere completar tan macabra tarea.

No se deje engañar: el aborto es algo más más que un delito

El buenismo, zapaterista o no, es siempre sorprendente. Los padres de la Constitución sabían perfectamente que los derechos fundamentales quedaban regulados dejando puertas abiertas a su futura negación. Lo que Zapatero hace ahora en España (llamar ´nuevos derechos´ a los que eran crímenes, y negar a la vez los derechos de las personas) ya estaba anunciado hace treinta años. La izquierda progre del resto de Europa ya había empezado entonces a sustituir la improbable lucha de clases con la batalla de ideas y de estilos de vida. Frente a los derechos de la familia se construyó la ideología de género; frente a los derechos de los educandos se erigió la imposición de la doctrina progre; y frente al derecho a la vida ha nacido el derecho imponer la muerte a seres inocentes e indefensos.

Yo entiendo que un liberal talibán o un progre fanático –se pelean a menudo pero en muchas cosas piensan lo mismo- defiendan el aborto. Muchos españoles lo rechazamos, pero apreciaríamos que se defendiese con sinceridad: «creemos que las mujeres tienen derecho a matar a sus hijos antes de que nazcan, y a eso lo llamamos libertad»; y hasta que extendiesen ese derecho a madres y padres si el niño después de nacer les es por cualquier razón molesto, es feo, malformado, deficiente o simplemente llora. O que suprimiese la necesidad de una excusa, como parece hacer el proyecto socialista. Al fin y al cabo eso ya se está haciendo, pues el diagnóstico prenatal ha hecho disminuir en número de niños nacidos con síndrome de Down: pero no porque ninguno haya sido curado, sino porque la mitad han sido decapitados. Pero llamen a esa «libertad» por su nombre, libertad de matar.

El aborto es un delito, pero no sólo y no uno cualquiera. Nuestras leyes lo dicen así; nuestra Constitución, incluso en la lectura pacata y acomplejada del viejo Tribunal Constitucional, así lo reconoce, aunque admite que excepcionalmente puede no ser castigado en tres casos. Pero es un delito porque consiste en destruir la vida de un ser humano genéticamente diferenciado y en muchos casos incluso capaz de una vida autónoma en el momento de ser troceado. Para convertir eso en un derecho hará falta cambiar algo más que una Ley. Y a partir de ahí podemos empezar a hablar de las reformas legales de Zapatero.

¿Deben castigarse los delitos?

No hace falta ser Cesare Beccaria para entender que los delitos deben ser castigados. Otra cosa es cómo y por qué. La constelación progre ha desplegado toda la verborrea ilustrada para negar a Antonio del Castillo -el padre de Marta, la joven asesinada en Sevilla- la posibilidad de la cadena perpetua para los peores criminales, como ha recogido El Semanal Digital. La pena, dicen, debe ser rehabilitadora, no puede ser ni humillante ni excluir al delincuente –rehabilitado- de la sociedad. Se da por supuesto –un prejuicio- que todo enemigo de la paz pública puede ser rehabilitado, que además puede ser un trámite rápido, que no tiene peligros ni costes relevantes y, por último, que las víctimas no tienen especiales derechos. Por eso se priva a la sociedad de los mecanismos más drásticos de legítima defensa, como la prisión perpetua y, por supuesto, la pena de muerte. Pero sólo en algunos casos.

Nuestros progres son estupendos: abortar se convierte en un derecho, y a la vez un hipotético asesino y violador reincidente debe ser objeto de cuidados y rehabilitación sin fin, con eterna presunción de bondad. En España, según Zapatero, nunca habrá cadena perpetua; y nunca habrá pena de muerte, según los progres de todos los partidos, ni siquiera como permite la Constitución «según dispongan las leyes penales militares en tiempo de guerra». Así que mandaremos a los soldados al frente sin munición, para que no maten a nadie, y mientras el dinero del Estado será gastado en torturar y suprimir en lujosas clínicas a los molestos hijos y hermanos de esos mismos soldados inermes. María Kutz pagará a los aborteros de los navarros y después pensaremos todos cómo ´abreviar la vida´ de los enfermos crónicos. Pero a la vez nos escandalizaremos si un padre pide a su manera justicia para su hija. Tenga o no razón es curioso, ¿no es cierto?

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 28 de febrero de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/zapatero-pasa-marta-castillo-peor-delito-posible-93561.html