España paga su deuda con Tolkien publicando un libro imprescindible

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de marzo de 2009.

Tolkien se hizo universal con la difusión de ‘El Señor de los Anillos’ y con su llegada al cine. Ahora Minotauro publica cinco obras dispersas del autor, una de ellas inédita en España.

Hay que recordar siempre que para J.R.R. Tolkien la palabra era esencial.


J. R. R. Tolkien, Cuentos desde el Reino Peligroso. Introducción de Tom Shippey. Ilustraciones y epílogo de Alan Lee. Traducción de Julio César Santoyo, José M. Santamaría, Ramón Ibero, Luis Doménech, Eduardo Segura, Estela Gutiérrez y la lista Tolkien. Minotauro, Barcelona, 2009. 326 pp. 21,50 €

Toda una generación ya ha conocido a Tolkien y El Señor de los Anillos antes en las pantallas que en los libros. El primer año de vida de El Semanal Digital coincidió con la presentación de la primera parte de la trilogía de Peter Jackson; hoy muchos jóvenes adultos tienen del «mundo secundario» del profesor Tolkien sólo la percepción cinematográfica, e incluso cuando acceden a los libros lo hacen condicionados por las imágenes. Hay que recordar siempre que para J.R.R. Tolkien la palabra era esencial, y sin la palabra será difícil entender el significado último de la creación del oxoniense.

Por eso es benemérita la obra de Minotauro en España, a lo largo ya de más de treinta años, traduciendo y publicando la obra íntegra de Tolkien. En esta ocasión los relatos reunidos no están aparententemente relacionados con la Tierra Media, pero ayudarán a quien los lea –y serán muchos, cada vez más, porque la avalancha prosigue- a acceder plenamente a las esferas de Arda.

Un sentido para «Fantasía»

«Ancho, alto y profundo es el Reino Peligroso, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas». Tolkien aprovechó una conferencia en 1939, que se incluye en esta adición en un texto posteriormente corregido por el mismo autor, para dar a conocer algunas de sus ideas sobre la creación literaria fantástica y sobre los «mundos secundarios», es decir el producto de esa creación. Es preciso entender el estilo y los ritmos del trabajo intelectual de Tolkien, un viejo maestro universitario a la antigua usanza anglosajona, que fue también la continental antes de la revolución napoleónica y de los caprichos eruditos alemanes del siglo XIX.

Tolkien, que jamás presentó tesis doctoral, creaba e investigaba conversando con colegas y discípulos, intercambiando ideas y textos, y quien espere encontrar en este texto o en cualquiera de los suyos una tipología perfecta o cerrada. De hecho, Tolkien entiende que nada de lo que los hombres creamos o pensamos es nunca completamente perfecto ni está nunca completamente acabado, y toda su obra está impregnada de la idea agridulce de haber creado o recreado nuevos mundos, reales en sí mismos a través de la palabra, y de saber que esa obra no sólo no estaba acabada sino que jamás lo estaría.

Tolkien no cree que las historias fantásticas sean para niños; son una forma de transmisión del saber, de tradición, abierta a todas las edades, y por tanto en ellas no debe haber adaptaciones ñoñas. Los niños, como los adultos, serán más o menos capaces de recorrer los mundos de Fantasía, pero no son necesariamente pequeños necios a los que haya que contar las cosas como no son. Hay en Tolkien toda una crítica a la costumbre burguesa e ilustrada de desdeñar la fantasía como algo propio de pueblos primitivos o de niños inmaduros, cuando es precisamente todo lo contrario. Esa rebelión del saber tradicional es, junto a su omnipresente cosmovisión católica, una constante de toda la vida y la obra de Tolkien. ¿Hay fronteras entre una y otra? En este libro podrá comprobar que no incluso el más joven admirador de Frodo y de Aragorn.

Cinco historias para seguir creciendo

Cada una de las historias reunidas por Minotauro nace de una experiencia vital de Tolkien, y sólo por casualidad algunas encontraron su hueco en la Tierra Media y otras no. Bien pudo suceder que sí, porque Tolkien no quiso nunca escribir El Señor de los Anillos, sino que más bien dejó que la historian fluyese y a la vez integró en ella retazos e historias breves que habían tenido su propio origen independiente. La primera de nuestras historias, «Roverandom», fue escrita para uno de los hijos de Tolkien, desconsolado de niño por haber perdido un juguete. Tolkien da explicación y vida a esa pérdida, y Roverandom es en su pluma un perro con vida propia que encuentra extrañas y fantásticas criaturas.

«Egidio, el granjero de Ham» es la historia de un antihéroe, o más bien de un héroe escéptico. Egidio sirve a Tolkien para hacer ironía sobre sí mismo como creador de la epopeya del Anillo, para recordar el sentido común hobbit y, en no pequeña medida, para ridiculizar las manías y los prejuicios de la investigación histórica y filológica. Mucho más que una parodia es un texto maduro de un hombre terriblemente consciente de las limitaciones de lo humano, pero también de la alegría de vivir y de la maravilla de conocer el mundo de Fantasía. «El herrero de Wootton Mayor» es en cambio un relato de Tolkien ya anciano, con una evidente reflexión sobre el sentido de la vida, sobre las fases de ésta y sobre la necesidad de aceptar los cambios que nos son dados sin recelos ni rebelión. En la misma línea, con un toque totalmente personal y a modo de Purgatorio «Hoja de Niggle» es una metáfora sobre la pequeñez de nuestra comprensión de la vida y sobre el sentido completo que solo desde lo Alto puede percibirse. Es una obra de arte de un apologeta católico y, también, una pequeña joya que explica mucho de la manera de escribir del profesor Tolkien, que debe ser leída y entendida antes de dar un juicio sobre el cúmulo de materiales que constituyen El Señor de los Anillos. Niggle es, sin duda, Tolkien, y Minotauro ha acertado al reeditar ahora este relato, válido para jóvenes y mayores, que ya se tradujo hace veinte años.

Dejo conscientemente para el final «Las aventuras de Tom Bombadil», el único de estos cinco relatos que no había sido publicado debidamente en España y el único que se integra en el mundo de Ilúvatar. Jackson no encontró tiempo en su primera película para incluir el paso de los cuatro hobbits por el Bosque Viejo, pero Bombadil –otro reflejo del mismo autor- canta canciones compuestas por Tolkien, algunas de las cuales aparecen también en distintas partes del El Hobbit y de El Señor de los Anillos, y que son creaciones personales de Tolkien ante diferentes momentos de su vida; de algunas de ellas hay incluso grabaciones de la voz del profesor. En este punto hay que mencionar la calidad y la dificultad de la traducción de esta obra, que el equipo, o más bien la acumulación de equipos, ha resuelto con brillantez.

Tolkien no defrauda y esta colección de relatos aporta al lector español nuevos elemntos para entender la importancia de su figura en la cultura europea de nuestro tiempo y también, por supuesto, para sonreír y disfrutar de la vida. Y es que ambas cosas, en Tolkien, van necesariamente unidas, y es el secreto de su perduración en medio de la actual maraña de imitadores medieval-fantásticos. ¿Tienen los imitadores de Tolkien lo mismo que él? Probablemente sí, salvo su visión del mundo, que es la que aquí encontramos y la razón por la que cada vez más europeos nos consideramos ciudadanos de las Tierras del Oeste. Para leer, conservar, releer, recomendar y regalar: sin duda.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 13 de marzo de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/espana-paga-deuda-tolkien-publicando-libro-imprescindible-94055.htm