La edad ya no es un secreto más que para las famosas que pagan por él

Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de marzo de 2009.

Seguimos sin resolver una cuestión que ya los egipcios plantearon: ¿cuánto tiempo ha vivido el mundo? ¿Cómo podemos medir de modo permanentemente fiable la edad de las cosas?

Matthew Hedman, Orígenes. La datación científica del pasado. Traducción de Javier García Sanz. Crítica, Barcelona, 2009. 326 pp. 28,50 €

Todos los historiadores y aprendices de tales se han enfrentado al mismo desafío desde tiempos de Herodoto: cualquier explicación de un acontecimiento cuelga en el vacío salvo que seamos capaces de localizarla en el espacio y en el tiempo. Historiar es contar, pero específicamente contar a través de esos dos ojos de la Historia, la Geografía y la Cronología. Recuerdo perfectamente a un geógrafo, don Pedro Plans, explicándonos esta primera verdad de la Historia, sin la cual el resto carece de sentido. También en los primeros cursos de la carrera los prehistoriadores y los arqueólogos deslumbran a los estudiantes con el insaciable afán por datar, y la cronología vuelve a plantearse en toda su dificultad cuando epigrafistas, paleógrafos y diplomatistas necesitan adjudicar una fecha a los acontecimientos que conocen o intuyen.

En las últimas décadas los historiadores occidentales han rebasado la datación relativa y se han aventurado a dar fechas absolutas referidas al pasado: es difícil pero siempre posible suponer qué sucedió antes y qué pasó más tarde, pero la cronología absoluta –la que se refiera a una escala por nosotros conocida y aún utilizable hoy- es desde siempre el verdadero desafío. Durante milenios nuestros predecesores han tenido que conformarse con una vaga referencia a «los antiguos», mientras que desde el siglo XX disponemos al menos de los rudimentos técnicos necesarios para dar fechas absolutas y absolutamente contrastables.

Hedman dedica este libro a una materia por demás técnica y si se quiere árida, pero tiene la virtud de hacerlo suscitando el interés del lector: a todos, en cuanto humanos, nos interesa un mejor y más preciso conocimiento del pasado, y la cronología no nos es ajena … salvo que nos presente su rostro más técnico y menos humano. Datar es una actividad esencialmente humana, y lo que en siglos pasados no dejaba de ser una elucubración tan literaria como una «máquina del tiempo» en el siglo XX se ha hecho posible. La datación por radiocarbono o por potasio-argón está lejos de ser perfecta, pero va mucho más allá de las fechas relativas que hasta ahora teníamos. De muchos objetos del pasado no sólo sabemos ya si fueron anteriores o posteriores, sino que podemos precisar cuál fue aproximadamente su tiempo. Hedman añade a la maravilla técnica siempre en perfeccionamiento una descripción comprensible para el lector culto pero no necesariamente experto. Es, quizás, el principal mérito de este libro.

No se trata de un manual de cronología, sino de una síntesis de novedades en materia cronológica que sólo empezaban a intuirse cuando jubilaron a don Santos García Larragueta. Junto a los métodos radiactivos de datación absoluta Hedman recorre los calendarios mayas y egipcios en su sorprendente precisión y analiza el conocimiento que los antiguos tuvieron de acontecimientos astronómicos y hasta biológicos capaces de dar lugar a una datación absoluta enormemente precisa. En la pluma de Hedman la cronología deja de ser una ciencia auxiliar, o un conjunto de técnicas ancilares de la historia, para convertirse en sujeto de conocimiento con entidad en sí misma; el autor describe la importancia de su saber y lo explica de manera comprensible para todos los lectores cultos.

Hoy estamos ya en condiciones de saber la edad de Afrodita, la de Elena y hasta la de Isis, y de saberlo en nuestro propio calendario probablemente con más precisión que la fecha de nacimiento de según qué folklórica. A diferencia de los antiguos estamos en condiciones de reducir a un calendario universal todos los calendarios parciales, y esa novedad será una de las que harán nuestro tiempo digno de ser recordado en el futuro. Aunque estos medios de datación aún se hayan utilizado torpemente en casos tan célebres como el de la Sábana Santa de Turín, es más que recomendable leer a Hedman antes de opinar en materias tan espinosas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 18 de marzo de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/edad-secreto-para-famosas-94257.htm