Franco: un dictador tradicional para una España más moderna que él

Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de marzo de 2009.

No fue un demócrata ni un dictador totalitario. Como hombre y como gobernante fue honesto, pero anticuado. Evitó tomar decisiones, pero no siempre dejó que otros las tomasen.

Gonzalo Redondo, Política, Cultura y Sociedad en la España de Franco. 1939-1975. Los intentos de las minorías dirigentes de modernizar el Estado tradicional español (1947-1956). Tomo II/2. Eunsa, Barañain, 2009. 1120 pp. 75 €


«¿Es o no es importante la cuestión de Franco a estas alturas? Lo es, a mi juicio, por muchas razones, una de ellas ésta: la democracia actual procede por reforma, no por ruptura, del franquismo, y hoy vemos que son muchas las fuerzas políticas que pretenden ignorar el hecho y saltar por encima de cuarenta años de historia para enlazar con el Frente Popular. Ahora bien, el Frente Popular fue precisamente el destructor de la República, al menos en lo que esta tenía de democrática».
«¿Hay relación entre los antifranquistas actuales y el Frente Popular? Sin duda la hay, pues ellos mismos la establecen al identificarse con aquel régimen. Ahora bien, el Frente Popular se compuso… de totalitarios (marxistas y anarquistas), de golpistas (Azaña, Companys, etc.) y de los racistas extremos del PNV. Esto fue realmente el Frente Popular derrotado por Franco«.
«Ciertamente, habría sido preferible una democracia a la dictadura autoritaria (no totalitaria) de Franco, pero para que haya democracia tiene que haber demócratas, y tras la devastación intelectual, moral y política causada por el Frente Popular, casi todo el mundo había dejado de creer en la democracia en España».
«…la transición fue posible gracias a la evolución, dentro de la dictadura, de un creciente sector reformista y liberalizante».
Pío Moa


«Aparte de los creadores de opinión antifranquista existe una muy amplia masa sin otra idea o información sobre estos asuntos que las series televisivas montadas por nuestros titiriteros y propaganda similar. Pensando en unos y otros he escrito el libro Franco para antifranquistas en 36 preguntas clave. Me gustaría que la reacción fuese más civilizada que la suscitada por otros libros donde demostré unas cuantas fallas de la argumentación y los datos de diversos políticos e historiadores en boga».
Pío Moa


Pío Moa, Franco para antifranquistas en 36 preguntas clave. Áltera, Barcelona, 2009. 320 pp. 19 €

Hacer historia nunca es fácil. Hacerla de algo que acaba de terminar, o en ciertos aspectos sigue vivo, es por lo menos difícil. La que hoy llaman «historia del mundo actual» es, independientemente de la opinión que nos merezca tanto el concepto como su desafortunada expresión, una tarea en la que se combina la imposible objetividad –y en muchos también la escasa perspectiva- con la riqueza de fuentes directas en abundancia. Gonzalo Redondo, el tristemente desparecido Profesor Ordinario de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra, superó las dificultades de la cercanía y ha sentado las bases para el aprovechamiento directo de los testimonios vivos y de los archivos personales. Su historia interna del franquismo, a la que ahora se añade este volumen, ha merecido todo el respeto desde las más distintas latitudes académicas e ideológicas. Se une además, en un momento peculiar de la vida de España, a un debate reabierto sobre la identidad de Franco y del franquismo.

Historia viva

La Universidad de Navarra, en buena medida por interés de Redondo, lleva décadas recogiendo la donación o el depósito de muchos de los protagonistas de nuestro siglo XX. No se trata sólo, contra lo que pudiese pensarse, de personas afines al Opus Dei –aunque sólo con eso la colección de archivos navarrense sería de valor inapreciable para ciertos momentos del franquismo- sino de hombres y mujeres de muy diversas trayectorias. La Universidad de Navarra garantiza la conservación, la accesibilidad y la utilidad de archivos escritos o grabados que de otra manera, por la misma vida de las familias y la sucesión de hechos biológicos, se perderían en muchos casos. Los bibliotecarios, documentalistas e historiadores de la institución garantizan que el trabajo se hará con vocación de permanencia, y la seriedad demostrada sigue haciendo que muchas personas notables en el pasado depositen sus recuerdos en Pamplona. Durante mucho tiempo, además, el grupo de investigadores de don Gonzalo Redondo ha desarrollado una línea de trabajo única en España sobre la evolución interna del franquismo, primero de la Iglesia y luego de toda la sociedad la cultura y la política.

Obviamente el trabajo de Redondo ha tenido que superar el doble sesgo de los archivos depositados y de sus propias convicciones personales. En cuanto a lo primero, es evidente que los trabajos de esta serie, y este magnífico volumen no es una excepción, dan más espacio a las vivencias y opiniones de quienes depositaron sus testimonios en la Universidad de Navarra que a los de otros. Pero no es una cuestión de identificación, porque Redondo no se priva de ser crítico cuando en justicia cree deber serlo, sino más bien de cantidad y calidad de la información. Seguramente dentro de unos años o de unas décadas, si don Gonzalo encuentra una continuación estable y de amplias y liberles miras, habrá nuevos testimonios disponibles. Pero aun entonces no se tratará tanto de corregir lo ahora publicado como de ampliarlo y enriquecerlo, al menos en la medida en que la España de los años 50 del siglo XX es, sí, la España de Calvo Serer y del joven López Rodó, pero también una España de Laín Entralgo, de Serrano Súñer y de Girón de Velasco.

Qué fue el franquismo en su madurez

Gonzalo Redondo tiene la idea clara y firme, que demuestra ampliamente, de que el franquismo no fue como nos lo pintan las distintas vulgatas. No fue, desde luego, como la propaganda franquista dijo que era, pero tampoco fue exactamente como la propaganda antifranquista dijo que fue. Este volumen no gustará a los talibanes de uno u otro lado, pero tiene la virtud de dar respuesta a una pregunta que las generaciones que no hemos conocido la dictadura nos hacemos: ¿qué fue el franquismo?

Franco creó un régimen a su imagen y semejanza, como resultado de una coyuntura histórica determinada y capaz de evolucionar dentro de sus propios parámetros pero sin renunciar a éstos. El franquismo, como Franco, fue tradicionalista, es decir que puso su modelo de convivencia nacional en el pasado, y concretamente en el pasado idealizado de la España imperial y de la unidad católica preilustrada y preliberal. Esa misma definición, más vital que ideológica, hacía que el franquismo no pudiese ser democrático en el sentido moderno, pero impidió que fuese jamás fascista: sencillamente era ajeno a la modernidad, inmune a la misma en cualquiera de sus formas. Fue una dictadura, y de hecho y de Derecho una monarquía; un régimen tradicional identificado con la opinión de una gran parte de la Iglesia Católica, que desde luego vivió largas décadas en simbiosis casi perfecta con el franquismo de Franco.

Redondo explica en este volumen cómo el franquismo fue, también, mucho más que la persona de su creador: un régimen plural, con familias de afinidad ideológica y persona en constante movimiento, y Franco como árbitro entre azules y carlistas, entre monárquicos y nacionalcatólicos, entre protoliberales y tradicionalistas, entre tecnócratas y propagandistas. No fue un régimen inmóvil, ni un monolito gris y árido. Además de la política, había flores y frutos en el supuesto «páramo cultural» como ya dijo, muerto Franco, Julián Marías. Estuvieron, volvieron y aunque disintieron permanecieron mayores, de Ortega y Gasset a Menéndez Pidal, Azorín, Baroja, Morente, Dámaso Alonso, Zubiri, García Gómez, Miguel Mihura, Marañón o Jardiel, por decir algo; faltaron muchos exiliados, pero habría que ver cuántos de éstos habían huido más del Frente Popular que de Franco y cuántos permanecieron fuera más por libre decisión que por temor al régimen en su madurez. Y surgieron los nuevos nombres, desde Joaquín Rodrigo a Gabriel Celaya, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Carlos Bousoño, Blas de Otero, Cela, Ignacio Agustí, Carmen Laforet, Gironella, Delibes, Ignacio Aldecoa, Torrente, Buero Vallejo, Laín y todo su mundo, Tovar y el suyo, por no hablar de Maravall (padre, obviamente) y de los ahora malditos oficialmente pero que antes o después serán reivindicados, y merecerán también la atención de quien continúe la tarea de don Gonzalo: Foxá, Eugenio Montes, Luys Santamarina, Sánchez Mazas, Emilio Romero (y, por qué no, Cebrián padre) y, cómo olvidarlo aquí, Rafael García Serrano.

Redondo disecciona con pulso firme y ánimo minucioso las entrañas del franquismo en su fase menos conocida, la que va desde el maquis hasta los albores del desarrollismo. La fotografía no es completa ni pretende serlo, pero sí es seguramente la más completa que hasta ahora se ha tomado de ese ángulo. El franquismo no es una opción para la España de 2009, pero hay que entender qué variedad de cosas y de caminos divergentes se unían dentro del mismo régimen en la España de los años 50. Con el libro de Redondo, guste o no su percepción del porvenir, el lector culto tiene datos para elaborar su propia respuesta. El periodista y el divulgador tendrán además la información de la que muchos, al margen de sus ideas y como bien ha señalado Pío Moa, han carecido casi voluntariamente hasta ahora. Un pozo, en suma, de erudición útil y oportuna.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 27 de marzo de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/franco-dictador-tradicional-para-espana-moderna–94576.htm