Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de abril de 2009.
Cervantes es universal por su prosa, Shakespeare por su teatro. Ambos justifican el día del libro, pero el ingles se adelantó hace 400 años con sus misteriosos versos de amor.
Shakespeare llevó el verso inglés a su cima clásica más alta, pero ha generado con sus Sonetos de 1609 una polémica inextinguible sobre los distintos tipos, matices y expresiones de los sentimientos. También del amor.
Le gustaba el soneto de Wilde, «La tumba de Keats»:
Despojado de la vida cuando eran nuevos el amor y la vida
aquí yace el más joven de los mártires.
Había algo sorprendente en esos desastres reales que caían, benéficos, sobre los poetas. Creía en una armonía predeterminada. La armonía predeterminada en la biografía de un poeta. Creer en esto era como creer en su propio genio…
«Algún día, tal vez, yo también deje de escribir poesía», pensó el muchacho por primera vez en su vida. Pero todavía le quedaba por descubrir que nunca había sido poeta.
Yukio Mishima, El muchacho que escribía poesía.
William Shakespeare, Sonetos y Lamento de una amante. Prólogo de Claudio Guillén. Edición de Nicanor Vélez. Versión bilingüe de Andrés Ehrenhaus. Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, Barcelona, 2009. 400 pp. 23 €
Es raro en nuestro tiempo que la literatura clásica genere polémicas, ni siquiera entre los especialistas del ramo. Hace ya muchos siglos que el soneto dejó de ser una exótica aventura italiana, y desde ese seductor período de nuestro pasado al que llamamos Renacimiento todas las lenguas vulgares occidentales han hecho suya esta forma poética. Desde el marqués de Santillana a título experimental hasta la triste postguerra del siglo XX a título agónico el soneto ha sido el rey de la poesía europea, y los príncipes de nuestras letras han cultivado el soneto para expresar los sentimientos más profundos: el dolor, la fe, el patriotismo y, sobre todo y ante todo, el amor.
En 2009 se cumplen cuatro siglos desde la primera edición de los Sonetos de William Shakespeare, y Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores propone para este Día del Libro un desafío de lujo que no puede dejar indiferente a ningún español con ciertas inquietudes: una versión de los 154 Sonetos originales del autor inglés, traducidos y adaptados además por Andrés Ehrenhaus en edición bilingüe. A los Sonetos se añade el Lamento de una amante, que Shakespeare incluyó pero que incomprensiblemente se ha desdeñado a menudo en ediciones posteriores. Y a todo ello se añade una cuidada nota editorial de Ehrenhaus y en especial un inédito de Claudio Guillén, el texto de una conferencia de 2002 en la Fundación Juan March sobre Los sonetos de Shakespeare. La amistad o el amor. Una oferta que difícilmente puede rechazarse, porque pocos son quienes a lo largo de su vida no puedan sentir o apreciar varios de los ricos matices de la obra de Shakespeare que aquí se nos ofrecen al desnudo.
Shakespeare, aún más que Cervantes, su compañero de tiempo y de suerte pero por tantas razones diferente, es a la vez un autor mil veces editado y mil veces mal interpretado. El mismo dramaturgo busco constantemente la ambigüedad, y si en su teatro esto no es siempre tan evidente (pero sí en El sueño de una noche de verano, por ejemplo), en su verso consigue sugerir a un tiempo mil sensaciones contradictorias. Ehrenhaus, al traducir estos sonetos, ha puesto especial atención en respetar la ambigüedad, incluyendo las sugerencias amorosas o sexuales, consiguiendo a la vez un texto inglés cuidado y una versión española grata para el lector medio.
No es una edición para eruditos, sino para amantes; amantes de los libros, amantes de la belleza, amantes del saber o sencillamente amantes, porque aquí de lo que se trata es de expresar en toda su riqueza, aprovechando las posibilidades del soneto hecho inglés por Thomas Wyatt, la naturaleza a la vez efímera y eterna del amor. De todos los amores y de todas las formas de amor, divino, humano y también inframundano. Incluso cuando ni siquiera el nombre de amor es habitualmente usado para contemplar los sentimientos que Shakespeare sí recoge.
Debates, dudas y polémicas ¿para qué?
La mayor parte de las cuestiones aún debatidas sobre estos Sonetos no tienen solución si no se consideran los múltiples sentidos y dimensiones de la palabra amor. Nunca sabremos si el amor de Shakespeare iba dirigido a una o varias mujeres, a uno o varios hombres, a todos ellos o a ninguno; si su objeto era el Amor en sí mismo considerado o la pasión más carnal que quepa imaginar. Los sonetos dicen todo eso, y mucho más. Es estéril lanzar más conjeturas sobre quién fue y si existió el «señor W. H.» de la dedicatoria, o si la firma «T.T.» quiere decir Thomas Thorpe o más bien «totalmente tuyo», totus tuus; nunca lo sabremos, y seguramente cada versión tendrá su razón. Si Shakespeare es un autor universal, a la par de Miguel de Cervantes en el día en que conmemoramos a ambos, es precisamente porque los dos consiguieron concretar en palabras sentimientos universales que trascienden un tiempo, una cultura y un contexto.
Tú, lector o lectora, seas español o japonés, no eres más ni seguramente menos que Igor Stravinski, que Benjamín Britten, que Oscar Wilde o que George Bernard Shaw, todos los cuales conocieron su parte de verdad sobre el amor que Shakespeare canta aquí para todos nosotros. Encerrar el amor en una definición limitada y rígida es necesariamente un error sea cual sea esa definición, y condena a otros amantes del presente, del pasado o del futuro a utilizar otras palabras –lo que puede no ser siempre malo- o a ver prohibida su sensación y su relación –lo que indudablemente Shakespeare mismo, como Cervantes a la vez, experimentó de diversos modos. No trates de entender, limítate primero a sentir con las palabras de Shakespeare, y mira después cuál de ellas sienta mejor a lo que tú mismo sientes, has sentido o sentirás.
Quizás sea así desde que Jacopo da Lentini lo creó, desde que nuestro señor el emperador Federico lo escuchó, desde que el padre Dante lo cantó para la niña Beatriz, desde que Petrarca lo adoptó hasta que Cervantes le añadió el estrambote o Luis Alberto de Cuenca lo rescató; el soneto expresa con concisión sentimientos de otro modo inexpresables. Es un contenedor limitado capaz de dar nombre a lo innombrable e ilimitado y de unir dolor y placer, gloria y humillación, peligro y plenitud, lo prohibido y lo imprescindible. Llamémoslo amor por respeto a Shakespeare, pero huyamos de los debates y de las etiquetas de los eruditos y de los levitas: hoy es un buen día para regalar este libro.
Natura no regala apenas nada
Tan sólo presta a quienes dan sin fin.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 23 de abril de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/significados-distintos-amor-solo-libro-anos-95539.htm