En la derecha debe haber sitio para Losantos y para Durán i Lleida

Por Pascual Tamburri, 16 de mayo de 2009.

Una parte de la derecha celebra el divorcio entre la COPE, Losantos y Vidal. Otra, sin compartir todas las ideas del locutor, no está contenta. La izquierda, sin excepciones, sonríe.

Federico Jiménez Losantos y César Vidal se van de la Cadena COPE. Para unos es una decisión empresarial, para otros una cuestión política, para mucha gente el anuncio de un drama cotidiano: el retorno a la soledad del resistente. En el fondo interesa menos saber qué ha pasado que valorar las consecuencias de un cambio que va a afectar a todo el centroderecha, de intereses o de principios, confesional o laico, acomplejado o firme, pragmático o idealista. La derecha española en toda su diversidad no va a ser como nos hemos acostumbrado a entenderla a lo largo de los últimos cinco años, y afirmar esto no implica necesariamente compartir las ideas de Losantos y de Vidal.

De Adolfo Suárez a esta parte la derecha española es el resultado de una acumulación de complejos, improvisaciones, engaños y malos entendidos. Sus líderes políticos, nacionales o regionales, han tratado de llegar al poder y de conservarlo, a veces con éxito, sin reconocer ni la variedad de matices ni la profundidad de principios de la parte de la sociedad a la que pedían el voto. Precisamente porque, demasiado a menudo, le pedían sólo eso, el voto, para después gobernar de espaldas a la gente de derechas. Teníamos una derecha social, ideológica y culturalmente plural pero una representación política unidimensional, que muy lejos de reconocer y cultivar esa diversidad la negaba o la reprimía.

El resultado ha sido un centroderecha hemipléjico, que sólo en tiempo electoral o como resultado de ocasionales intuiciones –las que hacen para mí respetable a José María Aznar, el hombre de Perejil pese a sus errores, sus miedos y sus malas lecturas- daba satisfacción a sus bases más leales. La meta era el Poder, y se daba la razón con un siglo de retraso a los mauristas más escépticos que veían en el politiqueo parlamentario un «asilo de la politiquería, refugio de caciques y mangoneadores, tribuna de charlatanes, tertulia de chismosos, trampolín de vividores, plataforma de mediocridades». Así eran los políticos vistos desde la derecha conservadora de don Antonio Maura, en un texto recogido por FAES recientemente, y así ha sido la derecha política, más madrastra que madre para sus hijos.

Hasta que llegó Losantos. Antes de 2004 era un converso al liberalismo, con su simpatía natural de hombre inquieto, culto y aragonés y con muchos de los problemas de los conversos a una nueva fe, y una fe además radical y exigente como el liberalismo omnidireccional. El cambio traumático de 2004 convirtió a Losantos en otra cosa: él supo mantener vivas, activas y unidas las bases sociales del PP, no en nombre del PP sino precisamente en nombre de cosas que muchos dirigentes del PP habían desdeñado u olvidado cuando tenían el poder. Muchos olvidan que hay vida, y política, más allá de las urnas y de la macroeconomía; Losantos, con todos sus defectos y con todo aquello que deba criticarse en él, no lo olvida. Precisamente porque no soy liberal en el sentido en el que Losantos lo es, porque no creo que la derecha española sea o deba ser única ni principalmente manchesteriana, porque no escribo en uno de sus medios y porque soy del PP y quiero que Rajoy y Mayor Oreja ganen creo que la derecha española no puede perder de vista a Losantos. Más aún en Navarra.

Federico (y no sólo) es necesario

Como ha explicado Fernando Vaquero «Federico es necesario. Por varios motivos. Ante todo, por haberse ganado, con persistencia y laboriosidad, una legión de seguidores que lo consideran como su principal referente mediático/político, y que tienen derecho a seguir disfrutándolo. Pero, lo que es más importante, es la derecha social española la que lo necesita a su vez». Es verdad, «derecha social no es sinónimo de Federico; ni viceversa». Es cierto, «la derecha social es anterior, más amplia, y plural que el propio Federico y su estrecho grupo de profesionales e intelectuales liberales a los que ha cobijado y, en otros casos, formado». Pero recordemos que en 2004, 2005, 2006, con la derecha política replegada sobre sí misma y traumatizada por lo que, siendo previsible, no habían esperado, muy pocas personas supieron hacer lo que desde Suárez se consideraba imposible o indeseable: unir a todas las derechas y sacarlas a la calle.

La derecha social, lo sé, es molesta, chillona, zarzuelera, plural, bakala … muy distinta del reducido grupo de trepas jóvenes y mayores que se repartieron el pastel en 1977-1979 y de los que esperaban seguir haciéndolo en el siglo XXI. ¡Cuántas caras de disgusto y comentarios despectivos he visto! Pero Losantos era sólo la excusa: los progres de ambos lados, los depositarios del relativismo, el centrismo y la sumisión a los principios profundos de la izquierda desconfiaban de toda esa gente que salió a la calle ¡para salvarles a ellos! Esa movilización impidió que Zapatero arrasase las ruinas del aznarismo y permitió que hoy Rajoy sea alternativa. Eso fue obra, junto a otros entre los que están por ejemplo El Semanal Digital e Intereconomía, de Losantos. «La derecha social española, aunque no guste a tantos, existe: aquí está. Ha ocupado las calles en reiteradas ocasiones; demuestra una notable vitalidad; mantiene diversas modalidades de presencia social; y, por algo será, ¡se le ridiculiza reiteradamente en la mayor parte de medios de comunicación!»

«En la derecha social encontramos diversas identidades y temperamentos: liberales y conservadores; algunos post-franquistas, antifranquistas de los pocos que realmente lo fueron, y muchos a los que Franco ni les va ni les viene; católicos, agnósticos y ateos; militantes pro-vida e indiferentes en cuestiones morales; españolistas de pro y liberales de mirada económica un tanto estrecha; estudiantes, empresarios, trabajadores y pensionistas; mujeres y hombres; heterosexuales y gays… A todos ellos les unen algunas ideas y valores comunes: una percepción positiva de la nación española y su historia; ciertas creencias –al menos en origen- enraizadas en los principios cristianos; una vocación militante y de presencia social; un inconformismo cultural y vital; cierto desapego del Estado y un particular sentido de la responsabilidad individual y social».

Un peligro: una derecha frustrada

El PP hunde sus raíces en esa derecha social. A unos gustará más una parte y a otros otra, pero renegar de una de las partes, y por supuesto conceder el monopolio de la corrección a sólo una de ellas, implica asumir la derrota eterna. Eterna, porque incluso cuando se reconquistase el poder se haría sumisamente a los valores del buenismo zapaterista, no para derribarlos sino para corregirlos y poquito. Si se quiere otra cosa hay que aceptar el pluralismo, incluyendo sin duda a Losantos. Como dice Vaquero, con Antonio Jiménez, y Enrique de Diego, y Antonio Martín Beaumont… También, por qué no, con el catalanista católico Josep Antoni Duran i Lleida, con el que se compartirá una parte de la batalla aunque se le tendrá enfrente en otra.

Negar su sitio en la trinchera a cualquiera de ellos y a lo que cada uno de ellos representa sería hacer el mejor favor a Zapatero. Yo quiero que exista Losantos, y todos los demás, no para escucharles sólo a ellos ni para creer lo que ellos, sino para que sea posible una nueva síntesis patriótica que no haga estériles años de lucha popular. Porque, no nos olvidemos, una derecha frustrada sólo es una derecha sumisa si no encuentra quien la una y la subleve.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de mayo de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/derecha-debe-haber-sitio-para-losantos-para-duran–96465.html