Zapatero puede sobrevivir a la crisis, pero muchas cosas perecerán

Por Pascual Tamburri Bariain, 29 de mayo de 2009.

Un libro había anunciado y dado una explicación de la crisis décadas antes de ella. Otro, español y recién escrito, sitúa la crisis económica en un contexto aún peor.

Vicente Verdú, El capitalismo funeral. La crisis o la Tercera Guerra Mundial. Anagrama, Barcelona, 2009. 196 pp. 16 €


Bertrand de Jouvenel, La ética de la redistribución. Estudio preliminar, traducción y notas de Armando Zerolo Durán. Encuentro – Bolsillo, Madrid, 2009. 152 pp. 12 €

Vicente Verdú y Bertrand de Jouvenel abordan la crisis económica, en plena campaña electoral, desde dos perspectivas distintas sólo en apariencia. Para muchos se están cumpliendo las predicciones lanzadas por de Jouvenel hace décadas –en definitiva las mismas de Hayek: las restricciones a la libertad económica son causa y no remedio de las crisis y pueden acabar con la libertad. Para muchos otros, y en parte también para los lectores del entorno liberal-conservador, la crisis actual es consecuencia de una determinada evolución del capitalismo y, sea cual sea su término, puede implicar un cambio de modelo. Quizás no sea ya una crisis en el sistema sino una crisis del sistema.

Verdú o la crisis del sistema de la globalización

Anagrama acaba de publicar un libro valiente de Vicente Verdú, en el que el análisis de la crisis rebasa con mucho lo habitual en los medios de comunicación. No se trata ya de pensar en la situación actual de manera infantil, como si se tratase de una pesadilla que vaya a pasar cerrando los ojos a los hechos. Tampoco es sugestiva la idea de afrontar un Apocalipsis inevitable que acabará con todo sin que nada alo sustituya. Para Verdú, sencillamente, esta crisis, que no es como otras, es ocasión de un cambio histórico. ¿Deberá ser lamentado? No necesariamente, y dependerá de lo que los hombres y mujeres de 2009 hagamos.

El sistema capitalista clásico ha estado basado en la búsqueda del máximo beneficio individual. La libre competencia ha demostrado su eficacia, y también sus límites, a lo largo de los dos últimos siglos. La extensión de los valores liberal-económicos al conjunto del ordenamiento social, político y cultural ha universalizado el deseo de riqueza, y ha terminado por convertir en relativo el valor de todas las cosas, incluso el de las personas. El propio sistema ha generado soluciones heterodoxas, como el keynesianismo. Para Verdú, en 2009, hay que preguntarse con sinceridad si la era de la globalización ha terminado, por qué habría terminado y, en suma, dónde vamos. Lo único seguro es que no vamos hacia el pasado.

El libro de Verdú merece ampliamente su lectura, incluso para quien se considere ajeno a sus sugerencias. Al fin y al cabo, no es el primero en plantear en medio de una época desprestigiada que ese desprestigio es signo de una decadencia y una mutación irreversibles. Ya sobre Franklin D. Roosevelt se dijo que nada iba a ser igual si el Estado asumía la tutela de la economía. F.A. Hayek señaló siempre toda planificación económica como anticipo de socialismo y de totalitarismo pero ¿hemos llegado aquí por ausencia o por defecto del Estado?

Leer a Verdú permite una reflexión serena sobre la fragilidad de nuestras ideas económicas. Hace sólo 80 años, como hace 3, el mundo parecía destinado a una eterna prosperidad, a un crecimiento sin esfuerzo. Hay algo de contenido moral en la sanción crítica de la especulación financiera, a no ser porque las víctimas no son los grandes especuladores sino la clase media y trabajadora de Occidente en su conjunto. Una vez más, pero ya sin otros mundos a los que apelar. La euforia ha terminado. ¿Valdrá un nuevo parche o habrá que asistir al parto de una nueva manera de hacer las cosas?

Zapatero cree que sí, y habla de un cambio de modelo productivo, pero eso es señal clara de que no ha leído a Verdú. El mundo se hunde, y para muchos ha dejado de importar el precio de los fondos de inversión porque el problema ha pasado a ser el pan de cada día. Creíamos que nuestro capitalismo era eterno y perfecto, y descubrimos que no lo es. Pero no se trata de una cuestión de energías renovables, sino de rumbo. Quizás, desde luego, después de haber racionalizado la producción toque racionalizar la dirección de la economía. Pero antes que eso hay que pensar si esta crisis no es más espiritual y moral que económica. Lo que falta es una menta común, un sentido, una firme voluntad de seguir adelante aunque hayamos de renunciar a comodidades y a ideas que considerábamos adquiridos para siempre. Pero eso, por supuesto, Zapatero no sabe responderlo.

De Jouvenel o la búsqueda del equilibrio

Bertrand de Jouvenel no habría necesitado presentación en los medios intelectuales españoles de hace tres o cuatro décadas. Hoy es uno de nuestros grandes olvidados, y no se debe precisamente a la decadencia de la producción cultural francesa. Jouvenel, en realidad, fue francés de nacimiento y de formación, pero su vida académica está marcada por los problemas mundiales y su reflexión llena los años centrales del siglo XX fundamentalmente desde Estados Unidos.

Una parte del desprestigio de de Jouvenel para muchos es su casi mecánica identificación con Hayek, y de ambos con el retorno al liberalismo puro. Pero las simplificaciones son malas y en el caso de Jouvenel especialmente injustas. El libro que nos propone Encuentro no es muestra más las preguntas que las respuestas, sí, de un liberal, pero no de un talibán del individualismo por si mismo. La verdadera cuestión que planeta para de Jouvenel la trayectoria económica de la segunda mitad del siglo XX es si la intervención pública es, además de legítima, buena o mala para la economía en general.

De Jouvenel no responde sin embargo desde un prejuicio, sino desde una defensa tradicional, y reconocidamente católica, de la libertad. La familia es el núcleo natural de convivencia y de decisiones, y sólo subsidiariamente instancias superiores pueden asumir decisiones e imponer elecciones. No hay que dar por supuesto nada, porque quizás –sólo quizás- los excesos de buena fe hayan sido agravantes de anteriores crisis y causas de ésta, más que soluciones de ninguna. Por la misma razón que el libro de Verdú, pero con el mérito añadido de ser enteramente válido más de medio siglo después de ser escrito, Bertrand de Jouvenel debe ser leído para entender qué debate de fondo está teniendo lugar precisamente en nuestros días.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 29 de mayo de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/zapatero-puede-sobrevivir-crisis-pero-muchas-cosas-pereceran-97037.htm