Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de junio de 2009.
Marruecos no es una democracia y su identidad es ajena a Europa. Diplomacia, medios de comunicación y servicios secretos tratan ahora de mejorar su imagen. Con buenas plumas a su servicio.
Ferran Sales Aige, Mohamed VI. El príncipe que no quería ser rey. Los Libros de la Catarata, Madrid, 2009. 222 pp. 17 €
Mohammed Larbi Messari, Las relaciones difíciles. Marruecos y España. Las controversias entre dos Estados vecinos vistas por un ex ministro marroquí. Almuzara, Córdoba, 2009. 232 pp. 15 €
Raramente dos países vecinos han sido tan distintos y distantes. Distintos, porque España es y siempre ha sido un país europeo, occidental y cristiano, aunque sea a efectos de nuestra identidad colectiva. Más aún, esa identidad colectiva se ha construido a lo largo de los siglos por oposición a un «otro» que no era ni europeo ni occidental ni cristiano. Marruecos como tal no existía, pero el Norte de África es –desde el conde don Julián a esta parte- fuente de peligros, de dudas y de incertidumbres, sin necesidad de hablar de invasiones. Eso explica la distancia, inexistente en el espacio pero enorme en todo lo demás.
¿Puede eso cambiar? Sin duda, puede que cambie. Todo lo humano es perecedero y sin duda cambiará antes de desaparecer. Lo que es más dudoso es que el cambio vaya a producirse precisamente ahora y que, contra la tendencia de siglos, vaya a suponer un acercamiento entre los dos países más allá de la buena convivencia si se llega a ella y del libre comercio si nos lo imponen. Tanto más dudoso si tenemos en cuenta que el mundo islámico en general (y Marruecos forma parte de él) no evoluciona precisamente en la dirección que Europa y España han recorrido en los últimos siglos.
Esta acumulación de contradicciones afecta muy directamente a nuestro futuro. Un futuro que tendrá mucho que ver con el de Marruecos, aunque sea previsiblemente distinto: los vecinos, aunque no sean parientes y ni siquiera tengan una amistad íntima, pueden hacerse la vida más o menos agradable unos a otros. Dos libros recientes entran de lleno en la cuestión, al analizar por un lado qué es y qué puede ser Marruecos y por otro cuál ha sido y cuál puede ser la relación entre Marruecos y España.
Un análisis objetivo, aunque sea español y de El País
Ferran Sales Aige es periodista del diario de Prisa, donde ha trabajado a lo largo de tres décadas. La postura editorial de su periódico ha sido históricamente favorable no ya a la amistad con la monarquía de Rabat sino muy próxima a las reivindicaciones oficiales de Marruecos, con la salvedad de un trato favorable (y sólo en términos humanitarios) a los refugiados saharahuis. Sales no es, ni por trayectoria ni por contexto, lo que la propaganda marroquí llamaría un enemigo, y eso hace de especial interés su libro.
¿Una biografía de Mohamed VI? La tarea resulta más bien difícil, porque el monarca reinante en el Atlas se distingue más por lo que no ha hecho que por su obra política: creó esperanzas de paz en el Sahara que no se han verificado, lanzó ilusiones de democratización que no se han completado, sugirió un respeto a la diversidad étnica y lingüística (aunque nunca la religiosa) que no ha llegado a existir. Y así sucesivamente. Lo único seguro es que desde hace diez años el hijo de Hassán II reina y gobierna en el país más cercano al nuestro, y sigue siendo para nosotros un perfecto desconocido.
La biografía no autorizada de Sales es respetuosa con el rey y con su reino, pero aborda descarnadamente su perfil formativo y psicológico, y el entorno en el que se desarrolló su formación. Aun siendo muy diferente de su padre, el actual rey le debe todo. Su educación se adaptó a sus limitadas capacidades y a sus gustos poco académicos; su entorno de amigos fue diseñado sin concesiones a la naturalidad. Fue ciertamente un príncipe amante de la diversión y completamente marginado del poder en vida de su padre, pero se le preparó para gobernar: para hacerlo como sucesor dentro de una maquinaria perfectamente engrasada.
A lo largo de diez años Mohamed VI no ha logrado sus objetivos, en 2002 casi se dejó llevar a un conflicto con España, gobierna un país que ha cambiado más en su aspecto que en el fondo –ya no es ministro del Interior Dris Basri, pero los Derechos humanos no se respetan-, su estabilidad interna depende de un islamismo no tan controlado como se dice y para prueba basta el 11-M y su credibilidad internacional depende de la buena voluntad de Estados Unidos y de Francia. ¿Eso es todo? No, es sólo el marco en el que situar un libro que merece la pena leer para entender de verdad qué tenemos al lado.
¿Es una democracia un país donde el amigo íntimo del rey Mohamed VI, Fuad Ali El Himma, funda un partido y en pocas semanas gana las elecciones, como acaba de suceder? ¿Hasta qué punto ha sido una libre elección y de qué manera conviene a España que los islamistas moderados queden barridos y que los ultranacionalistas del Istiqlal sean la segunda fuerza? Antes de adentrarse en la versión marroquí de los hechos conviene leer cómo ve las cosas un hombre prudente y bien informado como Sales.
Marruecos no es una democracia, ¿y qué pasa?
Si algo se ha demostrado en las elecciones de junio es que Marruecos no es ni una democracia al uso ni una sociedad occidental. Para los que creemos en el realismo político esto no es malo; lo malo sería dar por buena la versión oficialista marroquí. Es bueno conocer ésta, pero es mejor aún tener elementos de juicio para valorarla críticamente.
Afortunadamente la campaña de imagen marroquí en el extranjero ha mejorado mucho en calidad, y ha perdido los tonos ásperos o lastimeros de otros tiempos. El libro que Almuzara acaba de publicar del que fuera ministro de comunicación de Marruecos, Mohammed Larbi Messari, eleva el tono de las relaciones culturales y políticas entre los dos países. Aunque se trate de un tono, naturalmente, propagandístico y oficialista. Nunca hay que olvidar que Marruecos es un país confesional y autoritario de pluralismo extremadamente limitado. Si un ex ministro publica en España y para españoles un libro muy bien pensado y escrito no hay que pensar que se trate de un acto de rebeldía. Pero hay que agradecer que sea honesto y grato de leer.
Larbi Messari desarrolla sin complejos todo el argumentario marroquí, tanto el relativo a la propia estructura e historia del reino vecino como el que afecta a sus relaciones con todos sus vecinos del Sur, del Este y del Norte: España. No cabe resumir aquí el libro de Larbi Messari, pero es el máximo interés si se entiende no como fuente de verdad científica ni como opinión personal de su autor, sino como exposición del rostro que Marruecos quiere presentar a España. Hoy como ayer, Marruecos se nos presenta como mal menor y como garantía de estabilidad en un escenario incierto. A cambio se nos pide el precio de aceptar su visión de la historia y, antes o después, sus reivindicaciones territoriales.
Larbi Messari añade a un libro que perfectamente pudo ser escrito en plenos franquismo y «tradicional amistad hispanoárabe» (la que llevó a la Marcha Verde) un nuevo elemento: la pretendida europeidad de Marruecos. Ciertamente Marruecos es occidental en su posición y en su nombre, pero por religión ni por historia ni por cultura ni por población. Quizás sea un excelente socio económico para la Unión Europea –nuestros agricultores no opinan lo mismo- pero Marruecos no es y ontológicamente no puede ser Europa. Su territorio sí fue parte de nuestro mundo, pero eso fue, precisamente, antes de la invasión árabe del siglo VII; una invasión desde la cual una parte de los marroquíes vive minorizada en su propia tierra, por cierto.
El libro de Larbi Messari exhibe las inmensas ventajas de una mejor comprensión de la realidad marroquí; pero también confirma la necesidad de distinguir la amistad de la sumisión y la cercanía de la identificación. Porque ni a España ni a los españoles (salvo a algunos, como siempre) les conviene imbuirse de un complejo de culpa injustificado ni menos servir de embajadores de unos intereses que no son los propios. Pero no es menos cierto que conocer Marruecos y la versión marroquí del pasado puede evitar que se repitan errores que, como se ha visto, tardan décadas en repararse. Un buen libro en suma, en un momento adecuado.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 19 de junio de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/marruecos-quiere-vender-espana-cambio-nunca-existio-97804.htm