Por Pascual Tamburri Bariain, 7 de julio de 2009.
La apariencia sí importa, pero saber gestionarla no es tarea de un día. Las famosas más ricas cometen errores que las más blasonadas se ahorran… por su estilo.
Brenda González de Chávez, El libro rojo del estilo. 1000 claves y consejos que tienes que saber de la mano de los mejores profesionales de la moda. Martínez Roca, Madrid, 2009. 480 pp. 20 €
Brenda González de Chávez, en El Libro Rojo del Estilo, ha realizado una tarea que muchos agradecerán. Por una parte recoge opiniones sobre la moda y el estilo de algunos de los profesionales más renombrados del sector de la moda, tanto españoles como extranjeros. Ahí se encuentras, juntos y a veces en contradicción, nombres como los de Manolo Blahnik, Carolina Herrera, Christian Lacroix, Bimba Bosé, Juan Duyos, Juanjo Oliva, Miguel Palacio, Carmen March, Carmen Mazarrasa, Carmen Lomana, María Vela Zanetti y otros muchos. Por otro lado, Chávez sistematiza esas opiniones y consejos en una serie de criterios que van mucho más allá de la moda pasajera: ¿cómo se crea, se gestiona y se mantiene un estilo personal en el siglo XXI?
Estamos en un mundo en el que la imagen cuenta. Cuenta en las relaciones sociales, por supuesto, y cuanta también en la autoestima de cada uno. No tiene sentido actuar como si la realidad fuese otra. De hecho, ¿ha sido alguna vez de otro modo? La imagen siempre ha importado, siempre ha habido modas y siempre ha habido personas con o sin estilo. La novedad de nuestro tiempo es que las modas se han hecho mundiales, no conocen límites nacionales ni jerarquías sociales: la moda se ha hecho universal y a la vez se hace aún más pasajera. Es un gran negocio en el que importa mantener viva la demanda. ¿Dónde queda, entonces, el estilo?
Porque el estilo no es la moda, y esto conviene que lo sepa la caterva de nuevos ricos empresariales y políticos que creen que con dinero puede adquirirse estilo. No basta, sin embargo, pasar de gasolinero a hotelero o de becario pequeñoburgués a dirigente político para que el dinero solucione la cuestión: el dinero da estilo aún menos que felicidad.
Si estuviésemos en otro momento les recomendaría esperar un par de siglos o media docena de generaciones para saber qué es el estilo o para ser conscientes de que ya se posee uno. Sin embargo, en estos tiempos acelerados el libro de Chávez vendrá bien a quien necesite un poco más a confianza en sí mismo en estos terrenos de la imagen. Para tener estilo hay que conocerse, saber quién es uno mismo en fono y en forma, y saber dónde vive y con quién tiene que relacionarse. Tener estilo propio no está al alcance de todos, pero garantiza que uno puede no depender de la moda como el último patán recién llegado a la polis y que, además, se lo pasará bien siendo él mismo en lugar de sufrir forzando su propia naturaleza.
Hoy por hoy la moda implica unas reglas que cada estación cambian. Seguirlas totalmente es posible sólo con mucho dinero, y por lo tanto para los demás sólo hay frustración o marginación. Salvo que uno tenga estilo, y sea capaz de seguir las tendencias que quiera, rechazar las que no le apetezca e incluso crear sus propias tendencias.
Félix Romeo nos ha ilustrado a menudo desde ABC sobre los «escritores con buen olor», incluyendo a Luis Antonio de Villena, a Álvaro Retana, a Manuel Puig, a José Antonio Maenza y a Vicente Molina Foix, y recordando, en la distancia, a Jean, o Jon, Mirande… Los dandies no fueron más que unas generaciones de hombres con estilo propio, que supieron no sólo hacer y parecer lo que les vino en gana –en imagen, en sonido, en gustos y en olor- sino que demás crearon la moda masculina que de alguna manera ha llegado hasta nosotros.
George Bryan Brummell, conocido como Beau Brummell, creó el traje masculino que ahora agoniza, salvo en Italia y en Valencia. Oscar Wilde convirtió sus gustos en la moda de una época. Y los sucesivos Príncipes de Gales (en especial Jorge IV, Eduardo VII y Eduardo VIII) ejercen su dictadura incluso siglos después de su muerte, aunque sea a través del nudo Windsor. Brummell, por supuesto, murió arruinado, Oscar Wilde vivió su propio De profundis y Eduardo VIII no llegó a reinar un año. Pero el estilo no se paga con dinero, sino con la propia vida. ¿Realmente nuestra propia clase media está preparada para tener estilo en el sentido aristocrático de éste, o tendrá que limitarse en el mejor de los casos a someterse a Máximo Dutti?
Rocío Plaza Orellana, en su Historia de la moda en España recién editada por Almuzara, no es tampoco especialmente optimista sobre todo esto en su vertiente femenina. La moda es una regla casi militar, y por mucho que cambie y que se disfrace a ojos de los ineptos de libertad no deja de ser un código estricto que sólo apela a nuestra cuenta corriente. Tener estilo… es por lo menos más complicado, seguramente no sea tarea de un día ni de dos, y con certeza jamás podrá ser algo mayoritario o universal. Lo siento por los y las que invierten mucho en su imagen sin nunca llegar a tener estilo y sin nunca librarse de sus complejos. Pero este libro puede ser un buen primer paso para que un proceso de siglos se resuelva, digamos, en no más de media docena de décadas. Por familia, eso sí. Feliz lectura.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 7 de julio de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/moda-gran-negocio-estilo-privilegio–98317.htm