No sólo sufrió Eluana: muchas mujeres padecen la cultura de la muerte

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de julio de 2009.

Los ‘nuevos derechos’ de la izquierda rompen las fronteras morales de Europa. ¿Se puede defender la muerte de Eluana Englaro sin considerar el sufrimiento de otros millones de mujeres?

Theresa Burke y David C. Reardon, Mujeres silenciadas. Cómo se explica el sufrimiento de la mujer que aborta. Traducción coordinada por María Victoria Uroz Martínez y Patricia Gómez Wilkie. Sekotia, Madrid, 2009. 366 pp. 21 €


Beppino Englaro y Elena Nave, Eluana: la libertad y la vida. Traducción de Alejandro Pradera. La Esfera de los Libros, Madrid, 2009. 304 pp. 24,90 €

A comienzos de este mismo mes de julio José Luis Rodríguez Zapatero ha sorprendido a propios y extraños reconociendo que también él querría que una hija suya consultase con él la decisión de abortar. Incluso después de los 16 años, y yendo contra la letra y el espíritu de la nueva ley del aborto con la que el PSOE ha llegado al verano. Pero no es más que un episodio más de algo ya conocido: yendo dos pasos adelante y uno atrás Zapatero intenta imponer su radicalismo ideológico conservando votos de personas que, si no mintiese, no le apoyarían.

El aborto es un mal en sí mismo, y en esto coinciden españoles de todas las creencias. Por eso, porque es un mal, es hoy un delito. El PSOE de Felipe González, como los viejos progres del resto de Europa, no lo convirtió en derecho sino que suprimió la pena inherente al delito en tres casos concretos en los que, supuestamente, otros derechos entrarían en colisión con los del concebido no nacido. Pero una vez que se abrió la puerta han bastado dos décadas para llegar donde estamos: con el aborto convertido en derecho, con la eutanasia convertida casi en deber. ¿De qué estamos hablando? De la subordinación de la vida humana a una ideología.

Theresa Burke y David C. Reardon han reunido un amplio repertorio científico de las consecuencias que el aborto tiene en sus otras víctimas: las madres frustradas. Diga lo que diga la ley, la mujer (y también el padre del embrión abortado, pero éste sólo en su razón y no en sus mismas entrañas) siente que algo va mal. No es un prejuicio sino un hecho científico. Las madres sufren en un gran porcentaje consecuencias psíquicas y físicas tras abortar. Ignorar el sufrimiento de estas víctimas es la lógica consecuencia de convertir el aborto en derecho, e incluso en deber: si se niega la condición humana y el derecho a vivir a un feto, ¿por qué habría de preocupar el dolor de las personas que abortan?

Lo llamativo del caso es que, en su prehistoria progre, el aborto era defendido como mal menor frente a otros males mayores padecidos por la mujer. Burke y Reardon demuestran que el aborto es un mal para la mujer (y en su caso, aunque siempre con menor intensidad, para el padre) y no la solución de ningún problema. Médicos y psicólogos coinciden en considerar el síndrome postaborto como uno de los grandes males de nuestro tiempo, y además uno que aumenta en vez de disminuir. Si esto es así, si los datos que este libro necesario y oportuno nos presenta no pueden ser refutados, ¿por qué se impone legalmente el aborto? Porque hay una cultura de la muerte, de raíces ideológicas, que no defiende a las personas sino que las subordina a la destrucción de lo que en ellas hay de verdaderamente humano.

Cuando vivir es morir y morir es vivir: una Europa sin rumbo

El caso de Eluana Englaro ha creado una polémica ética que aún no ha terminado. De hecho, el caso de esta joven italiana que ha vivido en coma durante dos décadas ha servido para abrir en todo el continente el debate sobre la eutanasia, que no es sino otra vertiente del enfrentamiento entre vida y muerte. Aunque también hay de por medio una cuestión de libertad.

Eluana ha muerto porque su padre, coautor de este libro, ha pleiteado durante diecisiete años para «poner fin a su coma». Los tribunales, de manera confusa y con fundamentos dudosos, autorizaron una eutanasia en una clínica privada cuyos propietarios accedieron a los deseos de Englaro. Tras el caso Eluana se agrupó la izquierda italiana con partes notables del centro, invocando su «derecho a morir». Con la particularidad de que Eluana no podía expresar su voluntad, y su padre decidió por ella que ella debía morir. Fue en cierto sentido un aborto aplazado, ya que un padre tomó una decisión sobre la vida de su hija, y sólo en su conciencia sabrá si realmente la hizo morir por defender la libertad de ella o su propia comodidad.

Lo que sí es seguro es que Eluana no tuvo una muerte dulce. Eluana respiraba por sí misma y aunque estaba en coma sólo necesitaba ser cuidada, limpiada y alimentada. Eluana, en definitiva, murió porque otros decidieron en su nombre qué vida merece ser vivida. Con la particularidad de que otras personas en coma han despertado después de años.

Es comprensible la posición de Beppino Englaro. Es también razonable la posición de la izquierda progre europea, que hace de la cultura de la muerte –llamándola de los derechos y de la libertad- su bandera para la destrucción de la convivencia. Este libro es un buen ejemplo de todo ello, y aunque su argumentario se rebate con facilidad explicando que Eluana murió y podría seguir viva, es una posición que conviene conocer. Menos aceptable aunque igualmente comprensible es la posición de las personas, grupos y medios de centroderecha que dan por buenos al menos en parte los argumentos de los progres. No son pocos, y no es insignificante que la editorial de El Mundo divulgue entre nosotros estas ideas (sabiendo que van a llegar a votantes de derecha) .

Si colectivamente aceptamos que hay vidas indignas, y que esas vidas pueden ser suprimidas, ¿quién decidirá quién vive y quién muere? Matar a Eluana no es sólo un problema personal de Beppino, sino el de todo un continente que duda del sentido de la vida y por eso mismo está dispuesto a cambiarla por un puñado de consignas propagandísticas. Todos somos Eluana, sí, porque gracias a su dolor y a su muerte no podemos huir de un debate en el que están en juego nuestra vida y nuestra dignidad.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de julio de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/solo-sufrio-eluana-muchas-mujeres-padecen-cultura-muerte-98431.htm