Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de julio de 2009.
Un científico marroquí y un diputado socialista se ponen al servicio del expansionismo alauita, contra el Polisario y Argelia. Un buen libro y un mal político contra los intereses de España.
Mohamed Cherkaoui, El Sahara. Vínculos sociales y retos geoestratégicos . Distribuido en España por Siglo XXI. Bardwell Press, Oxford, 2009. 220 pp. 23 €
Mohamed Cherkaoui es un ciudadano marroquí situado por sus propios méritos en los niveles más elevados del sistema académico y científico francés. Su prestigio como sociólogo y su cualificación como director de investigación en el CNRS lo colocan más allá de toda crítica en cuanto a su capacidad de análisis, al menos en su propia materia. Es conocido por sus colegas de Europa y América como uno de los actuales teóricos en vanguardia en los sistemas sociales, aplicándose por ejemplo al estudio de los sistemas de enseñanza desde una perspectiva sociológica. Es un acierto por parte de Siglo XXI haber coeditado y distribuido en España un libro de Cherkaoui en España, aunque por razones de distinto tipo haya sido editado e incluso impreso en el Reino Unido.
Cherkaoui acaba de presentar al público español, y no por casualidad, un libro que se fundamenta en sus conocimientos profesionales y en su trabajo científico; un libro sobre el Sahara, en el que, además, va mucho más allá de lo que habría podido ser sólo una investigación sobre los vínculos sociales del espacio saharaui occidental entendido en sentido amplio (sur de Marruecos, sur de Argelia, Mauritania y, por supuesto, el Sahara Occidental antes español). Un libro en el que Cherkaoui, aparte de proporcionar datos del máximo interés sobre el pasado y el presente de aquellas poblaciones, no oculta su opinión absolutamente coincidente con las tesis oficiales del Reino de Marruecos. En esa tarea ha tenido el apoyo de sus presentadores en nuestro país, el presidente del Institut d´Estudis Catalans, el sociólogo Salvador Giner y el decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
El libro de Cherkaoui se articula en dos partes, en la primera de las cuales ofrece sus consideraciones políticas y geopolíticas sobre la vertebración pasada y actual de aquellas tierras y de las gentes que las habitan. La segunda, sin abandonar en ningún momento ni el vocabulario técnico ni sus referentes teóricos pretende plantear los horizontes futuros del Sahara (y especialmente del territorio que cambió de gobernantes en 1975) entre el supuesto peligro argelino y la presunta revolución modernizadora de Marruecos. Todo ello con argumentos sociológicos de reconocible apariencia científica.
Ver la paja en el ojo ajeno…
Si el libro de Cherkaoui es interesante para el lector no especializado no es, ciertamente, en virtud de sus méritos científicos, que como es lógico sólo interesan a los que cultivan la misma disciplina. Cherkaoui nos ofrece la versión más completa, elevada y digna del argumentario marroquí respecto al problema del Sahara. Para los marroquíes, y Cherkaoui lo es antes que científico y por encima de serlo, todas las poblaciones saharauis habrían sido súbditas de la dinastía alauita antes de la colonización europea: es la vieja idea del «Gran Marruecos», no planteada como una hipótesis sino asumida como un hecho incontrovertible. A partir de ahí las relaciones familiares y tribales entre las poblaciones saharauis son empleadas como argumento de la identidad y de la voluntad de ser marroquíes tras la descolonización y hacia el futuro. Por último Argelia es presentada como una potencia imperialista, siempre expansionista y con peligros añadidos como el islamismo o incluso la adquisición de capacidad nuclear.
No hay que negar que muchos de los datos y argumentos de Cherkaoui son veraces, novedosos e interesantes. No es fácil entender cómo se pueden utilizar para favorecer la posición internacional de una monarquía absoluta que no reconoce los derechos humanos, que ha agredido en las últimas décadas a todos sus vecinos, incluyendo a España, y que comenzó ella misma un programa nuclear en su momento denunciado por las autoridades de nuestro país. Marruecos comparte muchas cosas con España, es cierto: y la principal de ellas es la razón de ser de este libro, la ocupación ilegal e ilegítima del Sahara Occidental. Si los saharauis de derecho hubiesen podido ser consultados sobre su futuro antes de la vergonzosa huida de España sobraría toda argumentación sociológica. Histórica y jurídicamente, para España y para la ONU, el Sahara es un territorio sin descolonizar cuyo destino depende de los saharauis. Tristemente, en mayo de 2009 el diputado socialista Juan Callejón Baena se ha convertido en el primer representante de la soberanía nacional española en visitar el Sahara ocupado y en reconocer la anexión marroquí. Su precedente más cercano es, 34 años atrás, el ministro franquista José Solís. Roma no pagaba traidores, pero Rabat no es Roma, y además tiene científicos a su disposición.
Hay que entender el libro de Cherkaoui (por cierto bien traducido, aunque sea anónimamente; pero los topónimos españoles como El Aaiún no deberían cambiarse por galicismos como «Laayoune») en la situación internacional de 2009. Abdelaziz Bouteflika acaba de jurar en abril su cargo como presidente de Argelia, y lo ha hecho asegurando su respaldo a la causa saharaui. Es cierto que en España son muchos y bien pagados los partidarios de la tesis marroquí; pero no sólo ellos leerán con provecho el libro de Cherkaoui, porque el argumentario de los súbditos de Mohamed VI debería ser conocido por todos los españoles en la medida en que seguimos teniendo una deuda colectiva con las gentes que confiaron en vano en nuestros padres y que fueron defraudadas por una dictadura decadente y agónica.
El Sahara debe pensar en su futuro sin olvidar su pasado y su identidad. Cherkaoui ha dado una versión oficialista y no saharaui de aquella realidad, pero Josto Maffeo y Ángeles Blanco acaban de publicar para La Esfera de los Libros Sahara. Un viaje a la sabiduría de las gentes del desierto, un libro que muestra algunas de las muchas otras caras del problema que en Rabat no gusta recordar. Una de ellas es, por cierto, junto a su belleza y a su riqueza, la deuda histórica de España que ninguna propaganda afrancesada podrá saldar. Ojalá todo fuese tan hermoso como la propaganda marroquí lo cuenta; me gustaría verlo, y si algo puede convencerme es un libro como el de Cherkaoui. Pero no es bastante.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 14 de julio de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/sahara-pone-prueba-honestidad-cientificos-politicos-98547.htm