Por Pascual Tamburri, 2 de agosto de 2009.
Los portugueses se acercan a España y los nacionalistas catalanes se alejan. A un lado la realidad, al otro la voluntad de destruir. Pero Gibraltar demuestra que ZP no quiere construir nada.
El 28 de julio El País publicaba uno de los titulares más importantes de las últimas décadas. Según una encuesta de la Universidad de Salamanca, «el 40% de los portugueses apoya una unión política con España» mientras que «la mitad de los portugueses encuestados se muestra de acuerdo en que la enseñanza del español debe ser obligatoria en primaria y secundaria» .
Un optimista pensará sin duda en solucionar el problema creado en 1640. Todos los reinos de las Españas, unidos en la diversidad, habían sido durante un siglo la potencia dominante en el mundo. Los egoísmos de pequeñas minorías y la subversión de los enemigos comunes dieron lugar a revueltas en Portugal, en Cataluña, en Nápoles o en Andalucía. No se trataba de nacionalismo, porque no existía ni la palabra. Era, sencillamente, un intento de no compartir las cargas comunes. Toda la corona portuguesa deshizo lo hecho en 1580 (que no era sino la restauración de lo perdido en 711 y la culminación de la reconquista). ¿Volveremos a estar unidos?
Los argumentos que se dan son prácticos e inapelables: saber español es cada vez más necesario en Portugal, y se trata de dos economías destinadas a integrarse. La realidad de fondo demuestra después que no hay diferencias radicales, más allá de unas u otras nostalgias.
Curiosamente la España autonómica está en condiciones de ofrecer un marco de convivencia para todas las viejas Españas. En una Europa con Estados ya vacíos de contenido habría que ver si Navarra no es ya más autónoma de Madrid de lo que lo son ciertas regiones portuguesas. Por no hablar de la rusísima Ceuta, que en 1640 optó por la lealtad a su rey, Felipe IV.
No son ensoñaciones del pasado sino posibilidades del futuro. No es el viejo iberismo rancio, sino una garantía de la común libertad. Un tren en marcha. ¿Y de él quieren bajarse los nacionalistas catalanes? No hay fundamente en la historia para ningún secesionismo regional en España. No hay beneficios ni siquiera materiales para la gente normal. Sólo una casta de políticos se beneficia de ese juego, y entre esos políticos destaca un ZP que sigue gobernando de la mano de los independentistas.
Podríamos tener un siglo XXI diferente. Pero no lo tendremos mientras un ministro de España sea capaz de ir a Gibraltar a decir lo contrario que todos sus predecesores de todas las ideologías. Portugal se acercará pero no si el proyecto está patrocinado por personajes como Miguel Ángel Moratinos.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 2 de agosto de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/portugal-vuelve-cataluna-queda-espana-imperial–99175.html