Por Pascual Tamburri, 16 de agosto de 2009.
Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada han sido enterrados como cristianos después de ser asesinados por defender España. Mientras, los abertzales, etarras o no, exhiben sus vergüenzas.
El miércoles 12 de agosto «familiares, amigos, vecinos de Pamplona y políticos navarros recordaron … en una misa al guardia civil pamplonés Diego Salvá Lezaun, asesinado por ETA el pasado 30 de julio en Mallorca. El acto religioso, organizado a iniciativa de su familia y amigos, tuvo lugar a las 19.30 horas en la iglesia de San Saturnino de Pamplona». Es lo que se llama una noticia correctamente escrita. Pero en Pamplona estaba y están sucediendo más cosas a la vez.
Es verdad que muchos acompañamos aquel día a su abuela María Luisa Portillo y su hermano Borja en su dolor. También es verdad que muchas cosas quedaron en el aire, o habrían quedado de no ser por los sacerdotes y por la gente de la calle, políticamente incorrecta ella. Y algunas cosas flotaban en el ambiente sin que aún hayan terminado de solucionarse.
El arzobispo de Pamplona, obispo de Tudela y anterior arzobispo castrense, Francisco Pérez González, ofició la misa y destacó que los familiares de Diego Salvá «sienten en su corazón, como buenos cristianos, que quieren vivir ante el mal haciendo el bien del perdón y la misericordia». El prelado recordó que, aunque los cristianos perdonan, «el terrorismo nace del odio y engendra desconfianza; se basa en el desprecio de la vida humana y no puede haber paz cuando se desprecia la vida». El perdón de unos no cancela la culpa moral y social de los otros.
Mi amigo Salvador Ulayar ya ha recordado un hermoso gesto cristiano de la madre del caído Salvá. No obstante, quien más se ha acercado al núcleo del problema es el sacerdote Pedro Portillo, tío abuelo de la víctima, que junto al perdón cristiano incidió en los tres problemas que quedan pendientes para la clase política navarra: el terrorismo de ETA no tiene excusa ni pretexto, Diego no murió solo ni por ser navarro, sino por ser miembro de las Fuerzas Armadas, y apeló a las «autoridades y Guardia Civil: haced lo que tenéis que hacer, y hacedlo muy bien». De eso se trata: no de llorar a los muertos ni de perdonar a los asesinos (cosa que puede hacer cada cristiano pero que el Estado no debe hacer), sino de aplastar la bestia sin caer en los males morales de ésta.
Portillo concluyó la Misa diciendo que con y por Jesucristo nos contenemos, ya que si no «seremos capaces de hacer lo que han hecho ellos». Realmente nunca ha sido así, y hemos asistido ya a muchos funerales semiescondidos que parecían los de un accidentado. No, oigan, no: Diego y Carlos murieron en nombre del deber, el honor y su Patria, España. El bien moral está de su lado, y el mal enfrente. Sería de político pequeño olvidarlo ahora, cuando ya no se cometen los errores miserables de hace treinta años.
Aralar, alma de Nafarroa Bai, se niega a solidarizarse con las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Eso no es vergonzoso sino plenamente coherente con la historia batasuna del grupo. Vergonzoso es gobernar con Nafarroa Bai como el PSOE hace en muchos sitios empezando por Olite. Vergonzoso es haber permitido en 2007 por mero cálculo las candidaturas batasunas, como hizo el PSOE. Y un poco vergonzoso es pactar con el PSOE en la misma Navarra en la que los socialistas siguen haciendo eso. En 2001, en un artículo especialmente acertado de José Javier Uranga, se recordaban aquellos Padrenuestros de otros tiempos, después del rosario, «por la conversión del turco». Eso lo rezaban los mismos que lucharon contra el turco en Lepanto: como contra los asesinos de Diego Salvá el perdón cristiano no anula la justicia humana ni la legítima defensa armada de la sociedad.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 16 de agosto de 2009, sección «Ruta Norte».
http://www.elsemanaldigital.com/blog/cristianos-entierran-muertos-abertzales-despellejan-99713.html