Roma es ya la capital de Europa por derecho propio

Por Pascual Tamburri, 21 de agosto de 2009.

Europa no existía antes de Roma, y no habría existido sin ella. Sólo una lección de historia puede corregir las alucinaciones nacionalistas y la exageración etnicista.

Edward Bispham, ed., con la colaboración de William Borden, Guy Bradley, Mary Harlow, R.W. Benet Salway, Nicola Terranato, Peter S. Wells y Andrew Wilson, Europa romana. Historia de Europa Oxford. Traducción de Efrén del Valle, Ferrán Esteve, Tomás Fernández Aúz, Beatriz Eguibar, Juanmari Madariaga, Luis Noriega y Lara Vilà. Crítica, Barcelona, 2009. 480 pp. 29 €

Raramente un libro científico es a la vez un instrumento de divulgación. Ha existido durante demasiado tiempo la idea de que un texto de Historia, por ejemplo, sólo demuestra su calidad a través de la incomprensibilidad. Basta ver lo poco que han hecho por la prosa castellana las tesis doctorales de pretendido modelo francés a lo largo de los últimos cuarenta años, sin espectaculares mejoras ni en la investigación ni en la divulgación.

El mundo anglosajón no funciona exactamente así. Hay una conexión tradicional entre la investigación y la alta divulgación, con beneficios para ambas partes. La Historia de Europa Oxford, en once volúmenes, es un ejemplo más de esa posibilidad: investigadores del más alto nivel tomando conocimientos directamente de la investigación y convirtiéndolos en una lectura agradable e ilustrativa para el ciudadano interesado. Y en este volumen con especial aprovechamiento.

Crítica nos propone el trabajo dirigido para Oxford por Edward Bispham al frente de un equipo formado por William Borden, Guy Bradley, Mary Harlow, R.W. Benet Salway, Nicola Terranato, Peter S. Wells y Andrew Wilson. No es una colección de artículos sino una historia de Roma con sentido propio; una historia que sin embargo no pone su sentido en la misma Roma sino en lo que a Roma debemos los europeos.

Ciertamente uno esperaría que una historia romana se centrase en el Mediterráneo y diese igual importancia a sus partes europea, asiática y africana, como lo hicieron en su momento Theodor Mommsen o Ettore Pais. No es así aquí, donde, aunque sin desdeñar el contexto general del crecimiento, el triunfo y la decadencia de Roma, el interés se sitúa en Europa. Es verdad que no existía en términos romanos una europeidad en tiempos republicanos o imperiales, pero no es menos cierto que la ruptura del Mediterráneo por la invasión musulmana -es la tesis de Henri Pirenne– creó una identidad europea.

¿Romana o bárbara, esa Europa? Leyendo a Bispham llegaremos fácilmente a una respuesta: romana y bárbara, pero sólo en la medida en que Roma siguió viva después del fin del Imperio y en que todos los «bárbaros» asumieron la romanizad como europeidad. Conquistadores y conquistados, todos romanos. El libro resuelve esas cuestiones y refresca de manera innovadora y amena nuestros conocimientos de la historia propiamente romana. Quizás sea sólo de lamentar que algún error en la traducción haya introducido conceptos tan atrevidos como el maíz –corn- en la agricultura europea romana.

Roma vivió en Europa después de perder entidad política. Fue un romano quien recordó la hazaña de aquellos «milites europenses» que dirigidos por Carlos Martel detuvieron en Poitiers la incursión musulmana de Abderramán al-Gafiqi en 732. Un romano de Hispania, un visigodo, probablemente lo que hoy llamaríamos un andaluz o quizás un castellano-manchego. Pero su estirpe germana y su ubicación hispana no habrían tenido sentido ni lo habrían hecho romano sin el tercer elemento de su identidad, que es la nuestra: Roma.

Roma, más allá del mito de su nombre, es una realidad. No coincide con la Roma imperial que fue, pero sí es –en sus dos partes, oriental y occidental- lo que queda de ella. Por eso tiene todo su sentido, y nadie que lea este resumen denso de historia científica apto para el lector no especializado podrá negarlo. Como tampoco podrá negar la iniciativa del alcalde de Roma, Gianni Alemanno, para que al definir la capitalidad de la Unión Europea Roma no sea de nuevo postergada. Sencillamente porque si como europeos somos algo más que un mercado de conveniencia y los paganos de una burocracia escandalosa es gracias a la Roma que a través de Bispham el lector español podrá ahora conocer mejor.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 21 de agosto de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/roma-capital-europa-derecho-propio-99795.htm