Misterio sin solución, una ciencia impotente y un progresista pronazi

Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de septiembre de 2009.

El hombre es su genética, pero algo más. Un experto de fama mundial niega valor al racismo recurriendo a otras ciencias, y a la vez no se rinde ante el misterio que el materialismo niega.

Luigi Luca Cavalli-Sforza y Francesco Cavalli-Sforza, ¿Quiénes somos? Historia de la diversidad humana. Traducción de Juan Vivanco. Crítica, Barcelona, 2009. 456 pp. 14 €

Desde que el ser humano piensa, y más aún desde que escribe, ha habido discusiones y reflexiones sobre la naturaleza de lo humano. ¿Qué significa ser hombre? ¿Todo lo humano tiene un mismo origen? ¿Y cómo se explican entonces las diferencias, raciales o no, entre las personas y las comunidades de personas? Las respuestas han sido muchas, desde Demócrito y Sócrates hasta nosotros. Y esas respuestas han implicado a su vez cómo ha sido y ha vivido cada sociedad. Porque el concepto que un grupo humano tenga de la identidad y la diversidad humanas condiciona directamente el tipo de sociedad que se construye. A esa regla no escapa, ni en lo bueno ni en lo malo, ni siquiera nuestro Occidente postmoderno.

Luca Cavalli-Sforza es un investigador genovés de fama mundial en el campo de la genética de las poblaciones. Son bien conocidas sus aportaciones sobre grupos tan específicos como los pigmeos, así como su tarea pionera en campos como la genética cuantitativa. Éste no es sin embargo un libro para especialistas, sino un esfuerzo de divulgación, tanto de sus logros como de sus puntos de vistas, y toma la forma de una entrevista con su hijo Francesco. Dada la complejidad de la materia, y la necesidad de precisión en asuntos a menudo polémicos, resulta especialmente meritoria la tarea del traductor Juan Vivanco para Crítica.

Cavalli-Sforza es un hombre de su tiempo, con muchas de las virtudes y de los defectos que en el futuro se atribuirán al siglo XX. Es un humanista, un creyente en el progreso y un hombre consciente de que sólo la cooperación entre las distintas disciplinas puede multiplicar el progreso de los saberes. Pero es también un hombre con las contradicciones propias de su generación, anhelante de un sentido para la vida pero ajeno a la religión, admirador de la belleza y la grandeza de lo humano pero no siempre defensor de la vida como valor esencial. Y alguna cosa más que sorprenderá al lector de lo que no deja de ser una ventana abierta al futuro científico que nuestros hijos presenciarán.

Lo que distingue a Cavalli-Sforza de algunos de sus colegas y coetáneos es su apertura a un enfoque interdisciplinar. El foso entre las ciencias y las humanidades no deja de ser una construcción cultural, y en todo caso ha limitado hasta ahora las sinergias entre disciplinas potencialmente complementarias. Pero cuando se trata de ir más allá de la genética individual la arqueología, la etnografía, la etología y la filología se convierten en fuentes necesarias de conocimiento.

Las leyes de Mendel explican la transmisión de características entre individuos y en el seno de poblaciones, explicando de paso las enfermedades de transmisión genética. Gracias a la genética, las enfermedades hereditarias no son curables, pero sí predecibles con un cierto grado de probabilidad antes de la concepción (y más a medida que conocemos mejor la genética de los padres) y diagnosticables en el embrión y en el feto mucho antes del parto. Igualmente el resto de características no patológicas. Los avances en la genética científica han permitido una dimensión matemática a la teoría de la evolución. ¿Es aún sólo una teoría? ¿Y qué consecuencias tiene para nuestra vida?

¿De dónde venimos?

Cavalli-Sforza da por genéticamente demostrado el monogenismo, es decir que todos los humanos actuales (y en realidad no sólo el Homo sapiens, sino todo el género Homo incluyendo sus representantes extinguidos) tiene un origen común probablemente en alguna población paleolítica del Este de Afrecha o como mucho de Oriente Medio; aunque su argumentación podría ser muy matizada con las dataciones asombrosamente antiguas de Atapuerca.

Una vez demostrado genéticamente la unida del género y la especie y su común origen queda por dirimir en cuánto nos parecemos y en cuánto se diferencian los distintos grupos humanos. Y cuál es el origen, no ya de la humanidad en su conjunto, sino de cada uno de los grupos raciales. Porque las razas existen y también las diferencia s entre ellas, cosa que Cavalli-Sforza afirma aunque añade que tales diferencias son muy menores y ciertamente menos relevantes que otras derivadas del ambiente. Nos encontramos por lo tanto ante un científico que, desde su condición de genetista, tiene más hacia el ambientalismo como explicación de los matices de lo humano, sin escorarse de modo radical hacia ninguno de los dos lados de tan añeja polémica.

Hay argumentos válidos en los dos sentidos. En este libro encontramos magníficamente explicado para el lector culto, y no necesariamente para el de formación científica, que hay una diferenciación genética mayor o menor según la proximidad entre los grupos humanos. Por ejemplo Europa muestra una gran uniformidad genética, con un núcleo más antiguo en el Pirineo. Pero del mismo modo que ha habido una evolución genética ha habido una evolución lingüística, y Cavalli-Sforza estudia cómo la diversidad genética se superpone a la cultural. Poco sorprendentemente, y sin necesidad de tomar partido en el debate, ambas tienden a coincidir. Con la salvedad de que una lengua, como todo elemento cultural, puede transmitirse sin cambio genético, por aculturación. Viceversa, un cambio genético puede suponer una continuidad cultural si los inmigrantes, o invasores, asumen en todo o en parte la cultura del vencido. Cientos de millones de humanos viven y hablan hoy conforme a parámetros «europeos», por ejemplo, y algunas poblaciones asiáticas viven en la situación inversa.

Hay elementos genéticos que según Cavalli-Sforza pueden evolucionar con la relativa rapidez de unos diez mil años. También hay aspectos de comportamiento y de cultura que permanecen a través de los milenios. ¿Hacia dónde vamos? Con ciertos matices, Cavalli-Sforza cree en el progreso, tanto genético como antropológico, lingüístico y cultural, aunque a distintos ritmos. ¿Importa si se da una transmisión cultural o genética de comportamientos? Realmente no.

La gran cuestión pendiente

Cavalli Sforza aporta por tanto la idea de que las diferencias históricas y culturales se superponen con las genéticas. En cuanto al futuro, prevé de modo inmediato más mezcla racial y cambio de relaciones numéricas entre razas, pero no aceleración de la evolución genética, ni desaparición de razas aunque sí variación en la diversidad biológica. No cree en la importancia de las razas y rechaza radicalmente todo racismo en especial el nazi; pero no niega que haya diferencias étnicas, discutiendo sólo su importancia. Para él, justamente, el hombre es más que su raza.

¿Eso le lleva a rechazar todas las prácticas que, contempladas en ciertos momentos por el racismo nazi, siguen hoy en pie? Curiosamente no. Cavalli-Sforza habla del aborto abiertamente como control de la natalidad, y además de control selectivo-cualitativo. Para él son necesarios la esterilización y el aborto «terapéuticos». Como los nazis afirma que el niño «tiene derecho a nacer sano». Se da por tanto la paradoja de que este gran científico, junto a muchos otros de sus colegas de otras especialidades, condena como inhumano un cierto racismo del siglo XX, que preveía una cultura de la muerte en defensa de un supuesto bien común futuro, pero defiende esa misma cultura de la muerte, con los mismos instrumentos, en defensa de la comodidad y del bienestar material. El deficiente y el enfermo ya no molestan por ensuciar la estirpe sino por costar mucho o por impedirnos marchar de vacaciones. Es una triste conclusión, revestida de humanismo ilustrado, para un libro bueno, denso, ameno y riguroso, aunque puedan no compartirse algunos de sus extremos.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 10 de septiembre de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/misterio-solucion-ciencia-impotente-progresista-pronazi-100182.htm