Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de noviembre de 2009.
Abortar consiste en destruir un embrión o un feto antes de nacer. Zapatero legisla para convertir esa muerte en derecho. Ya es, en realidad, libre. Dos libros ponen todo en su sitio.
Magdalena del Amo, Déjame nacer. El aborto no es un derecho. La Regla de Oro, Madrid, 2009. 400 pp. 20 €
Santiago Mata, De Isadora a Bibiana. El nuevo aborto y el Holocausto. Sekotia, Madrid, 2009. 96 pp. 15 €
Es el debate político más actual: ¿votarán los representantes del pueblo español una ley que convertirá en legal la trituración de niños no nacidos, a voluntad de la madre que se niega a serlo? El jueves 26 de noviembre se dio el primer paso, cuando 183 diputados en el Congreso, incluyendo los votos de PSOE, PNV, ERC-IU-ICV, NaBai, BNG y uno de CiU rechazaron las enmiendas a la totalidad de PP, CC, UPyD, UPN y los demás diputados de CiU. UPN califica la reforma de «inconstitucional, ilegítima, inútil e inoportuna», y en el mismo sentido se ha expresado el PP. Hay en España un gran foso entre los «nuevos derechos» de Zapatero y las demandas de la gente de la calle. Pero hay también mucha confusión de ideas, y es el momento de informarse.
Magdalena del Amo nos ofrece de Déjame nacer una explicación minuciosa no sólo de qué es el aborto sino sobre todo de cómo y por qué se ha convertido en la estrella de las políticas progres a lo largo de las últimas décadas. Del Amo demuestra, con datos y testimonios abundantes, que el aborto es un gran negocio para algunos, que es un gran tabú para muchas fuerzas políticas de centro y sobre todo que es un objetivo estratégico para la izquierda. Lo cual debería hacernos pensar a todos, en la España de 2009.
Abortar no es una operación, no es medicina, no es cirugía: consiste en la supresión de una vida humana. Y la vida es el primer derecho de cada persona. Ojo al dato: lo era ya antes de la Constitución de 1978, que reconoce un derecho previo y no lo crea. La cuestión es esencial, porque la defensa de la vida coincide aquí y ahora con la de la Constitución, en la medida en la que ésta sirve de escudo para un derecho que ya existía y siempre existirá. ¿Tiene límites ese derecho? Sí, pero excepcionales, y jamás en los términos en los que se plantea ahora en las sociedades occidentales.
Del Amo explica, y con datos, que el aborto es un negocio multimillonario, también en la España del doctor Morín. Millones de niños cada año, más de 100.000 en España, son sacrificados ante una idea. Un conjunto de organizaciones progresistas han promovido durante mucho tiempo en el mundo el aborto como manera de controlar la natalidad, y sobre todo de separar radicalmente la sexualidad de la reproducción. Se trata de una revolución social y cultural sin precedentes desde el Paleolítico. Sociedades mucho más primitivas que la nuestra respetan la vida con mucho más cuidado. Y eso es vergonzoso adeemás de suicida.
Como parte de la ideología progresista, la cultura de la muerte y la ideología de género privan a la sexualidad humana de su sentido primordial. El feminismo talibán liquida la feminidad y la maternidad, convirtiendo el cuerpo de la mujer en un mero objeto de placer y al hombre en un cero a la izquierda, que nada tiene que decir sobre la vida o la muerte de sus propios hijos.
Este libro ayudará también a comprender cómo el debate español sobre el aborto está lleno de trampas intelectuales. Una de ellas es la cuestión de las menores de edad: evidentemente es grave que una chica de 16 años aborte sin saberlo siquiera sus padres, pero ese artículo tiene toda la pinta de ser una maniobra de la izquierda para poder hacer una magnánima concesión rehuyendo el debate sobre la vida. Otra trampa es la cuestión del «mal menor» y de las posibles enmiendas a la ley. El aborto es, siempre y por todo, un mal. La ley vigente de 1985, constitucional, es para millones de españoles un mal, sobre todo porque jamás se han cumplido sus límites. Ningún político propone hoy seriamente la derogación de la ley actual -que millones de ciudadanos querrían-, y las posturas contrarias a Zapatero oscilan entre conservar lo que hay y enmendar la propuesta socialista para hacerla «menos mala» .
Después de leer el libro del Del Amo, sinceramente, es difícil creer que el PSOE esté usando el aborto sólo para ocultar la crisis. Cien mil muertes al año son mucho más importantes que cualquier crisis, y lo siento por los materialistas –liberales o marxistas, tanto da- que lean esto. Es una medida política revolucionaria, destinada a liquidar la familia desde un flanco más. En cuanto al «aborto limitado», por limitado que sea, yo sólo puedo invitar a sus centrados, centristas y suaves defensores en tonos pastel que echen una ojeada a las fotografías que ilustran ese libro. Yo, por mi parte, defenderé donde pueda la tolerancia cero en este asunto. Usted, cuando lea a Del Amo, también.
La responsabilidad, al final, es de los políticos: ¡de cada uno individualmente!
Puede parecer un capricho, pero no lo es. Las fotografías de los efectos del aborto son mucho más que un capricho propagandístico: son el retrato de la muerte impuesta por una cierta ideología. Y es que, desde el siglo XVIII, las ideologías han implicado la imposición de la muerte. No se trata ya de la muerte natural, ni de la normal muerte en combate, ni de la pena de muerte, que siempre han acompañando y siempre acompañarán a los hombres hasta la plenitud de los tiempos. Lejos de cualquier legítima defensa, la muerte ideologizada consiste en la liquidación de grupos enteros de personas sin considerar sus culpas.
Desde la Ilustración –y en realidad desde la Reforma- nuestro mundo padece una serie de masacres sistemáticas, llámense Terror, represión, limpiezas éticas, gulag, persecución religiosa, genocidios, holocaustos. Santiago Mata en este breve libro sitúa el aborto en su contexto ideológico: el de una ideología que destina a la muerte a una parte de la humanidad, como otras eligieron a otras partes por su estamento, por su clase, por su raza o por su religión. El paralelismo puede escandalizar, pero Mata desarrolla la ideología abortista sobre el guión que antes llevó a la Vandea, a la Vorkuta, a Auschwitz y a las checas.
Los enemigos del «progreso» y del «futuro» son primero señalados como tales, después separados de la comunidad. A continuación se niega su naturaleza humana, y se afirma su naturaleza problemática, enfermiza. Por último se señala su supresión primero como un derecho y después como un deber, y lo que nació como excepción inevitable se convierte primero en derecho libre, y finalmente en deber de convivencia no muy distante de un lucrativo negocio. Mientras tanto, muchos de quienes no comparten la ideología ven el espectáculo pero callan por conveniencia o por no ser tachados de retrógrados y poco modernos. ¿Es la historia del Terror jacobino, del Gulag o la del llamado Holocausto? Quizás, pero ante todo es la del aborto en nuestra democracia avanzada zapaterista.
Pero el aborto no es un mal inevitable: es la consecuencia directa de unas decisiones políticas y de otras tantas dejaciones. Es posible que la política ahora tienda a lo inmediato y lo tangible, al «trabajo de todos los días» que dice mi buen amigo Santiago Cervera, en buena medida buscando la rentabilidad electoral. Pero ¿de qué sirve la política si en ella no tienen ya lugar los principios o si éstos se subordinan a lo contingente? Carlos Iturgaiz nos ha dicho que los valores son algo previo a la política, sin lo cual ésta lleva al fracaso. Al fin y al cabo, mientras que unos están en política para imponer el aborto y para contarnos que con más aborto seremos más libres, prósperos y felices –los progres- otros creemos exactamente lo contrario. Los males menores, aunque puedan ser necesarios pasos intermedios, no pueden ocultar la meta final salvo que aceptemos un cierto grado de complicidad con el genocidio.
No hace falta citar a los obispos para saber que cada uno es responsable de lo que hace y de lo que deja hacer.
Sandra Moneo, diputada del PP, dijo en la Carrera de San Jerónimo que estamos ante una cuestión de principios. Tenía razón. Nacho Arsuaga acaba de recordarnos que «el Partido Popular Europeo – del que forma parte el PP español – aprobó en 2001 un documento programático, Una Unión de valores, en el que reconoce explícitamente el derecho a la vida del nasciturus (párrafo 316)». En consecuencia «el PPE apoya los principios de la protección y promoción de la dignidad humana y, en consecuencia, respeta el derecho a la vida y el carácter único de cada ser humano desde el momento de la concepción hasta la muerte». No se trata ya sólo de la oposición contra el nuevo plan de Zapatero, sino de buscar la derogación de la Ley vigente previa su aplicación estricta y literal; y a la vez de considerar como lo que es –una forma de aborto que indebidamente escapa a la Ley- la llamada píldora del día después, con o sin receta. ¿Les parece mucho? El libro de Mata les dará razones para cambiar de opinión, y millones de españoles decidirán su voto en torno a estas cuestiones. Al menos por lo que conozco más de cerca, Navarra, nadie puede dar esa batalla electoral por ya ganada.
Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 27 de noviembre de 2009, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/debate-todos-ocultan-aborto-bueno-otro-malo-102868.htm