Reunidos todos los instrumentos de la belleza y el placer sonoro

Por Pascual Tamburri Bariain, 3 de enero de 2010.

La historia de la música es la hermana menor de la historia del Arte. Maltratada por planes de estudio y modas, su ignorancia explica la cacofonía actual. Pero alguien pensó una solución.

Crear placer y belleza con el sonido es algo tan viejo como el hombre.


Ramón Andrés, Diccionario de instrumentos musicales. Desde la Antigüedad a Johann Sebastian Bach. Prólogo de John Eliot Gardiner. Península, Barcelona, 2009. 608 pp. 39,90€

La música es, considerada objetivamente, la gran diferencia ente Europa y otras civilizaciones ajenas, pasadas o lejanas. Desde Sumer hasta la era espacial cada civilización ha tenido una arquitectura, una poesía, una pintura, una narrativa y una escultura propias, ha creado su propio código estético y también ha tenido diferentes normas de conducta. Pero las ha tenido. Occidente –Europa en general- ha tenido algo más.

Crear placer y belleza con el sonido es algo tan viejo como el hombre. Griegos y romanos tuvieron, por ejemplo, espléndidas creaciones musicales que no nos es dado conocer. Y ese arte decayó, y luego renació en el entorno medieval cristiano. Y a partir de ahí Europa fue especial.

No hay, en ninguna civilización ni en ningún pasado, nada comparable a la polifonía europea. Si nuestra civilización es recordada dentro de unos milenios no será por la arquitectura ni por la pintura, hermosas sin duda pero no únicas. Lo que nos distingue es precisamente lo más intangible: la música. No porque otros no la hayan tenido, sino porque ninguna ha sido como la nuestra.

Hay que hablar en pasado porque, aunque la música europea se sigue interpretando y comprendiendo, en el siglo XX ha sufrido la misma mutación que las demás artes y ya no se reconoce a sí misma. No entraré en si se trata de una decadencia agónica o de un gran cambio: lo cierto es que desde la muerte de Richard Strauss y salvo excepciones, muchas de las cuales se concentran por cierto en las bandas sonoras del cine, nuestra música ya no es la que, nacida en la Edad Media, llegó a la gloria entre los siglos XVIII y XIX.

Ramón Andrés se fija en este diccionario en una época distinta de la nuestra: la anterior al clasicismo. Cierto, las grandes obras de nuestra música son posteriores a 1750, pero hay piezas magníficas y autores excepcionales antes de la muerte de Johann Sebastián Bach, que tienen además para nosotros toda la sombra de lo desconocido. Un buen diccionario de instrumentos es necesario para entender el complejo mundo de la música antes del clasicismo, y la herencia sobre la que éste construyó su fortuna.

No hay un nexo directo entre la música grecorromana y la clásica europea. Eso implica una larga elaboración, desde elementos populares, de todo el repertorio que clasicismo y romanticismo hallaron ya dispuesto. Esa es la razón para detenerse en 1750: a mediados del siglo XVIII todos los elementos de la orquesta estaban ya presentes, en acto o en potencia. ¿Eran los únicos? Leyendo el libro -porque un diccionario se puede leer, no sólo consultar- verá cómo el repertorio de posibilidades era inmenso y siguió siéndolo. Hoy, cuando está de moda recuperar las raíces de la cultura europea, es el momento de recuperar la memoria de estos sonidos, que también pertenecen a nuestro legado y que explican la grandeza de lo que vino después. En un momento en el que dudamos de qué vendrá a sucedernos, este diccionario puede ser un excelente regalo navideño para cualquier aficionado a la música.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 3 de enero de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/reunidos-todos-instrumentos-belleza-placer-sonoro-103989.htm