Por qué Benedicto XVI confía en gente como Munilla, pese a quien pese

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de enero de 2010.

Entre Pío XII y el actual Papa la Iglesia ha cambiado. Unos cambios que se suponían populares han privado a los católicos de algunas de sus bazas. Benedicto XVI lo arreglará… si le dejan.

Entre Pío XII y el actual Papa la Iglesia ha cambiado. Unos cambios que se suponían populares han privado a los católicos de algunas de sus bazas. Benedicto XVI lo arreglará… si le dejan.


José Catalán Deus, Después de Ratzinger ¿qué? Balance de cuatro años de pontificado y de los desafíos de su sucesión. Península, Barcelona, 2009. 640 pp. 29,50 €

La Iglesia Católica está de moda. Todo el mundo, de repente, se ha puesto a opinar, y quizás sea inevitable. Los católicos, y no sólo la jerarquía, se han puesto en pie contra la ampliación de la ya genocida ley del aborto, y han ocupado el centro de las noticias. Los católicos ya no sufren la sangrante paradoja de una Iglesia vasca más cercana a los asesinos que a sus víctimas. Los católicos, guiados por un episcopado muy distinto y mucho más homogéneo que hace unas décadas, defienden un modelo de familia, de sociedad, de derechos sociales y de principios alternativo tanto al zapaterismo como a la vulgata liberal. Los católicos, en fin, siguen siendo la religión mayoritaria en España y –sorprende recordarlo- también en Europa, y pese al descenso de la práctica religiosa convencional el peso de la Iglesia es inmenso, y cambia sus formas.

El mérito es de dos pontificados excepcionales consecutivos. Uno, el de Juan Pablo II, terminará en los altares más pronto que tarde. Otro, el de Benedicto XVI, tendrá mucho que ver con lo que nuestro mundo sea en los próximos cincuenta años, y a él ha dedicado un libro de gran interés José Catalán Deus. Porque hay que entender a Joseph Ratzinger, en sus muchos matices, para poder prever qué nos espera.

Los kremlinólogos no fueron más que una imitación temporal –apenas setenta años de misterioso terror- del club de expertos más antiguo y famoso del mundo: los entendidos en la vida de los Palacios Apostólicos. Desaparecio el Bloque Oriental y tras unas décadas de desconcierto conciliar, el orden parece volver a la Iglesia Latina, en la que personajes como monseñor Setién y monseñor Uriarte están siendo sustituidos por hombres como monseñor Munilla. En España tendemos a verlo todo como si fuésemos el centro del problema, cuando en realidad todo se reduce a más de un siglo de enfrentamiento entre Roma y el modernismo (no sólo la versión marxista de éste, no lo olvidemos), en el que nuestro país ocasionalmente ha sido decisivo.

El hombre que elige a los hombres que deciden

Toda esa cuestión y todas las que de ella dependen pasan por un solo hombre, hoy un alemán, Joseph Ratzinger, uno de los pocos monarcas de derecho divino del mundo. Un hombre que gobierna desde 2005 no sólo el pequeño Estado a orillas del Tíber sino sobre todo que es para más de mil millones de personas la cabeza visible de la Iglesia fundada por Cristo.

José Catalán planteó este libro como una respuesta a al enorme debate de ideas y a las controversias causadas dentro y fuera de la Iglesia por el inmenso, difícil y siempre polémico sucederse de cambios de rumbo en la Iglesia universal. Avezado en la nomenclatura y el estilo romanos, Catalán Deus plantea una tesis sencilla que argumenta con su relato. Para él, Benedicto XVI no es un burócrata ni un gestor, y en esos sentidos pueden esperarse más errores en lo sucesivo si no crea un equipo propio de colaboradores en esos campos. Pero es un intelectual, un investigador y un profesor, y de él hay que esperar claridad en las ideas, aceptación de los desafíos doctrinales a largo plazo y una cuidadosa selección –a partir de la doctrina- de sus hombres de confianza.

¿Está en crisis la Iglesia? Sin duda lo ha estado durante los últimos cincuenta años, respecto a los siglos anteriores, pero Benedicto XVI parece tener un programa y unas ideas muy claros. Un nuevo pero a la vez eterno proyecto para la Iglesia romana. Juan Pablo II la hizo visiblemente universal, y al hacerlo tuvo que transigir durante mucho tiempo con los medios humanos heredados del pasado, tanto en la Curia como en las diócesis. Tras tres décadas de corrección Benedicto XVI puede ir un paso más allá, y parece dispuesto a hacerlo.

En el libro se comprende por qué los errores de gestión y de comunicación son mucho menos importantes que los nuevos ritmos y análisis que salen de Roma. Para Benedicto XVI, aunque la Iglesia es real y genuinamente católica, se juega su destino a medio plazo en Europa. Apuestas exóticas, como la de lo que queda de los jesuitas por la India, pueden ser encomiables, pero no suponen una alternativa a la centralidad incluso física de Roma. Una Europa descristianizada de raíz es el objeto prioritario de las preocupaciones de este Papa que no por casualidad vuelve al latín y a las formas milenarias. También están sobre la mesa los nuevos movimientos eclesiales, que por meritorios que sean sus esfuerzos no pueden a su juicio sustituir a la jerarquía ordinaria, y ni siquiera a las órdenes religiosas tradicionales en la medida en que algunas de éstas sobrevivan a la crisis demográfica del postconcilio.

Pese a las previsiones, Benedicto XVI no está teniendo un pontificado ni breve ni radical ni de continuidad con el anterior. Hay cambios, y en la medida en que el Papa persista en ellos sus sucesores serán resultado personal y doctrinal de lo que este bávaro correoso nos legue. Por de pronto, la Iglesia europea es cada vez más la de los Munilla y cada vez menos la de los Carlo Maria Martini; pero no es mera involución, sino sencillamente un paso más en un camino milenario que este libro nos ayudará a entender en un momento decisivo también para la Iglesia de España. Que estos días piensa en la sede de San Sebastián y en cómo se solucionarán los problemas evitados durante décadas.

Pascual Tamburri Bariain
El Semanal Digital, 8 de enero de 2010, sección «Libros».
http://www.elsemanaldigital.com/benedicto-confia-gente-como-munilla-pese-quien-104140.htm